¡Unidos se
puede!
11-5-16
Público
Vicenç
Navarro
Autor del libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015
Autor del libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015
Estamos hoy viviendo en España un
periodo que creo justo definir como histórico. Lo que ocurra en los
próximos meses definirá claramente el futuro de este país. Y si hay una
movilización de la mayoría de las clases populares podría iniciarse una
transformación profunda hacia una España mucho más justa y democrática, que
reconozca y celebre la plurinacionalidad del Estado español. Hará casi cuarenta
años desde que hubo una transición de una de las dictaduras más represivas que
hayan existido en Europa (según el experto en fascismo europeo de la
Universidad de Columbia en Nueva York, el Profesor Malefakis, por cada
asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió 10.000), a una
democracia muy limitada y a un Estado del Bienestar poco desarrollado. Hoy hay
posibilidades de que se haga otra transición.
Aquella primera transición ocurrió
en un contexto político en el que había un enorme desequilibrio de fuerzas,
pues en un lado estaban las fuerzas conservadoras que dominaban el Estado
español y la gran mayoría de los grandes medios de información y persuasión,
mientras que en el otro estaban las izquierdas, que lideraban las fuerzas
democráticas y que acababan de salir de la clandestinidad, de la cárcel o de la
vuelta del exilio. No podía haber un desequilibrio más marcado, y el dominio
del proceso de transición por parte de las derechas dejó su imprimátur en el
proceso y en su Constitución.
El Estado
resultado de aquella transición no era producto de una ruptura con el anterior,
ya que hubo ramas importantes del aparato del Estado que se mantuvieron
claramente bajo el control de los herederos de los que establecieron la
dictadura. Son consecuencia de ello la limitada democracia y la baja calidad de
la cultura democrática, el gran retraso social que vive este país, así como la
visión uninacional, radial, represiva de su plurinacionalidad (asignando al
Ejército la defensa de la siempre presente “unidad de España” -el eslogan de
los que realizaron el golpe militar fascista del 1936 contra la República
democrática-, unidad que, por cierto, no había sido cuestionada por ninguna
fuerza política republicana, puesto que no es lo mismo la redefinición que la
desunión de España). El President Companys, asesinado por las tropas fascistas
por separatista, quería redefinir, no desunir, España, estableciendo una España
plurinacional, poliédrica (en lugar de radial, centrada en la capital del Reino
–que tiene muy poco que ver con el Madrid popular, víctima también de aquella
visión borbónica del Estado), en la que los distintos pueblos y naciones de
España tuvieran la capacidad de decisión sobre su articulación con el Estado,
expresada democráticamente, sin que fuera impuesta por el Ejército una unión
forzada, como instruye la Constitución de 1978.
La supuesta
defensa de la “unidad de España”
Esta defensa de la “unidad de
España” era un eslogan y una excusa para mantenerse en el poder, perpetuando
las oligarquías financieras y empresariales y su claramente abusiva influencia
sobre las instituciones llamadas representativas y mediáticas del país. Como
consecuencia de ello, España, todavía hoy, casi cuarenta años después de
iniciarse tal democracia, es uno de los países con mayores desigualdades
sociales en Europa, con menor gasto público social (en sanidad, en educación,
en servicios sociales, en escuelas de infancia, en servicios domiciliarios, en
vivienda social, en transferencias a las familias, en programas antipobreza, en
prevención de la exclusión social, entre otros) por habitante, y con un Estado
con escasa capacidad redistributiva.
Ni que decir tiene que mucho se ha
hecho durante el período democrático, y muy en particular durante el periodo de
gobierno de partidos de izquierdas, en especial del PSOE, a nivel del Estado
central. Se hicieron avances importantes, con el establecimiento, por ejemplo,
del Sistema Nacional de Salud, entre otros.
Pero, sin
desmerecer lo conseguido, el hecho es que aunque el enorme retraso social se
redujo, tal retraso continúa. Ya antes de la crisis, España se gastaba 66.000
millones de euros menos de lo que debía invertir en gasto público social por el
nivel de desarrollo económico que tenía. Si nos gastáramos lo que se gastan los
países nórdicos de Europa -donde el mundo del trabajo ha tenido mayor poder
político en Europa desde la II Guerra Mundial-, y este gasto público social se
invirtiera creando empleo, tendríamos unos tres millones y medio de puesto de
trabajo más de los que tenemos, eliminando una gran parte del desempleo en el
país (en Suecia, alrededor de uno de cada cuatro adultos trabaja en los
servicios públicos del Estado del Bienestar; en España no llega ni a uno de
cada diez). Y ello es consecuencia de la gran debilidad del mundo del trabajo
en España (ver mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y
consecuencias. Anagrama, 2006). La integración del aparato del PSOE en la
estructura del Estado, sobre el cual el poder financiero y económico tiene una
enorme influencia, diluyó, en gran medida, su vocación transformadora. Y cuando
se presentó la crisis, la respuesta del PSOE fue típicamente neoliberal, como
también ocurrió con la mayoría de partidos socialdemócratas en Europa.
El
movimiento 15-M y su impacto en España
Era, por lo tanto, predecible que
surgiera un movimiento generalizado de protesta, que hizo de su denuncia de
este maridaje del poder financiero-económico con el poder político y mediático
el centro de su movilización. Rodearon los Parlamentos, incluyendo las Cortes
Españolas, señalando que no representaban a la población de los distintos
pueblos y naciones de España. Sus famosos eslóganes “no nos representan” y “no
hay pan para tanto chorizo” se extendieron por todo el país. El 82% de la
población, como mostraron las encuestas, señaló que estaba de acuerdo con tales
eslóganes. El hecho de que fuera tan eficaz en su denuncia fue por su
especificidad y credibilidad. El eslogan de la estructura del poder de que no
había otras alternativas a las políticas de austeridad que estaban imponiendo
(y digo imponiendo, pues no estaban en sus ofertas electorales) contrastaba con
datos que indicaban que sí que las había. En realidad, en las primeras
manifestaciones en la Plaza del Sol varios manifestantes mostraban, en tono
desafiante, a los medios de información que cubrían el evento, el libro Hay
alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España,
que Juan Torres, Alberto Garzón y yo habíamos escrito, mostrando que sí que
había alternativas (ver la imagen).
Se señalaba
en aquel libro y en aquel mensaje que el Sr. Zapatero había congelado las pensiones
(subrayando que no había otra alternativa) para conseguir 1.200 millones de
euros, cuando podía haber conseguido casi el doble, 2.100 millones de euros,
eliminando la bajada del impuesto de patrimonio (que benefició a la gente con
patrimonio). Y un tanto semejante ocurrió con los recortes de 6.000 millones de
euros en la sanidad que impuso Rajoy, millones que podrían haberse conseguido
sin recortes, eliminando la bajada del Impuesto de Sociedades de las empresas
que facturaban más de 150 millones de euros al año, y que representaban solo el
0,12% de todas las empresas de España.
Sus
consecuencias
El 15-M fue la movilización más
importante, y la que fue más eficaz en resaltar la pomposidad del poder,
señalando la enorme hipocresía y falsedad del discurso oficial del
establishment político-mediático, una denuncia que cuajó a lo largo del
territorio español. Mostró claramente el maridaje del poder
financiero-económico con el poder político-mediático, elementos clave de la
estructura del poder que utilizaban un discurso carente de credibilidad. Frente
a su “súper patriotismo”, se mostró su enorme servilismo hacia las políticas
neoliberales promovidas por el gobierno alemán y el establishment
político-financiero neoliberal que gobierna la Eurozona y el Parlamento
europeo, abandonando la soberanía española para el beneficio de los grupos
financieros y económicos que estaban consiguiendo lo que siempre habían
deseado, a saber, la disminución de los salarios y el desmantelamiento del
Estado del Bienestar. Presentarse como los defensores de España, un discurso
que alcanza su máxima expresión en la narrativa del Partido Popular, fundado
por ministros del Estado fascista, un partido corrupto hasta la médula, era de
una falsedad clara, aun cuando estuviera sostenida y ocultada por los mayores
medios, influenciados por aquellos poderes fácticos, como el capital financiero
y otras empresas del IBEX-35 (cuyo nivel de pago de impuesto es de los más
bajos de España).
Una decisión clave de muchísimos
participantes del 15-M fue que tal movimiento no podía limitarse a ser un
movimiento de protesta de carácter testimonial. Tenía que convertirse en un
movimiento con vocación transformadora, lo cual exigía una intervención en
aquel Estado a través de, entre otras instituciones, movimientos claramente
políticos que exigieran una nueva forma de hacer política y un cambio profundo
de dicho Estado, anteponiendo los intereses de las clases populares a los
intereses representados por aquellos que tenían una complicidad con los poderes
financieros y económicos (y que denunciaba el eslogan de que “no nos
representan”). Y así surgieron ya en las elecciones municipales del 24 de mayo
de 2015 muchos partidos (en su mayoría coaliciones de partidos nuevos y otros
no tan nuevos, pero con clara vocación de cambio dentro de un proyecto común)
que querían conseguir una democracia mucho más completa que la existente, y
además interrumpir las políticas neoliberales que estaban dañando tanto a las
clases populares de los distintos pueblos y naciones de España, revirtiendo
tales políticas, y también cambiar España, exigiendo el respeto y
establecimiento de una España plurinacional y poliédrica. En estos nuevos
movimientos el tema social y el tema nacional estaban claramente
interrelacionados. Estas formaciones iniciadas en las periferias, como por
ejemplo En Marea, Barcelona en Comú o Compromís, se aliaron con una nueva
fuerza política, Podemos, y de manera reciente con nuevas corrientes dentro de
IU que posibilitaron el gran cambio del 20-D.
El pánico del
establishment político-mediático del país se hizo patente ya entonces en el
hecho de que la alianza con estos movimientos fue vetada por dicho
establishment. La expansión ahora de tal alianza de todos estos partidos,
incluida IU, ha creado un enorme pánico en las derechas (PP y C’s) y en el
aparato del PSOE, los cuales ha respondido con el mismo eslogan que las
derechas en España siempre han utilizado: la defensa de la “unidad de España”
contra rojos y separatistas. La historia se repite, con la novedad de que esta
vez la dirección del PSOE está en el otro lado del que estuvo en el 1936.
El reto de
las fuerzas democráticas y progresistas
Hay que conseguir una gran alianza
de las fuerzas -incluyendo de las bases del socialismo español- que se oponen
al ataque al bienestar y a la democracia que ha estado ocurriendo en España por
parte de aquellos partidos, habiéndose iniciado con el gobierno Zapatero,
extendido con el PP y aplaudido por C’s. Hay que revertir estas políticas. Ni
que decir tiene que las derechas machacarán repitiendo que ello no es posible.
Y también, predeciblemente, algunas voces confusas de izquierdas podrán también
añadir que hay que ser realistas y no ser utópicos o pedir lo irrealizable.
Otros dirán que las propuestas hechas por las fuerzas progresistas no son
creíbles, y así, una larga lista de insultos y epítetos.
Pero la
evidencia es que sí que hay alternativas. En realidad están ocurriendo cambios
ya en Europa que indican el agotamiento y el rechazo hacia estas
políticas neoliberales. Y ahí es donde hay que señalar que los llamados
utópicos, antisistema y una larga retahíla de insultos, son los más realistas,
son los más creíbles, son los más comprometidos con la soberanía popular, y,
sí, hay que decirlo, los mayores defensores de esta España justa, democrática y
plurinacional, frente a las fuerzas de la reacción que desean continuar con las
políticas que han causado tanto daño a la gente normal y corriente de este
país. Así de claro.
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