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sábado, 26 de agosto de 2017

La semilla del odio

Mónica G. Prieto y Javier Espinosa / Periodistas y autores de ‘La semilla del odio’
“Que Aznar, Bush y Blair sigan dando conferencias ayuda a que ISIS siga reclutando gente”
Patricia Simón
Ctxt
Gijón | 23 de Agosto de 2017
Público

Mónica G. Prieto y Javier Espinosa son dos de los reporteros de guerra españoles en activo más experimentados y reconocidos. Entre los dos han cubierto más de una veintena de conflictos en África, América Latina, Asia y Oriente Próximo. Resultado de sus doce años viviendo y cubriendo esta última región han publicado Siria, el país de las almas rotas y La semilla del odio. De la invasión de Irak al surgimiento del ISIS, dos libros fundamentales para entender la transformación que ha vivido el mundo a raíz del 11-S. 
Tras cubrir la ocupación israelí de Palestina viviendo como corresponsales en Jerusalén, la invasión y posterior guerra civil de Irak, las primaveras árabes, y la revolución y guerra siria –mientras vivían en Líbano durante siete años–, Mónica G. Prieto y Javier Espinosa se trasladaron hace dos a Asia, donde continúan su labor como corresponsales -él para El Mundo- y ella como freelance. Como cierre de su etapa árabe, han publicado dos tomos, que suman más de 1.000 páginas, en los que documentan cómo el ISIS, la guerra siria, el actual éxodo de refugiados y el auge de los discursos fascistas en Europa son resultado de la invasión ilegal de Irak.

Empiezan La semilla del odio describiendo “Sadamistán”, como llaman a la sádica dictadura irakí de Hussein que, según investigaciones de organismos como Human Rights Watch, habría asesinado y desaparecido a más de 250.000 personas, entre ellas 100.000 kurdos –para lo que empleó incluso gas mostaza–. Pero también lo fresca que estaba la huella de Estados Unidos por la primera guerra del Golfo cuando suenan los tambores de guerra en 2003: el empleo de uranio enriquecido que provocó un aumento del 220% de casos de cáncer y de nacimientos de bebés con malformaciones; o los ataques con bombas de profundidad que acabaron, por ejemplo, convirtiendo un refugio nuclear en una fosa común con más de 400 muertos. En el libro explican que la mayor parte de la población no opuso ningún tipo de resistencia a la ocupación porque no estaban dispuestos a dar su vida por el régimen, pero entiendo que también porque sabían que no tenían nada que hacer ante el poderío militar estadounidense, ¿no es así?
Mónica G.Prieto. La desproporción de fuerzas fue extraordinaria: la potencia estadounidense era de risa comparada con la de Irak. El pueblo iraquí sabía que no tenía capacidad de sublevación y estaba agotado tras tres décadas de régimen, la guerra contra Irán --que acabó con más de 1.000.000 de muertos–, la del Golfo, diez años de sanciones… Los iraquíes fueron prácticos, esperaban que le quitaran a Sadam de encima y luego ya verían. El problema es que lo que vino fue más inestabilidad, criminalidad, medidas de los ocupantes dirigidas a la confrontación. Y eso fue lo que alimentó la insurrección.

Una insurrección, que empezó a gestarse apenas dos meses después de la invasión. “Los más negados y depauperados por el régimen empezaron saqueando las instituciones gubernamentales, pero pronto también las escuelas, los museos…  Se llevaban hasta los goteros de los heridos de los hospitales, sin que las fuerzas ocupantes movieran un dedo. Cuando los iraquíes vieron que los soldados estadounidenses sólo protegían los ministerios del Petróleo y las Finanzas, sus recelos se confirmaron. Definimos este libro como una crónica de oportunidades perdidas porque los americanos cometieron muchos errores en muy poco tiempo: la política de desbaazificación --prohibición de trabajar a todos los afiliados al partido único del Baaz, de mayoría suní-- supuso condenar a la pobreza a un 20% de la población; la supresión de las fuerzas armadas y el no decretar un toque de queda terminó sumiendo al país en un estado de anarquía ante el que la autodefensa se impuso como norma”, explicaba Prieto en la presentación en Gijón del libro.
En sus páginas leemos: “La política de gatillo fácil, aplicada por Estados Unidos y por las decenas de miles de mercenarios que ejercían de soldados de fortuna, a cambio de sueldos astronómicos y amparados por una completa impunidad, fue directamente proporcional a la expansión de la insurgencia”.

Una insurgencia que se gestó en cárceles gestionadas por Estados Unidos, como la de Abu Graib, cuyas torturas avergonzaron al mundo a través de unas infames fotografías en las que se mostraban a hombres desnudos bañados en excrementos en posiciones humillantes o siendo aterrorizados por perros, y otras de montañas humanas junto a las que se fotografiaban risueños soldados en actitudes cuyo grado de enajenación cuesta comprender.
En estas prisiones, a las que los autores definen como “escuelas de odio”, llegaron a recluirse simultáneamente entre 6.000 y 10.000 hombres --de entre once y setenta y cinco años--, según les confesó una fuente estadounidense a los reporteros. En una de ellas fue donde Samir, antiguo coronel del régimen, se convirtió en Haji Baqr, estratega del ISIS: “Su inquina hacia los ocupantes sólo creció tras ser encarcelado en Camp Bucca y su peligrosidad aumentó al descubrir el potencial de descontento que albergaban los extremistas islámicos (....) El oscuro exoficial iraquí que dirigía a los fanáticos sin postrarse nunca a rezar, de quien se decía que era laico y bebía alcohol, el que aunaba a los repudiados suníes en torno a la organización salafista unidos por la causa común, y quien manipulaba a los más religiosos con el único objetivo de recuperar el poder perdido”, leemos en La semilla del odio. Junto a el suyo encontramos nombres lamentablemente de sobra conocidos como Al Baghdadi (líder del ISIS) –cuando esta organización aún no existía–, y muchos otros que terminaron convirtiéndose en los dirigentes de la insurgencia suní tras ser adiestrados en aquellas celdas, y ante las narices del invasor,  por miembros de Al Qaeda, llegados de Arabia Saudí o Yemen explícitamente con ese objetivo.
Con la llegada de los ocupantes, los chiíes –el 65% de la población, proscrita por el régimen de Sadam– tuvieron representación mayoritaria en el gobierno. Sin embargo, junto a los saqueos y los ataques indiscriminados de los invasores, fue un hecho, en el que estuvo implicada la misión española en Irak, el que terminó de disparar el rechazo de esta comunidad frente a los ocupantes: la detención por parte de Estados Unidos de uno de los lugartenientes del líder chií Muqtada al Sader en la ciudad de Nayaf. Allí tenía una de sus bases la misión española, que fue atacada por el Ejército de Mehdi, que se convertiría a partir de entonces en la facción de la insurgencia chií más destacada. Desde Madrid el gobierno de Aznar insistía en que la normalidad gobernaba, en que no había hostilidad hacia las tropas. Todo lo contrario de lo que vieron con sus propios ojos durante aquellos años los reporteros.  

En las presentaciones del libro siempre hacen hincapié en que Bush, Blair y Aznar deben ser juzgados por un tribunal internacional no sólo por la invasión ilegal de Irak, sino por los millones de muertos y de refugiados que provocaron con su decisión. Y que su impunidad recluta integrantes para el ISIS. A priori, nuestro pensamiento colonialista nos podría llevar a pensar que de darse ese hipotético escenario sería iniciativa de occidentales, cuando ustedes plantean que podrían ser las propias víctimas.
M.G.P. En Occidente nos olvidamos de que en cada país hay una élite cultural que conoce, como nosotros, los mecanismos internacionales. Cuando estaba en el cerco de Baba Amr --el barrio de Homs donde se alzó la revolución siria– asesinaron a tiros a un antiguo gobernador de la ciudad –y destacado miembro del partido único del Baaz sirio– y a su mujer porque sus hijos estaban a favor de la revolución. Uno de ellos era el poeta Abu Leila, que terminaría radicalizándose. Y el otro, Iyad, un abogado que me pidió que tomara fotografías explícitas de las heridas que acabaron con la vida de su padre. Me explicó que las quería para denunciar al régimen de Assad ante un tribunal internacional. Esto ha pasado y está pasando en Irak, en Yemen…. Personas que han guardado pruebas para que se aplique la justicia universal. Es cierto que muchos de ellos ahora viven como refugiados en terceros países, pero el material existe y los mecanismos también.
Ahora bien, lo que es inaceptable y una vía para que el ISIS siga reclutando gente es que Aznar, Bush y Blair sigan dando conferencias en foros internacionales. Aznar no puede seguir saliendo públicamente dando su opinión porque este hombre ha destrozado el mundo tal y como lo entendíamos. Pero es que además, esa invasión ilegal sustentada en pruebas falsas ha generado millones de muertos, decenas de millones de refugiados y desplazados, a los que les estamos negando el derecho de asilo. Y generó el caldo de cultivo del que surgió el ISIS, que va mucho más allá de Oriente Próximo porque es una ideología. Cuando esta gente ve que nuestros gobernantes son impunes, más cabreo albergan para decir “hay que matar a occidentales porque protegen a su criminales”.
La impunidad de Aznar, Bush, y Blair valida la impunidad de Baghdadi (líder del ISIS). Al final todos están buscando lo mismo: ejercer el poder mediante la fuerza, mediante la ley de la jungla. Si les mandas el mensaje de que invadir países, machacar a su gente, es lo válido, ellos harán lo mismo.

La guerra de Irak también quebró uno de los objetivos del periodismo: informar a la ciudadanía para que se movilice e influya así en las decisiones de sus gobiernos. En el caso de esta invasión, la mayoría del pueblo español manifestó su rechazo y el gobierno siguió adelante.
Javier Espinosa. Y también se dañó el principio básico de que la democracia es el gobierno del pueblo. Los gobiernos ocupantes mandaron el mensaje de que hay que empezar a dudar de la efectividad de este sistema. Así que cuando les dicen a los árabes que la democracia es el mejor sistema, contestan: “Pues lo que yo veo es a millones de personas manifestándose a los que no les hace caso nadie. ¿Qué nueva moto me estais vendiendo? Pues no, yo elijo el Corán”.

El odio sectario entre chiíes y suníes fue fruto también de la invasión de Irak, un país donde no se prestaba atención a la filiación religiosa del vecino, lo que explica que los matrimonios mixtos fueran absolutamente comunes. Algo impensable hoy, después de que la limpieza étnica de unos contra otros convirtiera Irak en una inmensa fosa común y que su enfrentamiento haya traspasado fronteras, hasta reproducirse en las guerras de Siria, Yemen, Libia…

Las sanciones impuestas a Irak en la década de los noventa por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas provocaron malnutrición y escasez de todo. El programa Petróleo por alimentos de la ONU para, supuestamente, aliviar el embargo sólo cubría el 20% de las necesidades de los 25 millones de iraquíes, según su propio secretario general entonces, Kofi Annan. Pero, a cambio, Irak proveía de petróleo a bajo precio “al mismo Occidente que dictaba las reglas de la dictadura”, como escriben en el libro. Un negocio redondo. En estos quince años en Oriente Próximo, ¿cuál ha sido el papel de las Naciones Unidas en los conflictos de la región?
J.E. Se ha convertido en el garante de un sistema completamente injusto, perpetuando status quos y subvencionando situaciones absolutamente inaceptables, como la Ocupación de Palestina, cuando debería ser Israel el que se responsabilizara de los ocupados. O con la invasión de Irak: las Naciones Unidas dijeron “bueno, esto es ilegal, pero como ya estáis aquí, lo vamos a legalizar”. Hombre, no.
La ONU se creó para mantener una serie de principios y se ha convertido en una maquinaria ingente de generar dinero para sus funcionarios y de perpetuar la injusticia.
Los dos tomos iban a ser un único libro, pero les salen más de 1.000 páginas y deciden sacar primero el de Siria, el año pasado, porque era lo más reciente y el que aparentemente debía despertar más interés entre los lectores. En cambio, sacan este año el de Irak y sólo en sus primeros meses ya ha tenido mucha mejor acogida. ¿Será porque los periodistas no hemos conseguido hacer entender que la guerra Siria es consecuencia de la invasión de Irak?
M.G.P. Esa es una de nuestras grandes frustraciones. En Irak los periodistas no éramos cuestionados y en Siria, donde hemos contado exactamente lo mismo –población siendo bombardeada, antes por Bush, ahora por Assad-- me dicen que me lo estoy inventando, que trabajo para la CIA o para el Mossad. ¿Por qué, de repente, he perdido la credibilidad? Porque el discurso no se acomoda a lo que alguna gente quiere creer. Eso ha sido lo que más nos ha minado como periodistas, que mucha gente no quiera informarse sino reafirmarse en sus posiciones. Yo, cuanto más sé, más ignoro. Sin embargo, parece que hay gente que cuanto más sabe, más sabe y, por tanto, no necesita que le cuentes lo que está pasando.
Y por otra parte, la impotencia de ver, efectivamente, que no influimos en el rumbo del mundo. Recuerdo que, cuando cayó Bagdad, advertimos en muchos artículos de lo que pasaría si se tomaban determinadas medidas y se ha ido cumpliendo todo. Lo que ha pasado ya lo habíamos escrito los periodistas y nadie quiso actuar para evitarlo.
En el libro explican que Al Qaeda terminó desapareciendo de Irak cuando la propia población, harta de su crueldad, termina repeliéndola, apoyada por las Brigadas Amanecer, creadas por Estados Unidos para que fuesen los propios suníes quienes la combatiesen. ¿Podríamos encontrarnos en el futuro en el escenario de que europeos radicalizados sigan cometiendo atentados en nombre del ISIS en Occidente mientras en Oriente Próximo estuviese ya vencido?
M.G.P. El problema es que el ISIS puede desaparecer, pero no la ideología. Los combatientes del ISIS no son tontos y si la estructura se debilita mucho por los bombardeos, se pasarán a otro grupo. El problema es la ideología, el rencor, el doble rasero de Occidente, que les sigamos bombardeando nosotros o los israelíes. Siempre va a haber gente que quiera vengarse. El ISIS mezcla muchos factores: la criminalidad más callejera y cutre, la gente con tendencia psicótica y también ser la última rebelión a la que por rebeldía te puedes sumar. ISIS ya no es una ideología religiosa, es el nuevo punk.
El último capítulo de Siria, el país de las almas rotas lo dedican a las personas que conocieron a lo largo de la guerra, que terminaron convirtiéndose en su mayoría en refugiados, y que os escribían para contaros que se habían casado, tenido hijos… ¿Por qué?
M.G.P. La revolución levantó unas expectativas brutales, la represión del régimen rebajó esas esperanzas, el yihadismo secuestró la revolución… Y, de pronto, los que lo dieron y lo perdieron todo por la revolución encuentran la esperanza en la vida, que era exactamente por lo que empezaron a manifestarse: tener una vida mejor, poder casarse y comprarse una casa sin necesidad de tener la autorización del Baaz o tener que corromper al funcionario para tener una licencia de habitabilidad…  
Todas estas personas terminan cambiando la causa de la revolución por la de sus vidas y la de sus hijos. Representan muy bien el alma bonita de la revolución.
A raíz de la guerra siria, la Ocupación israelí de Palestina ha desaparecido prácticamente de los medios de comunicación españoles, cuando su situación sigue siendo flagrante. ¿En qué momento se encuentra este conflicto?
M.G.P. Se va hacia una victoria soterrada y absoluta de Israel. Mahmud Abbas lleva siendo un presidente ilegítimo desde hace mucho, no convoca elecciones desde 2005. Ahora que está enfermo el recambio que se perfila es Mohammed Dahlan, un hombre de Israel, agente para múltiples servicios de inteligencia y responsable del enfrentamiento interno palestino. Intentó quitarle la Franja de Gaza a Hamás para dársela a Al Fatah, por lo que tuvo que huir del país.
Lo que es lamentable es que Palestina haya pasado de ser una causa durante cincuenta años en todo el mundo al olvido. Como ha pasado con la de los saharauis, con Irak, con Siria…. Causas que han sido borradas por el discurso de la generalización, del miedo y de “los inmigrantes que vienen a quitarnos el trabajo”.
Asumamos nuestras responsabilidades preguntándonos por qué se arman y terminan matándose.
Sostienen que el periodismo internacional, dada su precarización en España, se va a convertir en un hobby caro de personas que tendrán un trabajo con el que se financiaran una buena cobertura al año. Esto, que es bastante evidente, ¿en qué situación deja el derecho a una información de calidad de la ciudadanía?
J.E. Es una responsabilidad compartida porque si la ciudadanía no demanda esa información, para el empresario es mucho más fácil elegir informar sobre el último novio de Belén Esteban que mandar un enviado a Mosul. Es un círculo vicioso que se retroalimenta. La información internacional –quizás porque nos hemos vuelto más etnocéntricos, más ombliguistas– no tiene la relevancia que tenía antaño. Se ve con el tema de Siria: la gente apenas se manifiesta ya por los refugiados, cuando por la invasión de Irak se salió a la calle a mansalva. La crisis económica ha marcado mucho, la mayoría está más preocupada por su bolsillo que por lo que pasa fuera.
M.G.P. Pero porque no se está explicando que lo que pasa en el exterior afecta directamente aquí. La invasión de Irak la terminamos viendo en los atentados de Atocha, de París… Se está cometiendo una irresponsabilidad enorme al no formar al público para que sepa cómo funciona el nuevo mundo. Y sí, es una responsabilidad compartida. Estoy con lo que expusó el periodista Bru Rovira (en el Encuentro Internacional de Foto y Periodismo Ciudad de Gijón, donde los tres fueron ponentes): algo se ha roto en nuestras almas. Nos hemos vuelto egoístas y mezquinos, no queremos saber ni entender lo que pasa más allá, “que se maten entre ellos”, piensan muchos. Y luego está el fenómeno de que mucha gente sólo busca justificar sus puntos de vista en los medios, no informarse.
J.E. Pero que conste que esto es en España. En Reino Unido, Francia o Estados Unidos, los medios siguen apostando por la política internacional.
Contaban en la presentación del libro que entre los 800 periodistas empotrados que llevó Estados Unidos a la invasión de Irak, iba el presentador de la Fox Gerardo Diego, armado con una pistola con la que decía que iba a asesinar a Bin Laden. Más allá de la anécdota, hay periodistas que defienden la necesidad de ir con escolta armada para evitar así los secuestros. ¿Qué opinan de esta propuesta?
M.G.P. Para nosotros no es una opción legítima, ni desde el punto de vista moral ni mucho menos profesional. La Convención de Ginebra nos protege a los periodistas en calidad de testigos pacíficos. Desde el momento en el que llevemos armas (hay quien lo hace) o contratemos a personal armado, pasamos a ser parte del problema, no de la solución. Además de que estaríamos poniendo en riesgo las vidas de los civiles que nos rodean y la del personal que nos acompaña.
Mónica, una vez me contó que en Irak aprendió una lección que cambió su forma de concebir el periodismo en el sentido de que las fuentes oficiales nunca tendrían ya mayor peso que el de las civiles. ¿Qué pasó?
M.G.P. Fue cuando cayó la ciudad de Faluya, sitiada y bombardeada indiscriminadamente durante días por el ejército estadounidense. Cuando conseguí entrar, en el hospital me dijeron que habían gaseado con agentes químicos. Me enseñaron tumbas y fotos de cadáveres. Como no tenía los medios para hacer la investigación necesaria, me quedé con la duda y no lo publiqué. Un año después la BBC sacó un informe de cómo se habían utilizado estos agentes químicos. Y me arrepentí mucho de no haber dicho al menos “los médicos aseguran que…”. Porque la inercia de los medios nos lleva a repetir las consignas oficiales, pero sólo la de “nuestros hijos de puta”, no las del resto. Y los años me han llevado a saber que la misma poca credibilidad tiene Al Bagdadi, líder del ISIS, que la del presidente estadounidense Trump.
Es como el caso del supuesto terrorista egipcio que secuestró un avión que terminó aterrizando en Chipre. Todo el mundo se lo atribuyó al ISIS y el tipo resultó ser un desequilibrado que pretendía recuperar así a su mujer, que le había dejado. Para mucha gente quedó que había sido el ISIS. Como que el 11S tuvo que ver con Sadam Hussein, cuando de los 19 implicados, 15 eran saudíes.

Con Internet cada vez hay más maneras de que no seamos conscientes de que estamos siendo manipulados, de que nos llegue la “verdad alternativa” que diseñan para nosotros, y de que se silencien las voces del resto. Por eso es más importante que nunca balancear las voces de unos y otros.
J.E. Los casos más sistemáticos de manipulación que hemos visto han sido en Irak e Israel. En Irak, cada vez que había un atentado las fuentes oficiales decían que habían muerto 40 personas, por ejemplo. Ibas a la morgue y te encontrabas con 150. No les interesaba que se supiera la verdad. En Israel te decían que habían matado a un hombre sacando un cohete de una ambulancia. Todos lo publicaban y cuando analizabas la imagen, veías que era una camilla. O que Hamás había colocado una mina en la playa de Gaza que acabó con la vida de una familia. Cuando fui lo que me encontré fueron los boquetes de los obuses disparados claramente por la Fuerza Naval Israelí.
El gobierno israelí tiene un departamento de propaganda y análisis de los medios. Son conscientes de que el 80% del público sólo lee los titulares. Así que suelen dar las noticias poco antes de la hora de cierre de los medios estadounidenses para que salga lo que les interesa, conscientes de que muy raramente el desmentido de esa noticia conseguirá el mismo espacio o de que ni siquiera será publicado.
¿Y cómo ha cambiado, a raíz de la guerra, la relación de la población iraquí y siria con los periodistas?
M.G.P. Durante los tres primeros años, la acogida de la mayoría de la población era impresionante. Una persona que vive aislada por una dictadura recibe al periodista extranjero emocionado porque lo ve como una persona que se sacrifica para darle voz, cuando nunca la ha tenido. Pero después empezamos a percibir su cansancio por comprobar que hablar con los periodistas no cambiaba nada. Al final terminaron viéndonos como cómplices de su tragedia, como gente que iba a allí a ganar dinero con su desgracia.
También es cierto que hay muchos periodistas agresivos que van avasallando.
Durante más de una década narraron uno de los mayores focos informativos, Oriente Próximo. Ahora cubren Asia desde China que, como bien dicen, va a ser --si no lo es ya-- la primera potencia mundial. Sin embargo, Asia sigue teniendo poco espacio en los medios españoles. ¿Creen que aumentará pronto el interés por esta región?
J.E. No lo sé. España suele copiar, con mucho retraso, a Estados Unidos y The New York Times o The Wall Street Journal ya tienen sus oficinas principales en China.
M.G.P. Le Figaro ya ha sacado edición china, The Guardian ha empezado a traducir reportajes al mandarín… Para nosotros es fascinante poder adelantarnos al cambio político y tener más tiempo, al no estar tan sometidos por la actualidad, para entenderlo y explicarlo mejor.


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