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jueves, 31 de agosto de 2017

No tengo miedo ¿Estábamos todos? Faltaban los representantes de Dios

En la multitudinaria manifestación de Barcelona parece ser que estábamos todos. No obstante por mucho que lo intenté no pude ver a ningún representante de Dios. Nuestros obispos y curas tan asiduos asistentes a “otras” manifestaciones, arrastrando a miles de almas piadosas, no aparecían por ningún sitio. 

Agradecería que algún lector que haya tenido la oportunidad de comprobar si este dato es falso me lo comunique para inmeditamente rectificar. Puede que estuviesen rezando o fuesen de “paisano”  y pasasen inadvertidos entre los 500 mil asistentes... No lo sé. 

Tampoco estaba Santiago Martín, sacerdote de la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles de Madrid, que había acusado a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau y también a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena,  de tener “una parte de la culpa” del atentado terrorista de Barcelona, además de ser “del mismo partido, extrema izquierda, comunista radicales” 
Santiago Martin seguramente no pudo acudir porque estaba preparando una nueva homilía, pidiendo los “diezmos y primicias”a sus feligreses, rezando o tal vez violando algún niño. Las tres "ocupaciones" le producen orgasmos aunque no con la misma intensidad.
La violación de un niño por parte de un eclesiástico se ha convertido en algo tan cotidiano que ha dejado de ser noticia. Esa lacra convertida ya en pandemia ha conseguido que la hipocresía de los miembros católicos alcance cotas inimaginables. Cuando hablamos de que un obispo, cardenal o simple cura ha violado a un niño ¿que nos imaginamos? ¿Que la ha dado un cramelo, lo ha sentado en sus rodillas y lo ha acariciado? No, almas piadosas, VIOLAR no es eso. Hay muchas fotografías de estos degenerados pillados in fraganti con las “faldas” arremangadas y su víctima haciendole una felación (sexo oral sacro). Etc...etc...la lista es muy larga pero aberrante. Dejemoslo estar.
Además de repugnante resulta indignante que estos malnacidos nunca vayan a la cárcelcomo cualquier ciudadna de a pie que cometa el mismo delito, porque sus superiores eclesiásticos hacen oídos sordos, miran hacia otro lado y los trasladan de parroquia (es como quitarle a un niño el recreo por haber cometido una falta leve) o de diócesis cuando se trata de prelados purpurados (Hay cientos)







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