Aspectos ideológicos del fascismo
Los
fascistas desconfiaban de la razón y fomentaron el comportamiento
irracional de las conductas, así como los sentimientos o manifestaciones
intensas hasta la glorificación del fanatismo.
06 de Junio de 2015
En
el presente artículo intentamos realizar un acercamiento a la ideología
fascista, objetivo un tanto osado dado el formato y tamaño de los artículos
periodísticos, pero nos parece fundamental que tengamos presente estas
cuestiones en épocas de crisis.
Las ideologías de la época contemporánea, tanto el
liberalismo como el socialismo se construyeron sobre supuestos racionales; la
democracia supone el triunfo de todo este legado. La doctrina fascista rompió
con la herencia racional y adoptó un acusado irracionalismo. Los fascistas
desconfiaban de la razón y fomentaron el comportamiento irracional de las
conductas, así como los sentimientos o manifestaciones intensas hasta la
glorificación del fanatismo. Las ideas fascistas se construyeron sobre dogmas,
sobre ideas indiscutibles, como pueden ser la superioridad del jefe o líder,
del hombre sobre la mujer, el soldado sobre el civil, o la cuestión de las
razas superiores e inferiores. Es el triunfo del tabú, de lo que hay que
admitir sin discusión o análisis, del totalitarismo frente al debate libre.
Para el fascismo los individuos están subordinados al
Estado, uno de los pilares del totalitarismo. El Estado totalitario no está
basado en la división de los poderes ni en sus contrapesos según el modelo
liberal-democrático. Además, está prohibida la disidencia y que la oposición
política se articule de la forma que sea, especialmente a través de los
partidos políticos según el mismo modelo democrático. La oposición es
considerada como una grave perturbación para el buen gobierno y para el orden.
El Estado, en fin, monopoliza la verdad. Para ello, cuenta con la propaganda y
la exclusividad de los medios de comunicación. La crítica es, pues, imposible.
"Todo en el Estado, nada fuera del Estado" es la frase de
Mussolini que resume esta concepción.
El fascismo se caracterizó por la conculcación de las
leyes preexistentes y de un Parlamento servil que abdicó de una de las
obligaciones de todo poder legislativo: el control del ejecutivo.
El fascismo italiano generó un conjunto nuevo de
leyes, denominadas "Leyes de defensa del Estado". Este corpus legal
suprimía muchos derechos individuales. Pero, además, es el triunfo del arbitrio
sobre dicho imperio de la ley.
Solamente una minoría, una élite, puede gobernar según
las ideas fascistas, porque se partía del postulado de la desigualdad de los
hombres, frente al postulado del liberalismo y de la democracia que establece
la igualdad. Así pues, se rechaza de plano el concepto de democracia, ya que
ésta reconoce los mismos derechos a todos los ciudadanos. Las elecciones son
consideradas por Mussolini una "falacia democrática". El número no
puede gobernar un Estado.
La desigualdad de los seres humanos no sólo tiene
consecuencias en el gobierno de los Estados, sino que presenta otras
dimensiones que debemos estudiar. En primer lugar se desvaloriza a la mujer.
Las mujeres tienen misiones en la vida pero nunca las relacionadas o vinculadas
con la política o el ejercicio profesional fuera del ámbito doméstico. Los
nazis establecieron el modelo de las denominadas tres K: Kinder,
Küche, Kirche, es decir, niños, cocina, iglesia. Las mujeres deben estar
subordinadas al hombre, al marido. Esta filosofía inspiró a la Sección Femenina
en nuestro país.
Otra de las consecuencias de la desigualdad tiene que
ver con el triunfo del racismo. Habría pueblos superiores, como el italiano
según Mussolini, o los arios frente a judíos, gitanos, eslavos, etc. De sobra
son conocidas las dramáticas consecuencias de esta defensa de la superioridad
de unos pueblos sobre otros.
En resumen, podemos recoger la siguiente frase de
Ebenstein:
"En el código fascista, los hombres son superiores
a las mujeres, los soldados a los civiles, los miembros del partido a los que
no lo son, la propia nación a las demás, los fuertes a los débiles, y los
vencedores en la guerra a los vencidos"
Por encima de todos y de las élites está el jefe, el
líder, el hombre excepcional, un superhombre. Las naciones fuertes necesitan
estos hombres fuertes. El resto debe obedecer sus decisiones sin titubeos. La
obediencia debe ser ciega. El líder nunca se equivoca, siempre tiene razón. El
duce, el führer,
el caudillo, el conducator, etc se rodea de grandes
escenografías en desfiles y actos multitudinarios de exaltación y de
demostración de la unidad en torno a sus personas. El culto a la personalidad
llega al paroxismo.
El fascismo tenía un evidente componente imperialista.
El fascismo nació de un nacionalismo de vencidos, de revancha. De ese
nacionalismo herido se pasó al imperialismo con mucha facilidad. La nación
encontraría su horizonte en la formación de un imperio, de un espacio vital, ya
que un pueblo superior tiene derecho a disponer de un espacio para
realizarse, ya sea el centro y este de Europa para el nazismo, ya sea África
para el fascismo italiano. Al tener derecho a ese espacio y a conquistarlo se
vulneraría el derecho internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario