Cinco (falsos) mitos sobre la masturbación
08/09/2016
La masturbación da
acceso al séptimo cielo, pero durante mucho tiempo esta actividad ha sido
desprestigiada y acusada de numerosos males. En la actualidad la mayoría de los
sexólogos la recomiendan y se practica de forma más libre. Sin embargo, sigue
habiendo algunos prejuicios al respecto...
Sólo los solteros frustrados se masturban
Falso.
El típico cliché del soltero que no consigue encontrar pareja y no le queda
otra que darse placer... ¡Pues no! Se puede estar soltero, estar perfectamente
feliz y tener orgasmos acariciándote. Ya sea con las manos o con un juguete
sexual, pensando en fantasías o en recuerdos o viendo una película porno, la
masturbación permite entrar al séptimo cielo de una forma tan sencilla que no
deberíamos dejar pasar la oportunidad. Las endorfinas segregadas en el momento
del orgasmo son relajantes y desestresantes. Numerosas personas reconocen
dormir mejor tras un pequeño (o gran) placer.
Si te masturbas cuando tienes pareja, es que estás
un poco falto
Falso.
¡Atención, que viene un enorme cliché a la vista! Por tocarse no significa que
haya carencias en la pareja. Son placeres diferentes y complementarios. Es como
si tuviéramos que elegir entre tarta de queso o bizcocho de chocolate, cuando
en realidad nos gustan los dos. Las caricias solitarias son un placer, ya sea
porque es lo que nos apetece en ese momento, porque estamos estresados o
porque, de lo contrario, nos sentimos perfectamente y un poco pícaros. Además,
cuando llevas viviendo con tu pareja desde hace tiempo, la libido tiene sus
altos y sus bajos y la masturbación ayuda a sobrellevar mejor los bajos
de tu pareja.
Hay personas que, al
descubrir que su pareja se masturba, se lo toman como una traición y se sienten
molestos y decepcionados. No obstante, cada cual es independiente en su deseo y
su placer, y esto hay que aceptarlo para llevar una vida de pareja plena.
Evidentemente, si la
vida sexual de la pareja no es satisfactoria y la masturbación está ahí para
cubrir una falta duradera, es (MUY) recomendable hablarlo juntos, o incluso
consultar a un sexólogo.
Es malo para la salud
Falso.
Desde hace tiempo, la masturbación ha recibido todo tipo de acusaciones: que si
provoca ceguera, que si deforma el pene, que si te deja estéril, que si produce
acné... Por suerte, ninguna de estas afirmaciones es cierta. La masturbación es
una buena forma de darse placer, fácilmente y sin culpabilidad.
El único caso en el
que es patológico es cuando se convierte en algo compulsivo. Entonces responde
a un malestar o a una angustia excesiva y se caracteriza por una pérdida de
control (la persona no puede dejar de masturbarse). En ese caso tiene
repercusiones en la vida social, profesional y/o personal y provoca un gran
sufrimiento. Ahí se necesita una consulta especializada en alguna clínica de
adicción para salir de ese círculo vicioso.
Hay que masturbarse para sentirse realizado
sexualmente
No necesariamente. Hay que reconocer que tocándonos aprendemos cómo
funciona nuestro cuerpo y qué medios necesita para alcanzar el orgasmo. En el
caso de las mujeres, suele ser por medio de la estimulación del clítoris.
Estimular el punto G (que forma parte de las zonas internas del clítoris) o el
fondo de la vagina también funciona para muchas mujeres, tanto con los dedos
como con un juguete. De este modo, las mujeres pueden reproducir sus estímulos
durante las relaciones sexuales o enseñar a su pareja cómo debe hacerlo.
No obstante, hay
personas que tienen una vida sexual muy feliz a pesar de no tocarse: aprenden
con sus amantes, que saben hacerlas gozar.
Favorece la eyaculación precoz
Depende.
Si el hombre se masturba siempre muy rápido por miedo a que le pillen, puede
acostumbrarse a acceder al máximo placer de forma muy rápida, y repetir ese
esquema también durante la penetración. En cambio, si se toma su tiempo, la
masturbación le ayudará a conocerse mejor y a controlarse, retrasando así el
umbral de la eyaculación.
Este post fue publicado originalmente en la edición
francesa de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del
francés por Marina Velasco Serrano
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