Qué fue de Pita Caruncho, el hombre que quiso que le trasplantaran el
cerebro de Franco
18 días antes de morir el dictador, este empresario gallego ofreció su
cuerpo para que le implantaran su cerebro y pudiera seguir gobernando.
La misiva con su propuesta fue contestada por el secretario particular de
Franco y hermano de Carmen Polo.
ElEspañol
18-11-18
Daniel Ramírez
Francisco Franco languidecía en la cama. Sus acólitos soñaban con
algún remedio infalible que mantuviera con vida al dictador, conscientes de que
los regímenes caudillistas se asoman al abismo cuando muere el caudillo. Uno de
aquellos quijotes, férreo defensor de la "democracia orgánica", era José
Luis Pita Caruncho, de El Ferrol, que remaba a su manera desde un
pueblecito de La Coruña.
Dieciocho días antes de la
muerte de Franco, este director de una fábrica de piensos llamada
"NASA" tentó a la ciencia. Se ofreció al equipo médico del General para
que colocaran en su cabeza el cerebro del dictador. "Lo hice
porque era un hombre irrepetible, sin el cual yo sabía que este país se iba a
pique. Quería que mi cuerpo sirviese como vehículo del suyo", confesó a Diario
16, que publicó su testimonio siete años más tarde, en 1982.
"El cerebro es como el conductor del coche. Franco era el mejor piloto; y mi cuerpo, el coche, estaba joven y sano. Si hubiesen trasplantado su cerebro a mi cuerpo, ahora él seguiría en El Pardo para bien de todos", narró Pita Caruncho en su despacho a un joven Melchor Miralles, que se cercioró de que aquello no era una broma. "Hablaba con religiosa veneración. Durante la media hora que permanecí en su oficina no sonrió ni una sola vez", anotó el periodista.
El recorrido de su carta
Pero, ¿qué fue de José Luis
Pita Caruncho? Son muchos los que han recuperado -en redes sociales- su figura
al hilo de la exhumación de Franco. Este periódico ha
confirmado a través de algunos amigos cercanos que el empresario
gallego falleció hace ya casi quince años. "Después de aquello no
volvió a protagonizar ningún episodio de ese calado. Siguió con su fábrica de
piensos y se jubiló", relata una de estas personas.
Pita Caruncho es
descrito por sus allegados como "un hombre generoso, dedicado al trabajo y
a su familia, un gran padre".
Especifican que nunca conoció a Franco, a pesar de compartir las mismas raíces. Tampoco recuerdan ninguna
vivencia trágica que pudiera haberle empujado a realizar aquel gesto.
"Don José Luis"
tenía 32 años cuando ofreció su cerebro a Franco. El mayor exponente
del realismo mágico no lo protagonizó su sacrificio, sino el propio régimen.
Véase la secuencia. Pita Caruncho -radicado en Narón, una pequeña localidad
cercana a "El Ferrol del Caudillo"- envió una carta al Ayuntamiento.
Alcaldía trasladó la misiva al Gobierno Civil, que a su vez lo extendió a la
Secretaría de Franco... ¡Y le contestaron!.
La respuesta de los Franco
Tanto la carta de ida como
la de vuelta fueron transcritas al completo por Diario 16. Pita
Caruncho escribió: "Ante la serie de dolencias y la enfermedad de S.E. el
jefe del Estado Generalísimo Franco, que guiado por Dios y por su fiel y leal
servicio a la Patria nos ha llevado al puesto privilegiado del que gozamos hoy
en España (...), considerándome buen español con un recto sentido del deber y
buena conducta pública y privada (...), pongo todo mi ser orgánico al
servicio del equipo médico que atiende a S.E.".
En la misma misiva, Pita
Caruncho aseguró "gozar de una economía saneada y un negocio en vías de
desarrollo", para el que ya había designado a "una persona" que
le sustituyese en su cargo.
Esta es la respuesta
que recibió: "Muy señor
mío. A través del Excmo. Sr. Gobernador Civil de esa provincia se ha recibido
en esta Secretaría fotocopia del escrito dirigido por usted al señor alcalde
presidente del Ayuntamiento de esa localidad, en el que ofrece todo su ser
orgánico al equipo médico que atiende a Su Excelencia el Jefe del Estado y
Generalísimo. La Excma. Sra. doña Carmen Polo de Franco y demás familiares, así
como el equipo médico que atiende a Su Excelencia, profundamente conmovidos por
su abnegado y desinteresado ofrecimiento, unido a su afectuoso saludo, le hacen
presente su agradecimiento de todo corazón aun cuando ello (el trasplante) no
parece sea preciso".
Con ese "no parece sea
preciso" se acabó la aventura de José Luis Pita Caruncho. La
cariñosa respuesta fue firmada por... ¡Felipe Polo Martínez-Valdés! Cuñado
del propio Franco, que murió en Madrid en 1979. El obituario de El
País recordó su labor como secretario particular del dictador:
"Hombre políticamente discreto, aunque de una fidelidad fuera de duda a
Francisco Franco, intervino en la gestión económica y negocios de la
familia".
Su paso por la AP de Fraga
Pita Caruncho, a finales de
los setenta, trató de entrar en política engrosado en las listas de Alianza
Popular. No lo consiguió. Los que le "amenazaban" y se reían
de él, contaba, eran los mismos que luego le pedían trabajo. Muerto
Franco se entregó a otro gallego, Manuel Fraga. Sin posibilidad de
resurrección, apostó por el que fuera ministro para dirigir el país.
En su despacho, decorado
por un retrato de un Franco "enorme" y "lozano", se quejaba
del destino que esperaba a la patria por culpa de los socialistas, que acababan
de llegar al Gobierno. Coherente con su ideario, anuló una ampliación de
capital y los nuevos contratos que tenía pensados porque el PSOE, pensaba, iba
a hundir la economía.
"Si aún
estuviera vivo, te habría dado una entrevista seguro", confiesa un allegado. "Ay qué cosas, qué
cosas... Sólo ocurren en estos pueblos", acierta a decir otro en un
gallego cerrado. El reportaje tuvo su impacto, pero Pita Caruncho nunca se
desdijo. Las risas le importaron un pimiento. Él, a lo suyo.
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