La increíble historia de las presas del
franquismo en una cárcel de mujeres
Sin delito alguno, con hambre, enfermedades, hacinadas y sin higiene
Juan Luis
Valenzuela Domingo, 25 de noviembre de 2018
ElPlural
Benito Zambrano,
director de “La Voz Dormida”, adaptación de la obra de Dulce Chacón, basó parte
de su guión en historias inspiradas y recogidas en la antigua prisión de
mujeres de Málaga, el “Caserón de la Goleta. En aquella cárcel la represión del
genocida franquista, el general Queipo de Llano, tuvo su extensión
a las mujeres presas. Zambrano afirmó mientras
recopilaba documentación para su film que “Aquella prisión no solo era una
condena para las presas, sino también para los propias funcionarias que si los
destinaban a Málaga lo consideraban un castigo”. El establecimiento tenía
fama de ser una de las cárceles más empobrecidas y despiadadas, temida incluso
por los propios funcionarios. Así de dura y cruel fue ese establecimiento de
venganza hacia las mujeres del bando republicano.
La antigua prisión alberga hoy la sede del cuartel
de la Policía Municipal de Málaga. Fue creada a principios del siglo XX
como correccional pero clausurada en 1931 por su estado de insalubridad y
abandono precisamente por orden de una malagueña, Victoria Kent,
Directora General de Prisiones del gobierno presidido por Alcalá-Zamora
y que apostó en su corto mandato por la rehabilitación de los presos ante la
miseria y el abandono de las cárceles españolas. Hoy
la antigua prisión está declarada por la Junta de Andalucía Lugar
de la Memoria.
Órdenes de Queipo: Por cada hombre huido, una mujer detenida
La represión franquista en Málaga con la llegada
del sanguinario Queipo
de Llano en febrero de 1937 llevó aparejada detenciones en masa de mujeres que el franquismo consideró “sospechosas” y a
familias enteras que intentaron escapar de la muerte en esa huida
denigrante que fue la de la carretera Málaga-Almería, conocida
popularmente como la “Desbandá”.
Masificados y llenos como cárceles improvisadas lugares como la Plaza de
toros o los sótanos del edificio de Tabacalera y la propia cárcel nueva, Queipo
ordenó ingresar a las mujeres en esta cárcel de pésimas condiciones de abandono
sin acometer ningún arreglo ni modificación, peor aún que cuando fue clausurada
por orden de Kent.
Se cumplían así las órdenes de Queipo de Llano en el sentido de
que por cada hombre huido del combate se detuviese a su madre o hermana o
cuñadas.
Las más de cuatro mil mujeres que pasaron por esta
lúgubre prisión sufrieron hambre, miseria, hacinamiento y penurias como la
existencia de ratas. Encarnación Barranquero, historiadora de la
Universidad de Málaga destaca en su estudio 'Mujeres malagueñas en la represión
franquista', que el perfil mayoritario de las presas rondaba en un 85% entre
los 21 y los 40 años de edad. Un 65% eran casadas, mientras que el resto
trabajaba como jornaleras y trabajadoras sin especialización. La mayoría de
ellas tenían dedicación exclusiva a sus labores, en un 83% y solamente un 1,4
% tenían una profesión cualificada. Se
les acusó de delitos que iban desde la “excitación militar” hasta la “rebelión”
independientemente de que tuvieran filiación política o no. Se
“alimentaban” con verduras podridas, pieles de patata y cáscaras de fruta. 400
mujeres dormían en habitáculos para 100 (1941 fue un año especialmente cruel
con una cifra de 720 internas para una capacidad que ligeramente superaba el
centenar), sin higiene, con frío extremo y obligadas a rezar e ir a misa.
La mayoría de las presas acataban al defensor que le asignaban sin recurrir a profesionales para su defensa en los consejos de guerra y en los juicios sumarísimos. Su día a día transcurría desde el aislamiento, sin apenas visitas y con enfermedades como el tifus de compañía perenne. Otra tortura, la psicológica las obligaba a bautizar a sus hijos y participar en los actos oficiales. Los intentos por conseguir de ellas “conversiones” al catolicismo y muestras de “arrepentimiento”, eran intensos. Era una forma, como la de los nazis, de “reeducación”.
La mayoría de las presas acataban al defensor que le asignaban sin recurrir a profesionales para su defensa en los consejos de guerra y en los juicios sumarísimos. Su día a día transcurría desde el aislamiento, sin apenas visitas y con enfermedades como el tifus de compañía perenne. Otra tortura, la psicológica las obligaba a bautizar a sus hijos y participar en los actos oficiales. Los intentos por conseguir de ellas “conversiones” al catolicismo y muestras de “arrepentimiento”, eran intensos. Era una forma, como la de los nazis, de “reeducación”.
La visita de familiares era todo un sacrificio
personal ya que estos debían de sufrir largas colas desde las cinco de la
madrugada para entregar a las mujeres cestos de comida, una labor con muchas
horas de espera para la entrega y otra tanta para que los centinelas
devolviesen los cestos de mimbre vacíos. A toda esta situación mísera e
inhumana se unía la angustia de las ejecuciones, de los fusilamientos, los
malos tratos y vejaciones que sufrían.
Presas sin motivo
Presas sin motivo
¿Por qué se las condenó? Pues en un tercio de las
sentencias no se expresa delito alguno y en el resto casi todos los casos se
relacionan con mantener relación directa con maridos o hijos huido. La mayoría
de las detenciones “se producían porque el marido o algún hijo continuaba en
zona republicana”. Obedecía a la orden de Queipo
de Llano para toda Andalucía de que “por cada hombre
huido del combate se detuviera a la madre o hermanas en primer lugar y a
cuñadas o madrastas
en su lugar”.
Informe Vallejo Nágera
Se las sometía a un tremendo ejercicio de limpieza
psicológica por parte de las autoridades franquistas como
seres “inferiores y perversos” como se las calificaba. El jefe de los
Servicios Psiquiátricos Militares de Franco, Antonio
Vallejo-Nágera, las calificó
como “libertarias congénitas,
revolucionarias natas que impulsadas por sus tendencias biopsíquicas
constitucionales desplegaron intensa actividad sumadas a la horda roja
masculina”.
Pésima comida
Las presas
hacían una vida comunitaria en el patio donde cosían, elaboraban objetos que
vendían sus familias posteriormente, correteaban junto a sus hijos pequeños. Algunas
reclusas con cierta formación, enseñaban a otras internas analfabetas a leer y
escribir mientras mataban el tiempo, sin saber qué les depararían el futuro.
Hay testimonios que denunciaron como “desvío
de dinero que hacían los jefes de prisión con las partes destinadas a las
comida nunca los consumían las presas”. El hambre y la escasa calidad
de la comida llegaron a tal dimensión que hubo presas que protestaron de
manera colectiva hasta lograr pelar las patatas y las verduras, “asegurando al
menos cierta higiene en el plato y la reducción de enfermedades del estómago”.
Casos espeluznantes
Casos espeluznantes
Casos como el de la
joven antequerana Dolores Gómez, quien fue
detenida junto a su madre en mayo de 1939. Los señoritos de la finca
en la que trabajaban acusaron a la familia de votantes del Frente Popular al no
haber acudido a la celebración del bautizo de su hijo. Dolores y su madre
pasaron dos años en la cárcel de Málaga, mientras que su padre se encontraba
desaparecido. Datos aportados por la profesora Barranquero
muestran más testimonios estremecedores, como el de María
Margüenda Santana, quien
argumentaba que su madre “estaba detenida y que sus cuatro hermanos pequeños se
encontraban en el más completo abandono”. Se le negó la libertad a
pesar de tener buena conducta porque uno de sus familiares se encontraba
huido. Rosalía
Martín Barba es otro de los casos. Con70 años y un
hijo ciego continuó en la cárcel largos años, por ser una “roja
reconocida de mala conducta, que se alegraba públicamente de los asesinatos
cometidos por los marxistas y censuraba la actuación nacional”.
La represión franquista contra las mujeres
Las mujeres represaliadas por el franquismo fueron
las grandes olvidadas durante muchos y su historia fue relegada a un
segundo plano. Es necesario recuperar sus historias y sus sufrimientos. Mujeres
que sufrieron humillaciones, hambre, enfermedades torturas y demonización
social. Como escribe el profesor Enrique González
Duro en su libro “Las rapadas. El franquismo contra la mujer” las
mujeres republicanas fueron víctimas de abusos institucionalizados y
sistemáticos que tenían como objetivo demonizar el estereotipo de feminidad
que había comenzado a extenderse durante la Segunda República. Mientras que
ellos habían caído en el frente, habían sido ejecutados o huían ante la llegada
de los sublevados, ellas permanecían en los pueblos, a cargo de sus familias,
en miseria, y eran, muchas de las veces, juzgadas en tribunales militares en
los que se decidía qué mujeres debían ser vejadas y marcadas por haber
contribuido al derrumbe de la moral. Era algo más que un abuso ejercido sobre
las mujeres, fue un ataque a un modelo de mujer libre e independiente.
Y muchas de ellas, como las presas de la Cárcel de
mujeres de Málaga, fueron el ejemplo de un régimen asesino, inhumano y cruel. Y
aun ahí quien quiere que el responsable directo de estos crímenes contra la
humanidad, el dictador Francisco Franco, repose en un lujoso mausoleo público.
No hay comentarios:
Publicar un comentario