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Atado y bien atado (70 años después)
19-11-16
El mediocre traidor y rebelde general
Franco, además de mala persona, antes de morir se convirtió en un auténtico
vidente que predijo eso de las ataduras.
Hoy, muchos años después, hemos de reconocer
que tenía razón. Hace algún tiempo un alcalde de pueblo (lo digo como elogio,
sin connotaciones peyorativas) fue procesado porque dijo que la”Justicia era un
cachondeo”. Ayer, un amigo mío, al oír la sentencia para el juez Baltasar Garzón aseguraba que en
este país “la Justicia es una mierda”. Como lo dijo “sotto voce” espero que no
lo empapelen.
Aún así, aunque no se pueda hablar de los
jueces, yo me adhiero a Gaspar Llamazares no acatando la sentencia del juez
Garzón porque entre otras cosas, esta forma de actuar de los magistrados, me
recuerda al tristemente famoso TOP (Tribunal de Orden Público del
nacionalcatolicismo)
El general traidor Franco era una mala
persona pero muy hábil. Cuando sus compañeros de viaje Hitler y Mussolini murieron,
solamente quedó él como dictador fascista y con los millones de crímenes que se
habían cometido bajo esta ideología en el mundo, ya no estaba bien visto. Los
americanos montaron el Tribunal de Nuremberg y procesó y condenó a los
criminales nazis. Muchos huyeron, sobre todo a nuestro país donde el dictador
“por la gracia de dios” les acogió y blindó contra la barbarie de los
defensores de los derechos humanos. Ni Franco, ni la Iglesia Católica se sentaron en el banco de los acusados por
colaborar con el nazismo.
Los americanos montaron sus bases en España y
“convirtieron” al traidor y asesino Franco en un dictador “respetable”, “amigo
de los EE.UU”. La Iglesia Católica por su parte, a cambio de numerosas
prebendas de las que todavía sacan
provecho, hizo de una Guerra Civil, una Cruzada. En una palabra “santificó” un
alzamiento militar, una rebelión y una guerra que duró tres años con miles de
muertos y heridos. Hambre, miseria, dolor, mucho dolor…A lo largo de la
Historia la Iglesia se ha caracterizado por su “debilidad” con los dictadores,
cuanto más sangrientos mejor, siempre que estos entraran en su juego de la
participación divina.
Llegó el momento de la vía libre para la
venganza. En los primeros años de la Paz de Franco que tanta propaganda nos
hizo tragar, se cometieron las mayores tropelías, injusticias y asesinatos.
Un juez, Baltasar Garzón, intenta que
nuestros muertos puedan ser identificados y colocarlos en nichos o tumbas,
donde puedan descansar toda la eternidad, pero llega la Justicia de Franco y
sus Jueces y lo machacan. Un magistrado que ha hecho por este país más que el
resto de la judicatura, se sienta en el banquillo de los acusados. Increíble,
bochornoso…indecente.
Uno se ha levantado esta mañana, empapado en
sudor, con taquicardia, la boca seca y un dolor de cabeza terrible. He soñado
que los falangistas, (los mismos que han denunciado con tanto éxito al juez que
les quería investigar), armados hasta los dientes, sacaban, a primeras horas de
la mañana, a la gente de sus casas (hombres, mujeres ancianos y niños) al haber
sido denunciados por el cura del pueblo o la monja, ama de llaves, como rojos
judeomasónicos, haciendo honor, una vez más, a su habitual caridad cristiana.
Nos han llevado a una cuneta y nos han fusilado junto a una zanja que ya tenían
preparada para nosotros.
No fue precisamente ese momento el peor,
porque mientras me iba muriendo temblaba solo de pensar que tenían que pasar 70
años más para que nuestros descendientes nos pudiesen identificar y enterrar
dignamente sacándonos de esas cunetas próximas a la valla del cementerio, al
lado de la carretera.
No fui capaz de identificar, con los ojos
bañados en lágrimas, a mis progenitores, a mi familia y nunca sabré si el niño
o niña que cayó a mi lado con la cara ensangrentada era mi hija, mi hermanito o
mi vecina. Los falangistas siempre actuaban con extrema frialdad y rapidez, era
necesario, decían, eliminar a sus descendientes, matar a la bicha y a sus
polluelos.
Luis Viadel
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