Arturo González
16-5-2015
Público
El actor José Sacristán ha dicho
que “Con todo lo que se sabe, muchos volverán a ser votados y habrá que admitir
que somos un país de mierda”. Naturalmente, el país no son solo los políticos,
sino el conjunto de ciudadanos. Al continuar Sacristán diciendo que “la
impunidad con que la derecha ha operado, el descaro, la grosería, el desprecio,
es porque sabían que no tenían contrincante”, no creo que el lúcido actor se
refiera únicamente a los políticos de la oposición, sino que abarca a los
ciudadanos de las diversas izquierdas y opciones. Nadie se salva de estar
incluido en el país de mierda. Los ciudadanos de derecha están en su salsa, y
los de izquierda, con sus políticos al frente, están en la falta de método y
rigor. Los ciudadanos de uno y otro signo son quienes marcan las pautas que los
políticos recogen y aplican, y no al revés. La derecha en armonía y la
izquierda en discordia. La derecha se mueve al unísono y entre sus ciudadanos y
sus políticos existe una comunión espiritual y de intereses. La izquierda se
mueve por impulsos descoordinados y las discrepancias son sus señas de
identidad, que es una forma de integrarse en la mierda. Las múltiples y
solitarias honradas se pierden en la impotencia. No se trata de alcanzar un
pensamiento único, como la derecha, sino de converger en lo esencial. Ni
siquiera se ponen de acuerdo en saber qué es la izquierda y quiénes la
componen, y en las diatribas caen en descalificaciones y sectarismos. Por eso
la izquierda también es mierda, aunque mierda distinta de la derecha. Ninguna
izquierda tiene el monopolio de la decencia y la pureza y de creerse superior.
La derecha ha arruinado el país moral y políticamente y en tal sentido cobran
fuerza las palabras de Sacristán. Nos han arrastrado a todos a la mierda como
país, y, hasta ahora, no hemos sabido reaccionar. Ellos son culpables
votándoles nuevamente, pero nosotros también por no movilizarnos bastante o por
jugar a ser rompehuevos profesionales de la discordia o frívolos que pasan de
todo y así se justifican. Buscamos disculpas vanas, burdas y peregrinas,
mientras la derecha se reafirma en su impunidad, su descaro, su alma grosera y
su desprecio hacia nosotros, que lo soportamos sintiéndonos con placer víctimas
maltratadas revueltas en la mierda.
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