Las lágrimas de la Benemérita
Su eficacia profesional permite
ignorar oscuras etapas de su pasado
ElPlural
Enric Sopena
Vie, 16 Mar
2018
Nos hicieron llorar a todos. Desde
casa, compartimos las lágrimas del teniente coronel de la Guardia Civil José
Hernández Mosquera y las de Jesús Reina, el comandante de la Unidad Central
Operativa (UCO) cuando explicaron como Ana
Julia Quezada había asfixiado al pequeño Gabriel.
Un llanto que tampoco pudieron
evitar el resto de investigadores de la Benemérita, los hombres que habían
intervenido en la búsqueda del niño, por la rabia de no haberlo encontrado
vivo.
En la Guardia Civil hay unos equipos
de investigación como existen en pocos países del mundo y, sobre todo, un
nutrido grupo de personas capaces de ponerse en el lugar de las víctimas.
Además, tienen la preparación para comprender que pasa por la mente de sus
verdugos y están entrenados para aguantar días, semanas, meses incluso,
arañando cada dato, cada brizna de información, demasiadas veces en una
pelea contrarreloj para salvar a un inocente o capturar a su victimario.
Este instituto armado, fundado el 13
de mayo de 1844, ha pasado, desde aquella fecha, por numerosas trasformaciones,
con la idea de ser un cuerpo profesional de seguridad en todo el Estado.
En el inicio de la guerra civil, el
coronel Escobar, un hombre cabal, no apoyó en Barcelona a los golpistas porque
su obligación, dijo, era luchar contra de los sublevados y en defensa del
Gobierno legítimo.
Una de las etapas peores fue la
derivada de la dictadura sangrienta y los años posteriores a la muerte de Francisco
Franco. Sus miembros se convirtieron entonces en gente temida y
temible, con la ayuda inestimable también del golpista Tejero.
Qué lejos están esas épocas de la
buena imagen que ahora se afianza cada día más: la de los agentes de la
Benemérita. Hombres que fueron capaces de pasar mil fatigas para rescatar en
el corazón del Amazonas a una niña secuestrada en Barcelona.
Profesionales que encaran todo tipo
de peligros para salvar a personas atrapadas en la nieve; que afrontan con
valor todo tipo de riesgos, aunque puedan dejar temporalmente a un lado a sus
familias; que intentan prevenir el terrorismo yihadista a costa de su
seguridad; que buscan personas desaparecidas sin darse un respiro…
Son tipos
preparados, que trabajan discretamente, sin darse bombo, asumiendo que lo hacen
por y para todos. “Lloramos, somos humanos” decían los mandos de la Guardia
Civil en una rueda de prensa muy dolorosa por no haber conseguido hallar
con vida al pequeño Gabriel. Esas lágrimas se llevan por delante historias
pasadas y malas sensaciones. Consiguen lo que ninguna operación de marketing
puede lograr: hacen que sintamos que son de los nuestros.
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