El Obispado de Pamplona y sus
lazos franquistas
Página del Diario de Navarra donde aparece la frase
del obispo, 'no es una guerra, es una cruzada'.
08 de
Noviembre de 2018 (11:28 h.)
El Obispado sigue amparando a
la Hermandad franquista de Voluntarios de la Cruz con la que colabora de forma
entusiasta.
En 1952, el Obispo de Pamplona
“excitó a los Hermanos a seguir sus huellas [de Cristo] con el mismo espíritu
que les animó en los días de la defensa por Dios y por España”
En artículos anteriores, se ha explicado la labor de enaltecimiento
del golpismo franquista y del franquismo en general,
desarrollada por la Hermandad de
Caballeros Voluntarios de la Cruz desde su fundación en 1939 hasta
la actualidad.
En esa labor, la Hermandad ha contado siempre con la colaboración
entusiasta del Obispado de Pamplona. Dato elocuente de ella es que
en la ceremonia de su constitución estuvo presente el obispo de la época, Marcelino
Olaechea, acompañado por dos curas radicalmente requetés: Antonio
Añoveros Ataun y Santos Beguiristain Eguílaz.
El obispo Olaechea fue el primer prelado español que interpretó el golpe de
estado y la guerra civil subsiguiente como una cruzada en un artículo publicado
el 23 de agosto de 1936. Dicha publicación coincidiría con el día de la matanza
de Valcardera, la segunda mayor saca colectiva registrada en Navarra.
En ella, más de cincuenta republicanos, conducidos en autobuses desde la
prisión provincial de Pamplona, fueron asesinados en aquel paraje
bardenero. Para mayor escarnio, la masacre se completó con una macroprocesión,
celebrada aquel mismo día en Pamplona en honor a Santa María la Real.
El acto religioso fue interpretado como un ritual de comunión de las fuerzas
implicadas en el levantamiento fascista cuando ya se patentizaba que no sería
un sencillo paseo de unas pocas semanas.
En cuanto al cura Antonio Añoveros recordemos que actuó como confesor en
aquella carnicería, al igual que otros curas, lo que demuestra la colaboración
activa del obispado. También fue conocedor de los pormenores de otros hechos
bárbaros como el asesinato de la maestra Camino Oscoz o del
requeté Francisco Lizarza en los montes de Urbasa. Nunca
hizo públicos sus recuerdos de aquellos sucesos. Con su conducta de falta de
autocrítica colaboró con la desmemoria sobre tales hechos. Nunca mostró su
condolencia por el sufrimiento de los familiares de las víctimas.
Por el contrario, se mostraría un notorio propagandista del terror rojo
en charlas impartidas en Pamplona en febrero de 1939, haciendo campaña por el
reconocimiento público de los mártires franquistas. Aún iría más lejos, pues
pidió públicamente que se grabaran en los muros de la iglesia de San Nicolás
los nombres de los 93 caídos.
Asimismo, en El Pensamiento Navarro de 19 de julio de 1939, mostró
su plena conformidad con la interpretación de la guerra civil como “cruzada por
Dios y por la Patria. Por eso fue rotundo el triunfo. La Providencia
del Señor velaba por sus elegidos”. Participó como conferenciante en
1942 en cursos para instrucción de mandos del Frente de Juventudes.
Cuando ese mismo año tomó posesión de la parroquia de Tafalla fue
unánimemente alabado por las fuerzas vivas del franquismo.
Como es sabido, Añoveros, por esos azares
de la historia, se convertiría en 1974 en una referencia del antifranquismo
cuando, siendo obispo de Bilbao, y tras haber leído una homilía en la
que aludía a la posesión por parte del pueblo vasco de rasgos culturales
propios que le proporcionaban una identidad específica, el Gobierno
intentó expulsarlo sin conseguirlo de España.
En lo que se refiere a
Santos Beguiristáin, párroco de Azagra en 1936, es conocida su labor de apoyo para poner en
funcionamiento la limpieza política de los desafectos en ese pueblo, saldada
con el asesinato de 71 personas, llevando privadamente la contabilidad de la
misma.
En el curso del tiempo, el Obispado de Pamplona
siempre apoyó las actividades de la Hermandad. En los primeros años, celebraba
funciones religiosas en la misma capilla del obispo y se reunía frecuentemente
con él en el Palacio Episcopal. El obispo solía
presidir los Viernes Santos, tras la función de las Siete Palabras, la ceremonia de toma de hábitos que
organizaba la Hermandad para los excombatientes que quisieran “seguir
defendiendo los santos ideales de la Cruz y la Religión” a través de ella.
Incluso en 1952, en ese acto
el obispo “excitó a los Hermanos a seguir sus huellas [de Cristo] con el mismo
espíritu que les animó en los días de la defensa por Dios y por España”.
Dos años antes, en 1950, la Hermandad quiso
agradecer la ayuda prestada por el Vaticano. Y así, se dispuso a visitar al
papa, organizando una peregrinación a Roma, “vistiendo sus pardos hábitos y con
las cruces y banderas al frente” para “entrar en el Vaticano entonando las
canciones religiosas de la Cruzada y rematándolas con el Viva Cristo Rey,
grito de triunfo y plegaria en los combates” y para “agradecer al Santo Padre
sus constantes palabras de elogio a la actuación de Navarra en la Cruzada” y
reiterarle ser “sus zuavos locales si fuese preciso”.
No cabe duda que, gracias al Obispado, la Hermandad ha
disfrutado del uso del Monumento a
los Caídos. Tiene una fundación perpetua de misas en dicho edificio
por Decreto eclesiástico de 18 de enero de 1957. Su primera misa y el
vía crucis allí celebrados, así como la ubicación en el Monumento a los Caídos
de la sede de la asociación, en diciembre de 1958, fueron posibles por un
permiso verbal del obispo, ratificados por escrito en 1960.
Por último, cabe decir que el blindaje de la cripta del Monumento a los
Caídos, como espacio reservado y secreto para las actividades de la gestión de
la memoria franquista de la Hermandad, fue debido a las condiciones impuestas
por el Obispado en el acuerdo suscrito con el Ayuntamiento de Pamplona en
1997.
La donación del Monumento a los Caídos al Ayuntamiento pamplonés
quedaba limitado por una cláusula de reserva para la parroquia de Cristo Rey
colindante “y, en todo caso, para el Arzobispado de Pamplona, del uso y
disfrute de perpetuidad y mientras el edificio donado se mantenga en pie, de la
cripta central en la que podrán celebrar los actos de culto que tenga por
conveniente, así como el uso y disfrute de la totalidad de las dependencias
ubicadas bajo el arquerío lateral izquierdo del edificio donado, visto el mismo
desde su frente o plaza de Conde de Rodezno”.
Con estos antecedentes, la Iglesia y, más concretamente el obispo de
Pamplona, deberían haber cortado desde hace muchos años el cordón umbilical
vergonzoso que les une a una Hermandad que rezuma fascismo por todos los lados
y a quien, con sus innegables y discriminatorios favores, justifica su
existencia sine die, en el pasado, en el presente y, sorprendentemente,
en el futuro.
Firman el artículo: Fernando Mikelarena, Víctor Moreno, José Ramón
Urtasun, Txema Aranaz
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