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miércoles, 24 de junio de 2015

Hemeroteca:¡Socorro, la tercera edad!


 
¡SOCORRO, LA TERCERA EDAD!

04/01/2008
Texto: Luis Viadel
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¿A qué edad empieza la tercera edad? Parece ser que el día de la jubilación es el punto de partida para casi todos.

Muchos temen la llegada de esa fecha que te va a despojar de lo que has sido para convertirte, de la noche a la mañana, en un pensionista, en un jubilado. La palabra no gusta a casi nadie de los afectados y algún publicista astuto inventó lo de la 3ª edad que muchas veces resulta peyorativo a pesar de que su implantación se haya ido generalizando. 

Desde la muerte del rebelde dictador Franco (caudillo de España por la gracia de dios) en este país las cosas han cambiado mucho. El retraso al que nos condujo el mediocre y soberbio militar lo hemos ido recuperando en los últimos años aunque a varias generaciones, nos haya perjudicado miserablemente.

Naces y te vas desarrollando durante la dictadura, luchas para que llegue la democracia y cuando lo has conseguido pasas a la reserva: la jubilación. Empiezas la tercera edad. Cambias completamente de vida. Dejas atrás, a tus clientes, proveedores, compañeros de trabajo, los recepcionistas de los hoteles, los camareros de los restaurantes, etc…Ahora el médico del ambulatorio de la Seguridad Social te llama por tu nombre, eres uno de los mejores clientes de la farmacia de tu barrio y el dentista te da cita cada dos meses. Haces nuevos amigos deambulando por los jardines donde pasean, como parias de la vida, todos los que se encuentran en la misma situación que tú.

Hace muy poco, un cachondo mental en Internet, se quejaba de que la vida estaba mal hecha, era al revés, decía. Imaginaros que nacemos viejos cobrando la jubilación sin trabajar. Cuando echas de menos el sexo te vas haciendo joven y potente con tus permanentes juergas hasta llegar a niño chupando las tetas maternas. Al final de tus días te conviertes en un orgasmo.

Si tu pareja vive todavía y no sois muy mayores, es decir que os valéis por si mismos con la sola ayuda de los Laboratorios Farmacéuticos, todo irá sobre ruedas. No es conveniente opinar delante de los parientes: hijos, nueras, yernos, etc… Apuntarse a todos los viajes que el INSERSO te proporcione y pasar lo más desapercibido posible. Unas navidades coincidimos mi mujer y yo, en un hotel de Benicasim con un cargamento de jubilados. Nos fuimos a dormir muy cansados, veníamos de viaje, mientras el grupo terminaba de cenar en una enorme algarabía. A las tres de la mañana nos despertó el ruido de puertas que se abrían y cerraban mientras gente andaba por los pasillos. Mi mujer se levantó asustada creyendo que algún anciano-a se había puesto enfermo. Tuve que convencerla de que no pasaba nada. Tan solo que esa noche habían rejuvenecido veinte años.

Cuando llegan las vacaciones los servicios de urgencias se llenan todos los días de octogenarios que han sido “depositados” por sus familiares que desaparecen al instante. Se ha dado el caso de abandonar al abuelo en una gasolinera mientras acudía al servicio para realizar sus imperiosas necesidades. Son como los trastos viejos que molestan y no sabes donde depositarlos. Resulta sorprendente lo buenos padres que solemos ser con nuestros hijos realizando las cosas más insospechadas para educarlos, protegerlos, alimentarlos, ayudarles en todas sus necesidades incluso cuando ya tienen algunas decenas de años. Nuestros mayores molestan. No les prestamos la menor atención y solamente el 1º de noviembre de cada año vamos en tropel a los cementerios a depositar flores sobre su tumba. Evidentemente la condición sine quanon es que estén muertos.

Mientras viven los dos, el lugar adecuado es su propia casa. ¿Dónde van a estar mejor? Da lo mismo si no tienen ascensor, eso es bueno para las piernas. La compra se la subirá el de la tienda del barrio y cuando necesiten al técnico de la televisión ya le llamaremos nosotros.

Uno de los dos muere. Pobre del que se queda vivo. En el mismo tanatorio los hijos o parientes ya empiezan a repartirse los días que cada uno debe cargar con el “muerto” (ahora se refieren al vivo). La paga no es casi nunca interesante pero puede tapar muchos agujeros. Hacen números. No interesa. Entonces lo llevaremos por meses; no, por semanas; no, por días…

Todos tienen problemas y nadie quiere hacerse cargo del superviviente. Los sentidos van menguando pero no pueden evitar escuchar todos estos comentarios, las discusiones y los planteamientos sin que nadie saque a relucir la falta de cariño que conlleva toda esta forma de actuar. Se sienten solos, tristes y en muchos casos deprimidos como la antesala de la muerte de la que todos dirán que no pudo soportar vivir solo y se marchó con su compañera-o. Queda romántico.

A uno se le ocurre sacar a relucir la palabra maldita con la que todos piensan pero nadie se atreve a pronunciar: una residencia. Inmediatamente añade el interlocutor: es lo mejor, no le faltaría de nada y a fin de cuentas con su pensión se la puede pagar perfectamente. Los demás asienten luego de auto-convencerse por verse obligados a tomar esa decisión.

El día que lo llevan con su maletita a la residencia (el piso ya se ha vendido y el dinero se ha repartido entre todos) ponen cara de cariacontecidos aunque de toda la tropa los únicos que están muy tristes son la víctima y los nietos que no acaban de comprender como sus padres se deshacen de sus abuelos. Están aprendiendo. A los pocos meses muere triste y solo. Hay que oficiarle una misa. ¿Pero si el abuelo era agnóstico? Da lo mismo porque así le hace mas falta. Que no le pongan ninguna cruz en la lápida. Eso no puede ser, todas las lápidas del mundo la llevan.

El primero de noviembre hay que ir de nuevo a decorar los nichos. ¿A quien lo toca pagar las flores? Las cuatro familias compuestas por sus hijos-as, yernos, nueras y nietos-as llevan hermosos ramos en medio de esa gran muchedumbre, ese río humano que se forma todos los años en los camposantos. Delante del nicho las mujeres comentaran de pasada lo buenos que eran, mientras los hombres hablaran del Real Madrid.

Luis Viadel

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