Un muerto y dos
heridos en la guerra que nunca existió
Luis Gonzalo
Segura
9-9-16
“Nunca estuvimos en la guerra de Irak” afirmó
la deslenguada Esperanza Aguirre, una condesa de mentiras tan
elegantes como populistas y sangrientas. Un embuste que se repite una y un
millón de veces, por ella y por los que son como ella, por sus lacayos y por
los lacayos de sus lacayos, por la industria mediática y por todos.
Los primeros indicios, aunque no
suele ser fiable la información recibida en los primeros momentos de un fatal
incidente como este, no señalan en ningún caso hacia un atentado.
Sin embargo, más allá de la
desgracia, hay que preguntarse qué narices hacemos en Irak y por qué otro
muerto más. Muchos no querrán preguntarse y tratarán de oportunista
cuestionarse. Son los que quieren que todo continúe igual y que nada
cambie: Ahora entierro, bandera, desfile, fotografía con los familiares de las
víctimas para aumentar la popularidad, abandono institucional y silencio
mediático… Y viva España, que aquí todos somos muy patriotas.
Pero hay que preguntarse, hoy más
que nunca, si son y eran necesarias todas las muertes ocurridas en los
últimos años en Irak, Afganistán o en otros muchos lugares recónditos del
mundo. Es cierto que en muchas ocasiones el destino de un militar es morir,
pero morir por una causa mayor, por un bien común, por un servicio a la
sociedad. Una muerte útil, si es que tal composición no es un oxímoron. Debemos
interrogarnos, por tanto, si esta muerte lo fue y más allá de ello es
obligado cuestionarse si podemos evitar más muertes similares. Es una
deuda contraída con los fallecidos, con todos y cada uno de ellos. Con
Aarón.
¿Qué hacemos en Irak?
¿Qué hacemos en Irak?
Las piezas del puzle están, solo hay
que unirlas. Nuestros militares se supone que están en tareas de formación, como otros 300 militares norteamericanos,solo que estos
últimos resultaron ser de operaciones especiales y fueron descubiertos en
primera línea de fuego hace poco. Cosas de perderse en los mapas, se supone.
Mientras todo esto sucede, Arabia Saudí se convierte en el primer comprador de armas del mundo
y en uno de los mejores clientes de España. La monarquía absolutista,
hablo de Arabia Saudí no de España, es según Claudia
Roth, videpresidente del Bundestag alemán, el mayor exportador de terror de
Oriente Próximo (declaraciones que no han trascendido a pesar
de la gravedad de las mismas). Resulta evidente, pues, que las armas
le llegan al Estado Islámico de algún sitio, no es que las cultiven.
Y en esto aparecen armas españolas,
de la empresa Instalaza (antigua empresa de Pedro Morenés) y de
otras, en la mayoría de los conflictos armados del mundo: Yemen, Siria,
Libia… Donde exista una confrontación bélica, ahí están nuestras armas (sus
armas). Gracias al encomiable esfuerzo del Instituto Delàs (Jordi Calvo, Tica Font, Eduardo Melero, Pere Ortega…) sabemos que existen
armas españolas en Siria o Yemen, informaciones que también se han visto
confirmadas por fotografías y artículos en Vice News e incluso en The New York Times. Nadie puede negar que son armas made
in Spain, Marca España.
También sabemos que las
exportaciones de armas suman el 1,7% del total y que ya suponen el 0,9% del
PIB… Y el negocio no para de crecer.
Por tanto, si por un lado estamos
formando a aquellos militares que se tienen que enfrentar contra el Estado
Islámico, pero por otro estamos poniendo en circulación armas que terminan en
sus manos de forma indirecta y/o accidental, ¿Cómo puede ser que esta
situación no sea un escándalo mayúsculo?
¿Por qué seguimos enviando militares
a Irak a la vez que fabricamos armas que terminan en manos del Estado Islámico?
La realidad, innegable, es que todo
forma parte de un gran negocio. El Estado Islámico se alimenta de nuestros
negocios y nuestros negocios se alimentan del Estado Islámico, y todos de la
guerra. Así pues, cuanto más dure la guerra, mejor para todos, y cuando se
termine, se busca o se crea otra, se inventa o lo que haga falta. Esa es la
cruda realidad. Guste o no guste, nuestros militares no deberían estar en Irak,
jamás deberían haber estado allí, no al menos haciendo lo que hicieron, no al
menos sirviendo a las empresas que sirvieron. Y este lamentable accidente,
pudiera ser que también se hubiera producido en nuestro país, pero bien pudiera
suceder que no, y lo que es seguro es que jamás se debería haber producido en
Irak.
Por si fuera poco, a estas alturas
todos sabemos el desastre causado por las intervenciones militares en Oriente
Próximo. Si Irak fue y es un error más que indiscutible que no
requiere de mucha argumentación, basta afirmar en el caso de Afganistán
que a día de hoy los talibanes ya controlan a dos millones de afganos. Tantos
muertos, millones, tanta sangre derramada y tantos militares enterrados para
nada, para llenar los bolsillos de avariciosos empresarios y políticos
corruptos y amorales…
Ningún militar español debe volver a
fallecer, aunque sea accidentalmente, al servicio de la industria de la guerra,
que es lo mismo que decir al servicio de Rajoy, Morenés, Aznar, Zapatero,
Bono, Chacón… Sobre todo, porque al final, los muy bellacos, ni siquiera
recuerdan que estuvimos en la guerra, si acaso que veraneamos
en ella.
Sea como sea, DEP.
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