Crimen sin castigo
Público
31-7-16
Luis Gonzalo Segura
Raskolnikof, personaje de la novela Crimen
y castigo (1866) de Fiódor Dostoievski, se dijo ante un golpe de
fortuna: no es mi inteligencia la que me ayuda, sino el diablo. Poco después
descargó tres hachazos en la cabeza de Alena Ivanovna, asesinó a la pobre
hermana de esta y logró escapar de la escena del crimen gracias a una serie de
circunstancias que también parecieran obra del maligno. Es lo que debió pensar
Juan Carlos I después del 23-F y es lo que indudablemente ha pensado Erdogan
después del golpe militar. Más que golpes militares han resultado ser golpes del diablo, golpes de suerte.
Dado que son estos mismos
personajes, los vencedores, los que escriben esa novela que llamamos historia,
han terminado por hacernos olvidar la parte del castigo. Ni tan siquiera sufren
fiebres, delirios o remordimientos, no caen enfermos. A
veces, se caen matando elefantes en compañía de costosas amigas entrañables,
pero poco más.
En ambos países se produjeron golpes
de estado que fracasaron y cuyos orígenes, intenciones y desenlaces se
encuentran bajo discusión. Por ello, creo que la comparación entre algunos
hechos y consecuencias de los mismos puede resultar revelador:
1. A ningún militar turco sublevado se
le hubiese ocurrido afirmar que actuaba en nombre de Erdogan. Sin embargo, eso
fue lo que sucedió en España, todos aseguraban actuar por el rey. Curioso.
Erdogan esgrime que abandonó un hotel justo antes de de ser
atacado y bombardeado por los rebeldes, lo que podría ser falso
o no, todavía no lo sabemos con exactitud. Por malo que sea el embuste, si es
que lo es, suena mejor que la coartada de Juan Carlos I:
¡Ninguna unidad militar intentó apresarle o silenciarle!
2. Erdogan estaba de vacaciones en el
momento del golpe y Juan Carlos I vestido de deporte… Aunque los servicios de
inteligencia eran conocedores de lo que iba a acontecer en ambas ocasiones.
3. Ciertamente, los espías jugaron un
papel clave en los dos golpes. Parece ser que fueron los que avisaron a Erdogan
del ataque que iba a sufrir, además de informar de decenas de miles de
involucrados, incluido un golpista que participó en el levantamiento aunque falleció dos
meses antes del comienzo de este. Participó en espíritu, se supone. En España, un espía íntimo del rey facilitó la llegada de
Tejero y los guardias civiles hasta el Congreso de los Diputados.
4. Si ya hemos comentado las simpatías
de Erdogan por Hitler en alguna ocasión, sería bueno recordar que la infancia
de Juan Carlos I se desarrolló entre la Italia fascista
de Mussolini, la Portugal de Salazar y las rodillas del libertador y demócrata Francisco Franco. Muy majos todos. No se le
recuerda al rey emérito condena alguna, enérgica o enerve, de la dictadura,
¿simpatía?
5. Cuando Erdogan supo que la
televisión había sido tomada por los golpistas intentó por todos los medios
hacer llegar un mensaje de movilización a la sociedad. Juan Carlos I se mantuvo
en silencio hasta casi siete horas después del golpe y más de cuatro horas
después de haber sido abandonada la sede de RTVE. Hay que recordar
que la Cadena Ser narró lo que sucedía en “la noche de
los transistores” y que podría haber sido un medio rápido para
hacer llegar un mensaje a los ciudadanos.
6. La preocupación de Erdogan por el
movimiento militar se antoja mayor que la vivida por Juan Carlos I cuando se
produjo el 23-F. Según Rebeca Quintans (Juan Carlos I, La biografía sin
silencios, 2016, AKAL), “A Sabino Fernández Campos no le sentó nada bien
encontrarse [el 23-F] en el despacho de Su Majestad un improvisado sarao, como
esos que se montaban en familia para ver el Festival de Eurovisión o la
entrega de los Oscar. Brindaban juntos la familia… y sus íntimos…”.
Diría que Erdogan se tomó con más profesionalidad lo del
golpe militar (hasta si lo preparó él o dejó hacer como algunos afirman) y
no organizó ninguna fiesta ni descorchó botella alguna (durante el golpe).
7. En Turquía se han producido combates
entre los militares partidarios de una y otra facción. En España, no hubo
combates porque la depuración llevaba más de cuarenta años y ni había entonces,
ni hay ahora, pluralidad ideológica alguna. Por ejemplo, estando
acordonado el Congreso de los Diputados los golpistas recibieron refuerzos sin
que ello fuera impedido en ningún momento por los militares que sitiaban a los
golpistas. Una vez terminado el golpe, Erdogan ha purgado a más
de 70.000 personas (de ellas casi 3.000 militares) y ha
aprovechado para hacer una depuración ideológica en distintas instituciones y
poderes. Entendiendo que las detenciones de militares pueden ser lógicas tras
un golpe de estado, siempre que se cumplan los derechos humanos y existan
garantías judiciales, no cabe duda que el exceso y la rapidez de la limpieza se
antoja oportunista. En el caso del 23-F no hubo detenciones masivas de
militares ni en ningún momento el rey sintió que la judicatura o cualquier
institución fuese un problema para su poder. En
general, ninguna estructura franquista resultó afectada por el fracaso del
golpe militar.
8. Lo que es inimaginable de Erdogan es
que llegase al extremo de defender a los golpistas como hizo Juan Carlos I en
su entrevista con el embajador alemán (encuentro mantenido con Lothar
Lahn el 26 de marzo de 1981). Más inverosímil resultaría el
ascenso a general de estos como ocurrió
en España (Juan Cañadas Lorenzo, Joaquín Tamarit, Blas Piñar Gutiérrez, Tomás
Rivera, Calderón o García-Almenta).
9. Erdogan ha solicitado a EE.UU. la
entrega de Fetulá Gulen,
el supuesto autor intelectual del golpe, mientras que
en el 23-F el general Alfonso Armada, supuesto autor intelectual, solicitó
a Juan Carlos I poder contar la reunión que ambos mantuvieron el
13 de febrero, diez días antes del golpe. Desde luego, sería
inconcebible en Turquía que el supuesto autor intelectual del golpe, Fetulá
Gulen, se hubiera reunido diez días antes con Erdogan y que solicitase permiso
para desvelar lo acordado en dicha reunión y que le fuese denegado.
10.
Tanto si un
golpe es real o se trata de una farsa como si fracasa o triunfa, hay algo
que invariablemente se repite: la presencia de los EE.UU.
En ambos golpes, me temo,
hay mucho más que la mano del diablo, entre otras cosas, porque también están
las de Erdogan y Juan Carlos I.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del
Ejército de Tierra.
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