Buscar este blog

martes, 18 de abril de 2017

Muere el abogado de las víctimas del franquismo

Muere Carlos Slepoy, abogado de las víctimas del franquismo

'Público' suspende el homenaje que tenía previsto al jurista, fallecido a los 67 años hace escasas horas por un fallo multiorgánico, el próximo jueves 20 de abril con el estreno del galardón Derechos Humanos de este periódico
 MARÍA SERRANO
“España ha permitido el olvido, la desmemoria y, lo que es más grave, la legitimación de los dirigentes franquistas”. Carlos Slepoy Prada nunca dudó, durante su ejercicio como abogado en España desde 1979, de que en la España del 36 se había cometido un verdadero genocidio. "Una limpieza sistemática", recordaba en una reciente entrevista el abogado argentino, defensor de los Derechos Humanos e impulsor de la querella argentina para la investigación de los crímenes del franquismo.
Slepoy tenía la mirada limpia. No albergaba ninguna duda de que había existido el asesinato, la tortura, el terror más absoluto por parte de un grupo de paramilitares, como ocurrió en su Buenos Aires natal casi cuarenta años más tarde. No era capaz de ocultar su sensibilidad ante tantas víctimas, vencidas por la extraña memoria que había tenido con ellos su propio país. No quiso ser espectador de aquella injusticia y se convirtió en abogado activo de miles de víctimas del régimen de Franco, impulsando la querella en el año 2010. Con la apertura de este proceso, ponía en evidencia la impunidad de la Justicia española con los crímenes de su pasado más reciente. Carlos también había aprendido a vivir con el odio de otra dictadura que le había tocado muy de cerca.


Los "chanchos" de la U9 de La Plata
Carlos Slepoy viviría en Argentina las palizas de la represión en el año 1977. Dos semanas antes de que estallara el golpe de Estado de Jorge Videla, el joven Carlos fue encarcelado en varias prisiones y centros de tortura. Entre ellas, la Unidad Carcelaria número 9 de la Plata.
Una placa reza hoy junto a la prisión bonaerense en recuerdo de aquellos presos. "La dictadura militar asesinó e hizo desaparecer a luchadores y familiares que soñaron un país más justo y que comprometieron su vida en la defensa de los derechos humanos". Este jurista argentino luchó por la reparación de sus compañeros, de los desaparecidos y asesinados y de los que aún siguen vivos. Participó como testigo en el juicio de sus propios carceleros, donde contaría las vivencias en las celdas de castigo conocidas en la U9 de la Plata como "chanchos". Los presos políticos tenían calabozos de tres metros de anchura, ingerían guisos hirviendo sobre sus platos. Slepoy, al igual que sus compañeros, tenía que arrojar al suelo de cemento este alimento para no desfallecer de hambre. Los carceleros retiraban los platos en pocos minutos. Llegaban a beber agua de las letrinas para tomar algo de líquido con lo que subsistir.
Su duelo carcelario terminaría a finales del 77, cuando fue trasladado por una orden hasta España, donde fijaría su residencia. El miedo de aquellos días nunca lo borró de su memoria. "Me llevaron a La Plata esposado y en tren. La gente pasaba al lado mío y ni siquiera miraba", recordaba el abogado.
Slepoy sabía que en Argentina sí se juzgaba a los verdugos. Con más de mil seiscientos represores procesados en su país, Carlos siempre recordaría que en España la Justicia miraba para otro lado. No entendía la impunidad de los jueces. Así lo trasladaba a los lectores de Público en una reciente columna escrita el pasado 18 de julio, en el ochenta aniversario de la Guerra Civil. “¿Serán capaces los jueces españoles de cumplir con los elementales principios que adoptó la comunidad internacional hace ya setenta años? Expresamos nuestro convencimiento de que muchos sí lo harán y abrirán el camino a la reconciliación de las víctimas, no con los criminales, sino con la administración de justicia de este país".

La causa contra el franquismo y la querella

En el año 2007, actúo como abogado de la acusación popular en los juicios que instruyó el juez Baltasar Garzón contra el dictador Videla y otros miembros de la dictadura argentina. Su batalla daría frutos. La Justicia española condenó al exmilitar argentino Adolfo Scilingo a 1.084 años de prisión. También participaría en las causas contra el exteniente argentino Ricardo Cavallo, el exdictador chileno Augusto Pinochet y el ex dictador de Guatemala Ríos Montt.
Ya en el año 2010 pone en marcha el proceso clave para la recuperación de la memoria en España, la apertura de la querella argentina. La iniciativa sería anunciada tras conocer que el juez Baltasar Garzón se sentaría en el banquillo por investigar los crímenes del franquismo. "El objetivo es evitar que esos crímenes queden impunes", explicaba entonces Slepoy. Carlos haría entonces un llamamiento a los familiares de los 113.000 desaparecidos para que denunciaran los crímenes en la querella.
El proceso se iniciaba con dos querellas el 14 de abril de 2010, y en enero de 2013 habían aumentado hasta 150. La lista no paraba de sumar nombres de víctimas que se acogían al doloroso y esperanzador proceso en todo el país.
Las primeras resoluciones de la jueza argentina María Servini de Cubría ordenaban la captura de cuatro exmiembros de seguridad del franquismo acusados de torturas. Contra los acusados -Jesús Muñecas Aguilar (ex guardia civil ), Celso Galván Abascal (exescolta de Francisco Franco y de la Casa Real), José Ignacio Giralte González (exmiembro de la Brigada Político Social) y José Antonio González Pacheco, alias Billy El Niño (exinspector)- pesaba una orden de captura internacional para que fueran extraditados a Argentina.
La lista seguía sumando culpables. En 2015, 17 altos cargos del franquismo y de la Transición, entre ellos Martín Villa y Utrera Molina (el suegro del exministro Gallardón), afrontaban órdenes de captura por crímenes de lesa humanidad y genocidio.

El pasotismo de la Justicia española

Sin embargo, la Justicia en España ponía resistencia a la extradición basándose en los principios de prescripción. No se declinaría a juzgar a los responsables. Slepoy volvía a contemplar como se vivía en España "un bochornoso espectáculo de impunidad con la causa del franquismo".
Sin hacer caso a las peticiones de la Justicia argentina, Slepoy lucharía hasta sus últimos días para hacer efectivo el proceso en la búsqueda de la verdad y el convencimiento de que esta importante querella conseguiría tramitar condenas efectivas. Sin embargo, el abogado recordaría que "esa realidad por ahora estaba un poco lejana".
La querella continúa sumando testimonios de familiares de desaparecidos, asesinados o torturados por el régimen de Franco y su anterior guerra. La causa de Slepoy sigue su curso con una trayectoria marcada, que podría lograr el fin de este complejo proceso.
A la memoria de Carlos y los suyos.




Público
17-4-17
Alejandro Torrús
Redactor de Memoria Histórica de ‘Público’

Hace ya cinco años que me obligaste a sentarme frente a ti. A relajarme. A dejar de hacer preguntas y a reflexionar sobre una. “¿Crees que todo esto que hacemos es para reparar la historia y estar bien con nuestra memoria?”. Me lo preguntaste así. A bocajarro. Tímido y cortado, no sabía qué responder. Los periodistas siempre tenemos miedo a quedar como los inútiles que somos delante de nuestras fuentes. Balbuceé algo que no recuerdo muy bien y entonces vino la explicación.
Soy incapaz de entrecomillar aquellas palabras (nunca llegaría a la altura de lo que dijiste) pero viniste a transmitirme la idea de que esto no era Memoria Histórica o, al menos, no sólo era eso. Me hablaste de que la lucha por la Justicia de las víctimas del franquismo es presente y futuro, nunca pasado. Por nuestro presente y por el futuro de las nuevas generaciones. De que se haga Justicia con nuestros mayores depende que nosotros podamos vivir en un país mejor, que garantice mejor nuestros derechos y que nos asegure que nunca más volverá a pasar lo que pasó. Y que nunca más quedará impune. Además, añadiste a la ecuación el componente internacional. “Si hoy violan los derechos de los argentinos, mañana podrán ser los tuyos. La justicia universal no es más que aplicar la solidaridad entre los pueblos”. De esa frase sí que me acuerdo. Cómo olvidarla.
Hoy te has ido. Pero con nosotros queda todo lo que nos has enseñado. Nos queda tu ilusión, tus ganas de luchar y tu convencimiento de que la lucha por los Derechos Humanos siempre se gana. Recuerdo uno de tus excelentes discursos sobre la pronta victoria de las víctimas del franquismo. Levantaste al público, que te aplaudía con fervor. Te pregunté que por qué decías que todo iría bien si casi nunca sucede con las víctimas más humilladas de este país. Me dijiste entonces que la lucha por los Derechos Humanos siempre se gana, pero que las batallas son largas y hay que mantener a las tropas con ilusión y con ganas de luchar.
Y aquí seguimos, Carlos. En la lucha. Tú nos enseñaste que aquellos que cierran hoy las puertas de la justicia universal en España, que aquellos que niegan la justicia para las víctimas de la dictadura, que protegen al torturador Billy el Niño, que nos impiden buscar a los bebés robados… no son más que cómplices de un genocidio. Que podrán acumular todos los cargos, insignias, poder y medallas, pero que nunca tendrán nuestro respeto.
Dice el famoso tango, ese que tanto nos gustaba, que el siglo XX fue y será una porquería. Y vaya si lo fue. Que los que hoy se llaman señores bien pueden ser ladrones. Y eso que cuando se compuso Cambalache la inmensa mayoría de tragedias del siglo XX todavía no habían tenido lugar. El siglo XX aún tendría que ver aún, entre otras barbaridades, la Guerra de España y la feroz represión franquista que se extendió durante 40 años, el asalto al Palacio de la Moneda, la dictadura militar argentina y sus viajes de la muerte y tantas y tantas invasiones.
Por eso tú fuiste tan importante, Carlos. Porque si en el siglo XX, como dice la canción, nos hemos revolcado en el lodo de los cochinos… tú, Carlos, tú nos ayudaste a limpiarnos, a ponernos ropa limpia y a salir ahí fuera a pelear por nuestra dignidad y por la de los nuestros. Y tu batalla fue infatigable. Ni una maldita silla de ruedas pudo frenarte. Afrontaste con una sonrisa cada uno de los reveses de la vida y para colmo tenías una broma que gastar a cada uno de los que te rodeábamos. “Che, Alejandro, ¿que nos hizo el Elche hoy? ¿Ganamos la Liga o nos están robando?”, me decías a menudo.
Hoy solo se me ocurre despedirme de ti lanzándote el mensaje que tantas veces me mandaste tú a mí. Que la lucha sigue. Que nunca termina. Y así será, Carli. Tienes todo mi compromiso de que no vamos a parar ni un segundo. Que vamos a seguir denunciando injusticias, tejiendo redes, construyendo solidaridad y siguiendo tu ejemplo. La lucha sigue, Carlos, y vamos a ganar.
Gracias por tanto. Gracias de todo corazón.


Carli Slepoy, ejemplo de humanidad y lucha… Hasta siempre

Jorge Fonseca
Profesor en la Universidad Complutense de Madrid
Ha fallecido Carlos Slepoy. Resulta muy difícil y duro escribir sobre una persona muy querida cuando se está partido por el dolor de su pérdida. Si esa persona es además alguien que ha hecho honor a la humanidad el dolor es más fuerte. Esa es la situación en la que escribo (escribimos, debería decir, todas las personas que le lloramos) estas líneas sobre nuestro amadísimo Carli, Carlos Slepoy, el grandísimo ser humano, el grandísimo defensor de derechos humanos. Carli es uno de los abogados que junto al juez Baltasar Garzón impulsó la Justicia Universal. Inició las causas contra los genocidas de la dictadura cívico-militar argentina dirigida por Videla,  que dieron lugar a  que se detuvieran en España a varios torturadores argentinos que fueron parte del aparato represivo que implantó el terrorismo de Estado causante de la muerte de decenas de miles de personas, de las cuales más de 30.000 están “desaparecidas”, es decir  asesinadas y arrojadas al mar o a fosas comunes. Carli es también unos de los principales impulsores de la  querella argentina contra los crímenes del franquismo, iniciada  el 14 de abril de  2010 –la coincidencia con el día de la República no es casualidad-, también uno de los abogados que promovió el juicio contra el régimen terrorista de Pinochet, juicio que provocó que el genocida dictador Pinochet estuviera detenido dieciséis meses en Londres. También promovió el juicio contra el genocida guatemalteco Ríos Montt.
La historia de Carli es una historia de amor a la vida y a la humanidad. Desde que se graduara de abogado en Argentina, ejerció como laboralista y creó una red de defensores de activistas sindicales y políticos junto a otros once colegas. Cinco de ellos fueron posteriormente asesinados “desaparecidos”.  Carli, militante político revolucionario, de la izquierda que entiende que en el capitalismo son imposibles  la justicia y la democracia verdadera, pero que luchar por ellas es luchar contra el capitalismo y por una sociedad humanizada, fue detenido en marzo de 1976 unos días antes del golpe de Videla, cuando el gobierno de Isabel Perón y su brazo derecho López Rega había desplegado los terribles escuadrones de la muerte. Fue llevado a  la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), que ya empezaba a funcionar como centro clandestino de torturas de secuestrados, y que después del golpe cívico-militar se convertiría en el mayor centro de  tortura y exterminio del régimen terrorista, donde  fue sometido a tortura incluyendo un simulacro de fusilamiento. Posteriormente su detención fue “legalizada” y enviado oficialmente  a un penal estatal, donde igual que el resto de detenidos políticos sufrió otras diversas formas de maltrato. Su compañera Andrea- madre de sus hijos- y una de sus hermanas también fueron secuestradas y liberadas al cabo de unos días. La presión familiar y de organismos defensores de detenidos políticos consiguió que la dictadura lo deportara a España a fines de 1977. Desde entonces Carli fiel a su ética siguió defendiendo trabajadores y con el resto de exiliados argentinos denunciando los crímenes de la dictadura y trabajando por el retorno a la democracia en Argentina. En ello estaba cuando a principios de 1982  un guardia civil español borracho y fuera de servicio,  le dejó inválido de la cintura para abajo con un tiro por la espalda, cuando Carli intervino para pedirle que dejara de intimidar con su arma a unos adolescentes en una plaza de Madrid. Desde entonces los problemas de salud derivados de esa situación fueron frecuentes, pero Carli siempre los llevó con fortaleza y sin perder su eterna sonrisa que no olvidaremos jamás. En los últimos años, las secuelas de aquel atentado se agravaron hasta llevarlo a la muerte. Muerte que le llega después de un largo periodo de recaídas en su salud, quebrada hace treinta y cinco años por aquel impune disparo a traición.

A pesar de su dura vida cotidiana debida a las secuelas físicas de aquélla criminal agresión, Carli no descansó hasta el último momento en su trabajo por los derechos humanos universales, no dejó de luchar ni de sonreír. Por ese trabajo, recibió numerosos reconocimientos. Precisamente para este jueves 20 estaba prevista la entrega del Premio Internacional de Derechos Humanos concedido por el Diario Público, en el que todos los que le amamos esperamos estar. Sin embargo Carli, ante cada reconocimiento, con sincera humildad, decía que el mérito era de los movimientos sociales y organismos de derechos humanos, especialmente de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, símbolo universal de la de denuncia de las violaciones y de la lucha por la verdad, la memoria y la justicia. Estos días Estela Carloto, referente de Abuelas de Plaza de Mayo, decía a la familia de Carli que éste era el más maravilloso ser humano. Nos adherimos todos los que le conocemos.
Carli dedicó su vida a defender derechos y a dar amor, por eso somos inmensa legión las/los amigas y amigos, familiares, que hoy nos sentimos huérfanos, junto a sus amados Natalia, Paula y Óscar, y lloramos su muerte. Pero no olvidaremos que Carli no dejó nunca de luchar. No dejaremos de reclamar memoria, verdad y justicia. No dejaremos de creer que una humanidad socializada es posible y necesaria. Recordaremos a Carli con su sonrisa eterna, su voz y su guitarra. Buen guitarrista y mejor cantante, con  voz de tenor con marcado acento porteño –cordobés yo, le decía en broma que “le operaríamos” ese acento, pues a los no porteños les suena como altanero, muy lejos de la personalidad de él-. Ni olvidaremos las guitarreadas con asado que reunía a argentinos, latinoamericanos y españoles que sin renunciar a nuestros orígenes y patrias creemos que la única patria grande es la Humanidad. Nos resonará para siempre su voz cantando entre todos Hasta Siempre, canción que nos une a todos los que no queremos dejar de sentir “en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo” como escribió el Che en la despedida a sus hijos. Los hijos de Carli, y todos los que le queremos, no nos olvidaremos de ello y asociaremos siempre con Carli aquéllos versos del revolucionario  Julius Fucik  que como recuerdan sus hermanas Silvia y Norma, Carli leía en su adolescencia junto a  ellas: “Amaba la vida y por su belleza marché al campo de batalla.  Humanidad os he amado. Que la tristeza jamás sea unida a mi nombre. Llorad un momento, si creéis que las lágrimas borrarán el triste torbellino de la pena, pero no os lamentéis. He vivido para la alegría…. Agravio e injusticia sería colocar sobre mi tumba una tristeza”. Te lloramos Carli, pero con pena que es semilla de vida y alegría por haber compartido vida y luchas con vos querido amigo, querido hermano, querido padre, querido abuelo, querido suegro, querido tío, querido compañero. Porque estas sencillas palabras las escribe todo un inmenso amor colectivo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario