La boda
Luis
Viadel
No sabe muy bien como ha llegado hasta
allí. Se encuentra sentado en una cama que no es la suya y todo le da vueltas.
Ha bebido en exceso, no reconoce la habitación que tiene demasiados espejos y
esa luz roja que le molesta los ojos no
es de su entorno habitual. Escucha el estruendo, en su cabeza, de una cisterna
cercana que se vacía, un grifo que expulsa el agua con fuerza y el chapoteo
característico de una mano haciendo sus abluciones. Una puerta entreabierta
emite un haz de luz blanca que le acaricia los pies. Los mueve para asegurarse
que son los suyos, produciendo sombras intermitentes y le hace gracia. Arruga
repetidas veces la nariz intentando descifrar ese olor tan penetrante que lo
inunda todo. Una mezcla de perfume abrasador, desodorante, ambientador, carne
humana y el humo de algún cigarrillo rubio enrarece el ambiente y lo impregna
con una pátina que forma parte del decorado. Se perfila bajo el dintel una sombra humana que le habla:
-Vamos nene, ahora te toca a ti.
-Sí...sí señora...- acierta a balbucear.
La semana fue muy dura, hasta el último
minuto estuvo trabajando en la charcutería. Su jefe le había hecho un regalo,
un buen regalo. Aquella misma tarde le llevaron de una casa muy conocida una
tele en color, pero su permiso empezaba el lunes y tuvo que colgar el último
pedido de jamones, ciento cincuenta, antes de cerrar la tienda. Y pincharles
uno a uno la sombrilla invertida para el escurrido.
Es una mujer de busto generoso, enfundado
en un gran sostén, caderas de jaca jerezana con un Monte de Venus arrasado del
que no puede apartar la mirada y le deja con la boca abierta.
-Venga niño, que no podemos estar aquí
hasta mañana. Quítate los pantalones.
Obedece con cierta rapidez pero
torpemente, hasta el punto de tener que sujetarlo cuando al levantarse se le
queda el pie enganchado con el cinturón.
-No tengas miedo, cielo...
-Sí señora... digo no, no señora...
Se acerca al lavabo y le agarra con
destreza el miembro alicaído. Le baja la piel y se lo riega con abundante agua,
eliminándole los restos de esperma que lleva bajo la seta del bálano de
poluciones anteriores.
-Chaval cuando te corras debes
descapullar y luego lavarte bien.
No llega a pronunciar palabra, se deja
llevar por la sabiduría de la profesional que mastica chicle mientras
desarrolla su labor con mucha habilidad. y precisión. Le seca con una toalla
limpia, separándole los faldones de la camisa, dando un aspecto de lo más
desolador con los calcetines y los zapatos puestos.
-Túmbate y déjame hacer a mi.- le quita
la camisa y lo descalza quedándose totalmente en porreta a excepción de los
pies. El no aparta la vista del sexo
calvo, una raja abultada entre los muslos, que ve por primera vez.
Trajeron
muchos regalos aunque en el piso donde irán a vivir falta por colgar alguna
lámpara, no les han llevado la cocina de butano, ni el colchón de matrimonio.
Le quedará mucho trabajo al regreso del viaje de novios, una semana en Palma de
Mallorca si su hermano ha ido a recoger los billetes a la agencia. No sabe si la
salida será desde Alicante o tendrán que viajar hasta Valencia. Por lo menos lo
del restaurante ya está arreglado, el menú dejará satisfechos a los invitados:
entremeses con cerveza, agua, refrescos... luego el marisco, cigalas y
langostinos con vino blanco de la tierra, el redondo de ternera con tinto,
helado, la tarta nupcial y champaña. Cava. Puros, coñac, anís para las mujeres
y tabaco rubio, con el regalito de la madrina. Su madre ya tiene desde hace
varias semanas un elefantito de cerámica con un lazo, la etiqueta con el nombre
de los novios y la fecha.
Suelta los corchetes del sujetador y
saltan los pechos al librarse de sus opresoras cazuelas. Sin deshacerse del
chicle introduce el miembro dormido en su boca intentando darle prestancia,
pero a pesar del esfuerzo, aquello no se levanta. Medio incorporada se sujeta
los senos con las manos y los mueve con
fruición aprisionando el pene que ha colocado en la regata. Tampoco da
resultado y empieza a mosquearse. Escupe la goma de mascar, como señal de que este
es un caso difícil y hay que poner toda la carne en el asador. Arrodillada
encima de su pecho, se abre la vulva con
los dedos y coloca la herida luminosa en la boca del muchacho que en un primer
instante le llega a faltar la respiración.
-Toma nene, mi pequeño tesoro, mi trocito
de cielo...
Con los muslacos taponándole las orejas
no entendió bien si decía “trocito de cielo” o “tocinito de cielo”.
Comienza un movimiento ondulante de
caderas, restregándole el clítoris en la nariz. Tal vez se ha precipitado y no agotó
los momentos preliminares de precalentamiento por lo que tampoco llega el
éxito. Desiste y empieza de nuevo por el principio. Lo lleva al lavabo pero
ahora le mete la cabeza bajo el grifo. Se resiste y al cabo de unos instantes,
con el pelo chorreando, salta hacia atrás cayendo en el suelo sentado. Ella de
pie, abre las piernas y orina con placer encima del cliente que recibe la
lluvia de oro sin perderse el espectáculo de un sexo femenino adulto y
afeitado, miccionando sobre su rostro. Desde tan selecto ángulo la perspectiva es
alucinante. Jamás pudo imaginar una raja
hinchada entre las ingles con unos muslos enormes que se levantan como
columnas, el vientre abultado y los pechos enormes entre los que aparece
reducida la cara de la mujer que ríe a carcajadas. Siempre había creído que las
señoras meaban en abanico.
Entre
los muchos regalos había alguno muy colorista. Las amigas de su novia hicieron
el encargo a la panadera que se esmeró en preparar con la pasta amasada del
día, una gran vulva de labios menores muy señalados, con espectacular clítoris
de largo astil, prepucio recogido y glande sobresaliendo por la parte superior
entre los labios externos, a los que con una navaja fue propinando cortes hacia
fuera que parecían rayos de luz o pelos
y pendejos de un bosque de Venus grande pero sin demasiada espesura.
Con el otro sexo resultó algo más
sencillo. Empleó casi medio kilo de masa solo para el pene erecto y circunciso,
de bellota escalofriante. Dos enormes bolas en la parte trasera completaron la
obra. La levadura y el horno se encargaron de que el pan creciese lo necesario.
El
berbiquí, ya se veían pocos, no sabía quién
o quienes lo habían llevado pero podía
ser de mucha ayuda a la hora de hacer el agujero, según rezaba en una etiqueta
que colgaba de la herramienta.
-Mira nene vamos a dejarlo estar. Tus
amigos me han pagado pero tú estás muy nervioso para que se te empine o llevas
demasiado alcohol en el cuerpo, o las dos cosas, y tu hermanito pequeño se ha
dormido. Ya les diré que has cumplido como un hombre y no te preocupes, esto
del gatillazo ocurre con mucha frecuencia, incluso con los abstemios.
-Sí señora... gracias señora...
-Gracias a ti cariño, nadie me llamaba
así desde... ya no recuerdo. Que seas muy feliz. ¿Cuándo es la boda?
-Mañana.
-¿Mañana? ¿Y haces la despedida de
soltero, hoy? Anda vete a casa a dormir y ya verás como con tu novia todo es
diferente. Dame un beso cielo, acuéstate y descansa.
Le coge la cabeza con las manos y le besa
en los labios.
Sabe que habían cenado muy bien en el bar
del Tomás pero su mente está confusa y
no puede recordar todos los pasos que han dado.
La brisa nocturna le refresca la cara cuando sonríe a sus amigos que le
están esperando en la puerta, le dan abrazos, palmadas en la espalda y le
meten la botella del güisqui en la boca
hasta el gollete.
-Por lo que has tardado te la has debido
de follar por lo menos tres veces...
-Joder macho, con una
tía así, ¿verdad?
-¿Por qué no entramos ahora los cinco?
Nos hará un precio especial.
-Jo, no tiene bastantes agujeros para que
se la metamos todos a la vez...
-Haremos otra cosa... se me ocurre...
Cuchichean separándose unos pasos del
amigo para que no les oiga y estallan en carcajadas.
-Sí, vamos.
-Vamos, vamos...
El
piso no es muy grande, aproximadamente noventa metros cuadrados habitables,
pero más que suficiente. Estaban pagando
cantidades a cuenta durante varios años hasta la entrega de llaves, hace apenas
un mes. Fue colocar algunos muebles y fijar la fecha de la
boda. El préstamo hipotecario es para veinte años, a interés variable, lo que
les permitirá ir pagándolo poco a poco, sin agobios, tomándolo como una
inversión.
Duerme apaciblemente cayéndole la baba
por la comisura de los labios. Está amaneciendo y ya se aprecia en el
horizonte, a través de la ventana del departamento, como se va iluminando el
cielo y los postes del ferrocarril parece que son los que se mueven. Acompaña
el sonido característico de las traviesas al paso del convoy
Es su madre la primera en darse cuenta
que todavía no ha regresado. Empieza a preocuparse. Llama al esposo y a su otro
hijo. Tendrían que avisar a sus amigos. Seguro que les ha pasado algo.
Tranquilos, no empecemos a ponernos nerviosos antes de hora.
El tren ha llegado al final del trayecto.
Abre los ojos pero le cuesta trabajo aceptar que está despierto. Baja la
ventanilla y se asoma. Ve a la gente que va de un lado a otro y siente un
fuerte dolor de cabeza, la boca reseca y las manos pegajosas. Está en una
estación de ferrocarril, no cabe duda, pero
¿dónde? Parpadea y puede leer a lo lejos: VALENCIA TERMINO.
-No puede ser...
Se deja caer abatido en el asiento. No
entiende nada. Está a 300 km de su casa y no sabe nada más. Le parece un mal
sueño.
Era fácil entrar en la iglesia a esas
horas tan intempestivas. Algunas imágenes de ojos desorbitados les miran cuando
pasan en dirección a la sacristía. Allí está el armario con los trajes que se
ponen para las procesiones de Semana Santa. Encienden la luz y eligen el que
les parece más apropiado.
-Venga,
hay que desnudarlo.
Empieza a recordar y un escalofrío le deja
paralizado. No sabe muy bien que hace allí pero tiene la impresión de que no es
el lugar donde debe estar. Vuelve a mirar su entorno, el típico departamento de
tren con seis asientos enfrentados tres a tres, pero no ve a nadie. Han bajado
todos pero él no sabe todavía donde tiene que ir ni lo que debe hacer. Le da un
repelús y se frota los brazos percatándose entonces de que va ligero de ropa.
Está a punto de que le dé un síncope.
Le
han dejado dormido y borracho como una cuba en uno de los bancos de la iglesia.
Entre todos le quitan la ropa y le ponen el nuevo traje sin demasiado esmero.
Consiguen con mucho esfuerzo meterle en el coche.
-Arranca,
arranca de una vez.
Conduce con mucha dificultad, el que aparentemente
va más sereno, sin conseguir detener el coche en ningún stop ni respetar señal
de tráfico alguna. Por fin llegan a la estación.
-¿Cuándo
pasa el primer tren?
-Dentro
de diez minutos.
-Ese
es el nuestro.
De romano, lo han vestido de romano y tiene
frío porque se olvidaron de ponerle los calzoncillos. Se entretuvieron con las
cintas de las sandalias que le llegan hasta las rodillas pero le dejaron sin la
prenda interior que le quitaron junto con los tejanos. Unas tiras de cuero como
falda y el culo al aire. Gracias a la clámide un poco grande, tal vez no corresponde a la misma talla del
resto de la vestimenta, se puede tapar ligeramente.
Han dado la voz de alarma. El novio no
aparece por ninguna parte. Los amigos están durmiendo y no saben nada. Siguen
medio borrachos. Mejor que la novia no se entere. Llamadas a hospitales,
comisarías de policía, puestos de la Guardia Civil... No hubo ni accidentes ni
altercados, ha sido una noche muy tranquila..
Le entran ganas de vomitar. Fuertes
arcadas y echa hasta las entrañas. Se queda algo más tranquilo pero se le enciende una luz en el cerebro y
da un grito:
-¡Si me tengo que casar...!
Salta del tren parado y pregunta a un
empleado de Renfe:
-.Oiga ¿qué hora es?
Le mira extrañado sin atreverse a
llevarle la contraria y le dice:
-Las... las 9.
Sale corriendo de la estación ante el
asombro de todo el mundo, en busca de un taxi. En el punto le miran con recelo.
-Por favor... me tiene que llevar...
porque me caso a la una. Pero no tengo ni un duro, le pagaré cuando llegue. En
la despedida de soltero...
El tercer taxista al que le cuenta su
desventura se descojona con la increíble historia y se pone en marcha.
Invitados, padrinos, la novia y el cura no pueden disimular la impaciencia
cuando un taxi con matrícula de Valencia acaba de parar en la puerta.
-¡Ya está aquí!
Será una boda de la que se hablará
durante varias generaciones. Y no precisamente por la vestimenta del novio.
-Sí quiero.
Antes de ir al banquete su hermano le
proporciona ropa y en el mismo coche de bodas se cambia. Le ha traído el traje
que no ha podido lucir en la ceremonia
pero no encontró la corbata. Le deja una
suya que se ha puesto solo tres veces y
ya lleva el nudo hecho. Se la mete por la cabeza.
-Oiga- le dice al taxista-¿cuánto le debo?
-Nada, es mi regalo de boda.
-Pues tiene que venir a comer con
nosotros.
Cerca de trescientos son los invitados,
convenientemente distribuidos en mesas redondas. En la de los novios,
rectangular, los padrinos, los padres, hermanos y la abuela de la novia. Al
final, en una pequeña tarima, tres músicos y una animadora están preparados
para iniciar su actuación en cualquier momento. Uno toca el órgano, da la
pauta, dos acompañan con la guitarra y la chica de gran escote y minifalda
cantará o tarareará las canciones. Según se tercie.
Los camareros inician su desfile entre
los comensales, cargados de platos que van colocando en las mesas.
-¡Vivan los novios!
-¡Vivaaaaaa!
-¡Que se besen, que se besen, que se
besen...!
La velada transcurre dentro de los
cánones establecidos y el modelo al uso. Varias amigas de la novia se acercan,
rodeándola.
-¡Vivan los padrinos!
-¡Vivaaaaa!
-¡Que se besen, que se besen, que se
besen...!
Forman un círculo cerrado mientras se
levanta el traje y se quita la prenda íntima blanca de encaje. Una de ellas la
coge y la agita en el aire como un trofeo.
-¡Aquí están las bragas de la novia!
Fuertes aplausos cuando inician un
recorrido por la sala cortando trocitos que los asistentes van comprando.
-¿A ver cuánto me dais por cinco mil
pesetas?- dice uno que ya va algo cargado ante la mirada asesina de su esposa
que intenta esbozar una fría sonrisa- De la parte de abajo, que sea de allí...
Grandes carcajadas cuando se lleva el
trozo de tejido que acaba de adquirir a la nariz y aspira con los ojos cerrados
como si se tratase de un delicado perfume.
Mientras, los amigos del novio, los cinco
que le llevaron de putas, aquellos que le vistieron de romano y lo metieron en
un tren, se cogen de los hombros formando
un corro y se hablan al oído por
la algarabía que impera en el local.
Los músicos empiezan a tocar y la
vocalista minifaldera se aferra al micrófono con cierto erotismo y canta:
-Guantanamera, guajira guantanamera....
-¡Que si la has traído...!-dice uno de
los cinco gritando.
-¡Claro, la tengo aquí debajo de la
mesa!- responde otro.
-¡Pues ahora, arráncala ahora!
Tira de la cuerda y la motosierra empieza
a rugir y a echar humo. Con aquel estruendo se acercan a la mesa de los
contrayentes.
-¡La corbata, hay que cortarle la
corbata...!
Todos intentan apartarse y algunos no lo
consiguen formando un pequeño tumulto que hace que, el portador de la pesada
herramienta pierda el equilibrio apoyando el extremo de la sierra en el cuello
del novio al que le siega la cabeza y se la deja colgando. La lengua de la
muerte bordeada con decenas de finos y afilados cuchillos enloquecidos le ha
dado un profundo lamido. El cuerpo decapitado da un paso mientras de la
yugular, cortada de cuajo, salta un chorro de sangre por los aires, yendo a
caer de bruces en el suelo. El vestido blanco de la novia queda impregnado salpicándole
la cara que se cubre con las manos mientras grita desesperada. El novio se desangra rápidamente con la
cabeza separada del tronco.
Muchos no se han enterado y continúan comiendo y
bebiendo con la música de fondo del conjunto Agua Mineral Natural Sin Gas
y su cantante minifaldera moviendo las caderas sin apartar lo más mínimo el
micrófono de su boca:
Guantanamera,guajiraguantanamera...guantaanamera...guajiraa
guantanameraaaaaaa... Yo soy un hombre del campo -dice el del órgano- de donde
crece la palma y antes de morirme quiero echar mis penas del almaaa..
Luis Viadel. 2001
Luis
Viadel
No sabe muy bien como ha llegado hasta
allí. Se encuentra sentado en una cama que no es la suya y todo le da vueltas.
Ha bebido en exceso, no reconoce la habitación que tiene demasiados espejos y
esa luz roja que le molesta los ojos no
es de su entorno habitual. Escucha el estruendo, en su cabeza, de una cisterna
cercana que se vacía, un grifo que expulsa el agua con fuerza y el chapoteo
característico de una mano haciendo sus abluciones. Una puerta entreabierta
emite un haz de luz blanca que le acaricia los pies. Los mueve para asegurarse
que son los suyos, produciendo sombras intermitentes y le hace gracia. Arruga
repetidas veces la nariz intentando descifrar ese olor tan penetrante que lo
inunda todo. Una mezcla de perfume abrasador, desodorante, ambientador, carne
humana y el humo de algún cigarrillo rubio enrarece el ambiente y lo impregna
con una pátina que forma parte del decorado. Se perfila bajo el dintel una sombra humana que le habla:
-Vamos nene, ahora te toca a ti.
-Sí...sí señora...- acierta a balbucear.
La semana fue muy dura, hasta el último
minuto estuvo trabajando en la charcutería. Su jefe le había hecho un regalo,
un buen regalo. Aquella misma tarde le llevaron de una casa muy conocida una
tele en color, pero su permiso empezaba el lunes y tuvo que colgar el último
pedido de jamones, ciento cincuenta, antes de cerrar la tienda. Y pincharles
uno a uno la sombrilla invertida para el escurrido.
Es una mujer de busto generoso, enfundado
en un gran sostén, caderas de jaca jerezana con un Monte de Venus arrasado del
que no puede apartar la mirada y le deja con la boca abierta.
-Venga niño, que no podemos estar aquí
hasta mañana. Quítate los pantalones.
Obedece con cierta rapidez pero
torpemente, hasta el punto de tener que sujetarlo cuando al levantarse se le
queda el pie enganchado con el cinturón.
-No tengas miedo, cielo...
-Sí señora... digo no, no señora...
Se acerca al lavabo y le agarra con
destreza el miembro alicaído. Le baja la piel y se lo riega con abundante agua,
eliminándole los restos de esperma que lleva bajo la seta del bálano de
poluciones anteriores.
-Chaval cuando te corras debes
descapullar y luego lavarte bien.
No llega a pronunciar palabra, se deja
llevar por la sabiduría de la profesional que mastica chicle mientras
desarrolla su labor con mucha habilidad. y precisión. Le seca con una toalla
limpia, separándole los faldones de la camisa, dando un aspecto de lo más
desolador con los calcetines y los zapatos puestos.
-Túmbate y déjame hacer a mi.- le quita
la camisa y lo descalza quedándose totalmente en porreta a excepción de los
pies. El no aparta la vista del sexo
calvo, una raja abultada entre los muslos, que ve por primera vez.
Trajeron
muchos regalos aunque en el piso donde irán a vivir falta por colgar alguna
lámpara, no les han llevado la cocina de butano, ni el colchón de matrimonio.
Le quedará mucho trabajo al regreso del viaje de novios, una semana en Palma de
Mallorca si su hermano ha ido a recoger los billetes a la agencia. No sabe si la
salida será desde Alicante o tendrán que viajar hasta Valencia. Por lo menos lo
del restaurante ya está arreglado, el menú dejará satisfechos a los invitados:
entremeses con cerveza, agua, refrescos... luego el marisco, cigalas y
langostinos con vino blanco de la tierra, el redondo de ternera con tinto,
helado, la tarta nupcial y champaña. Cava. Puros, coñac, anís para las mujeres
y tabaco rubio, con el regalito de la madrina. Su madre ya tiene desde hace
varias semanas un elefantito de cerámica con un lazo, la etiqueta con el nombre
de los novios y la fecha.
Suelta los corchetes del sujetador y
saltan los pechos al librarse de sus opresoras cazuelas. Sin deshacerse del
chicle introduce el miembro dormido en su boca intentando darle prestancia,
pero a pesar del esfuerzo, aquello no se levanta. Medio incorporada se sujeta
los senos con las manos y los mueve con
fruición aprisionando el pene que ha colocado en la regata. Tampoco da
resultado y empieza a mosquearse. Escupe la goma de mascar, como señal de que este
es un caso difícil y hay que poner toda la carne en el asador. Arrodillada
encima de su pecho, se abre la vulva con
los dedos y coloca la herida luminosa en la boca del muchacho que en un primer
instante le llega a faltar la respiración.
-Toma nene, mi pequeño tesoro, mi trocito
de cielo...
Con los muslacos taponándole las orejas
no entendió bien si decía “trocito de cielo” o “tocinito de cielo”.
Comienza un movimiento ondulante de
caderas, restregándole el clítoris en la nariz. Tal vez se ha precipitado y no agotó
los momentos preliminares de precalentamiento por lo que tampoco llega el
éxito. Desiste y empieza de nuevo por el principio. Lo lleva al lavabo pero
ahora le mete la cabeza bajo el grifo. Se resiste y al cabo de unos instantes,
con el pelo chorreando, salta hacia atrás cayendo en el suelo sentado. Ella de
pie, abre las piernas y orina con placer encima del cliente que recibe la
lluvia de oro sin perderse el espectáculo de un sexo femenino adulto y
afeitado, miccionando sobre su rostro. Desde tan selecto ángulo la perspectiva es
alucinante. Jamás pudo imaginar una raja
hinchada entre las ingles con unos muslos enormes que se levantan como
columnas, el vientre abultado y los pechos enormes entre los que aparece
reducida la cara de la mujer que ríe a carcajadas. Siempre había creído que las
señoras meaban en abanico.
Entre
los muchos regalos había alguno muy colorista. Las amigas de su novia hicieron
el encargo a la panadera que se esmeró en preparar con la pasta amasada del
día, una gran vulva de labios menores muy señalados, con espectacular clítoris
de largo astil, prepucio recogido y glande sobresaliendo por la parte superior
entre los labios externos, a los que con una navaja fue propinando cortes hacia
fuera que parecían rayos de luz o pelos
y pendejos de un bosque de Venus grande pero sin demasiada espesura.
Con el otro sexo resultó algo más
sencillo. Empleó casi medio kilo de masa solo para el pene erecto y circunciso,
de bellota escalofriante. Dos enormes bolas en la parte trasera completaron la
obra. La levadura y el horno se encargaron de que el pan creciese lo necesario.
El
berbiquí, ya se veían pocos, no sabía quién
o quienes lo habían llevado pero podía
ser de mucha ayuda a la hora de hacer el agujero, según rezaba en una etiqueta
que colgaba de la herramienta.
-Mira nene vamos a dejarlo estar. Tus
amigos me han pagado pero tú estás muy nervioso para que se te empine o llevas
demasiado alcohol en el cuerpo, o las dos cosas, y tu hermanito pequeño se ha
dormido. Ya les diré que has cumplido como un hombre y no te preocupes, esto
del gatillazo ocurre con mucha frecuencia, incluso con los abstemios.
-Sí señora... gracias señora...
-Gracias a ti cariño, nadie me llamaba
así desde... ya no recuerdo. Que seas muy feliz. ¿Cuándo es la boda?
-Mañana.
-¿Mañana? ¿Y haces la despedida de
soltero, hoy? Anda vete a casa a dormir y ya verás como con tu novia todo es
diferente. Dame un beso cielo, acuéstate y descansa.
Le coge la cabeza con las manos y le besa
en los labios.
Sabe que habían cenado muy bien en el bar
del Tomás pero su mente está confusa y
no puede recordar todos los pasos que han dado.
La brisa nocturna le refresca la cara cuando sonríe a sus amigos que le
están esperando en la puerta, le dan abrazos, palmadas en la espalda y le
meten la botella del güisqui en la boca
hasta el gollete.
-Por lo que has tardado te la has debido
de follar por lo menos tres veces...
-Joder macho, con una
tía así, ¿verdad?
-¿Por qué no entramos ahora los cinco?
Nos hará un precio especial.
-Jo, no tiene bastantes agujeros para que
se la metamos todos a la vez...
-Haremos otra cosa... se me ocurre...
Cuchichean separándose unos pasos del
amigo para que no les oiga y estallan en carcajadas.
-Sí, vamos.
-Vamos, vamos...
El
piso no es muy grande, aproximadamente noventa metros cuadrados habitables,
pero más que suficiente. Estaban pagando
cantidades a cuenta durante varios años hasta la entrega de llaves, hace apenas
un mes. Fue colocar algunos muebles y fijar la fecha de la
boda. El préstamo hipotecario es para veinte años, a interés variable, lo que
les permitirá ir pagándolo poco a poco, sin agobios, tomándolo como una
inversión.
Duerme apaciblemente cayéndole la baba
por la comisura de los labios. Está amaneciendo y ya se aprecia en el
horizonte, a través de la ventana del departamento, como se va iluminando el
cielo y los postes del ferrocarril parece que son los que se mueven. Acompaña
el sonido característico de las traviesas al paso del convoy
Es su madre la primera en darse cuenta
que todavía no ha regresado. Empieza a preocuparse. Llama al esposo y a su otro
hijo. Tendrían que avisar a sus amigos. Seguro que les ha pasado algo.
Tranquilos, no empecemos a ponernos nerviosos antes de hora.
El tren ha llegado al final del trayecto.
Abre los ojos pero le cuesta trabajo aceptar que está despierto. Baja la
ventanilla y se asoma. Ve a la gente que va de un lado a otro y siente un
fuerte dolor de cabeza, la boca reseca y las manos pegajosas. Está en una
estación de ferrocarril, no cabe duda, pero
¿dónde? Parpadea y puede leer a lo lejos: VALENCIA TERMINO.
-No puede ser...
Se deja caer abatido en el asiento. No
entiende nada. Está a 300 km de su casa y no sabe nada más. Le parece un mal
sueño.
Era fácil entrar en la iglesia a esas
horas tan intempestivas. Algunas imágenes de ojos desorbitados les miran cuando
pasan en dirección a la sacristía. Allí está el armario con los trajes que se
ponen para las procesiones de Semana Santa. Encienden la luz y eligen el que
les parece más apropiado.
-Venga,
hay que desnudarlo.
Empieza a recordar y un escalofrío le deja
paralizado. No sabe muy bien que hace allí pero tiene la impresión de que no es
el lugar donde debe estar. Vuelve a mirar su entorno, el típico departamento de
tren con seis asientos enfrentados tres a tres, pero no ve a nadie. Han bajado
todos pero él no sabe todavía donde tiene que ir ni lo que debe hacer. Le da un
repelús y se frota los brazos percatándose entonces de que va ligero de ropa.
Está a punto de que le dé un síncope.
Le
han dejado dormido y borracho como una cuba en uno de los bancos de la iglesia.
Entre todos le quitan la ropa y le ponen el nuevo traje sin demasiado esmero.
Consiguen con mucho esfuerzo meterle en el coche.
-Arranca,
arranca de una vez.
Conduce con mucha dificultad, el que aparentemente
va más sereno, sin conseguir detener el coche en ningún stop ni respetar señal
de tráfico alguna. Por fin llegan a la estación.
-¿Cuándo
pasa el primer tren?
-Dentro
de diez minutos.
-Ese
es el nuestro.
De romano, lo han vestido de romano y tiene
frío porque se olvidaron de ponerle los calzoncillos. Se entretuvieron con las
cintas de las sandalias que le llegan hasta las rodillas pero le dejaron sin la
prenda interior que le quitaron junto con los tejanos. Unas tiras de cuero como
falda y el culo al aire. Gracias a la clámide un poco grande, tal vez no corresponde a la misma talla del
resto de la vestimenta, se puede tapar ligeramente.
Han dado la voz de alarma. El novio no
aparece por ninguna parte. Los amigos están durmiendo y no saben nada. Siguen
medio borrachos. Mejor que la novia no se entere. Llamadas a hospitales,
comisarías de policía, puestos de la Guardia Civil... No hubo ni accidentes ni
altercados, ha sido una noche muy tranquila..
Le entran ganas de vomitar. Fuertes
arcadas y echa hasta las entrañas. Se queda algo más tranquilo pero se le enciende una luz en el cerebro y
da un grito:
-¡Si me tengo que casar...!
Salta del tren parado y pregunta a un
empleado de Renfe:
-.Oiga ¿qué hora es?
Le mira extrañado sin atreverse a
llevarle la contraria y le dice:
-Las... las 9.
Sale corriendo de la estación ante el
asombro de todo el mundo, en busca de un taxi. En el punto le miran con recelo.
-Por favor... me tiene que llevar...
porque me caso a la una. Pero no tengo ni un duro, le pagaré cuando llegue. En
la despedida de soltero...
El tercer taxista al que le cuenta su
desventura se descojona con la increíble historia y se pone en marcha.
Invitados, padrinos, la novia y el cura no pueden disimular la impaciencia
cuando un taxi con matrícula de Valencia acaba de parar en la puerta.
-¡Ya está aquí!
Será una boda de la que se hablará
durante varias generaciones. Y no precisamente por la vestimenta del novio.
-Sí quiero.
Antes de ir al banquete su hermano le
proporciona ropa y en el mismo coche de bodas se cambia. Le ha traído el traje
que no ha podido lucir en la ceremonia
pero no encontró la corbata. Le deja una
suya que se ha puesto solo tres veces y
ya lleva el nudo hecho. Se la mete por la cabeza.
-Oiga- le dice al taxista-¿cuánto le debo?
-Nada, es mi regalo de boda.
-Pues tiene que venir a comer con
nosotros.
Cerca de trescientos son los invitados,
convenientemente distribuidos en mesas redondas. En la de los novios,
rectangular, los padrinos, los padres, hermanos y la abuela de la novia. Al
final, en una pequeña tarima, tres músicos y una animadora están preparados
para iniciar su actuación en cualquier momento. Uno toca el órgano, da la
pauta, dos acompañan con la guitarra y la chica de gran escote y minifalda
cantará o tarareará las canciones. Según se tercie.
Los camareros inician su desfile entre
los comensales, cargados de platos que van colocando en las mesas.
-¡Vivan los novios!
-¡Vivaaaaaa!
-¡Que se besen, que se besen, que se
besen...!
La velada transcurre dentro de los
cánones establecidos y el modelo al uso. Varias amigas de la novia se acercan,
rodeándola.
-¡Vivan los padrinos!
-¡Vivaaaaa!
-¡Que se besen, que se besen, que se
besen...!
Forman un círculo cerrado mientras se
levanta el traje y se quita la prenda íntima blanca de encaje. Una de ellas la
coge y la agita en el aire como un trofeo.
-¡Aquí están las bragas de la novia!
Fuertes aplausos cuando inician un
recorrido por la sala cortando trocitos que los asistentes van comprando.
-¿A ver cuánto me dais por cinco mil
pesetas?- dice uno que ya va algo cargado ante la mirada asesina de su esposa
que intenta esbozar una fría sonrisa- De la parte de abajo, que sea de allí...
Grandes carcajadas cuando se lleva el
trozo de tejido que acaba de adquirir a la nariz y aspira con los ojos cerrados
como si se tratase de un delicado perfume.
Mientras, los amigos del novio, los cinco
que le llevaron de putas, aquellos que le vistieron de romano y lo metieron en
un tren, se cogen de los hombros formando
un corro y se hablan al oído por
la algarabía que impera en el local.
Los músicos empiezan a tocar y la
vocalista minifaldera se aferra al micrófono con cierto erotismo y canta:
-Guantanamera, guajira guantanamera....
-¡Que si la has traído...!-dice uno de
los cinco gritando.
-¡Claro, la tengo aquí debajo de la
mesa!- responde otro.
-¡Pues ahora, arráncala ahora!
Tira de la cuerda y la motosierra empieza
a rugir y a echar humo. Con aquel estruendo se acercan a la mesa de los
contrayentes.
-¡La corbata, hay que cortarle la
corbata...!
Todos intentan apartarse y algunos no lo
consiguen formando un pequeño tumulto que hace que, el portador de la pesada
herramienta pierda el equilibrio apoyando el extremo de la sierra en el cuello
del novio al que le siega la cabeza y se la deja colgando. La lengua de la
muerte bordeada con decenas de finos y afilados cuchillos enloquecidos le ha
dado un profundo lamido. El cuerpo decapitado da un paso mientras de la
yugular, cortada de cuajo, salta un chorro de sangre por los aires, yendo a
caer de bruces en el suelo. El vestido blanco de la novia queda impregnado salpicándole
la cara que se cubre con las manos mientras grita desesperada. El novio se desangra rápidamente con la
cabeza separada del tronco.
Muchos no se han enterado y continúan comiendo y
bebiendo con la música de fondo del conjunto Agua Mineral Natural Sin Gas
y su cantante minifaldera moviendo las caderas sin apartar lo más mínimo el
micrófono de su boca:
Guantanamera,guajiraguantanamera...guantaanamera...guajiraa
guantanameraaaaaaa... Yo soy un hombre del campo -dice el del órgano- de donde
crece la palma y antes de morirme quiero echar mis penas del almaaa..
Luis Viadel. 2001
No hay comentarios:
Publicar un comentario