Así fue el sermón del sacerdote en la misa
franquista
Lamentaba no poder "hacer
nunca un funeral a nuestro general" al tiempo que aseguraba que fue un
cristiano ejemplar
D. F./
A. L. Miércoles,
21 de noviembre de 2018
ElPlural
“Alabado sea el señor”. Con estas conocidas palabras arrancaba una de las misas franquistas que aprovechan el aniversario
del 20N mostrar sin filtro su devoción por el dictador Francisco Franco. Una de las más
polémicas fue la celebrada en la iglesia de San Francisco de Borja, en el
barrio de Salamanca, en plena capital de Madrid.
Al acto no le faltó de nada. Dos
manifestantes antifascistas se concentraron frente a la iglesia y fueron
agredidas. Ambas tuvieron que soportar gritos tales
como “¡Dais vergüenza, hijas de puta!”
o “¡Franco, Franco!”. El ambiente estaba más caldeado, lo cual no era de
extrañar. Los asistentes tenían todos marcado tinte franquista. Y como no podía
ser de otra manera, la homilía no les decepcionó.
En el nombre de Franco...
ElPlural.com ha tenido acceso al sermón pronunciado por el sacerdote de
la iglesia, quien alabó durante todo el evento “el alma de Franco”.
“Y dejemos que sea la luz de nuestras almas, para
lo más sagrado de nuestros sentimientos patrióticos”, o “podríamos decir que Franco se entregó a una
vida de completa perfección cristiana” fueron algunas de las consignas
que se escucharon en el barrio de Salamanca.
“No podemos hacer nunca un funeral a nuestro general, ni siquiera
tampoco a un hijo tan excelso de la Iglesia, que mereció, por parte de esta,
la mayor distinción que ofrece. Caballero de la Orden Suprema de Cristo”,
lamentaba el sacerdote.
Durante la consagración sonó el himno de España,
y al finalizar la misa los asistentes aplaudieron la loa profranquista del
sacerdote, quien sin desvergüenza alguna, elogió hasta la sonrisa del dictador.
Y es que, el cura comenzó su discurso alardeando de lo orgulloso que estaba de
hacer una misa para los familiares del dictador y la
Fundación Nacional Francisco Franco.
Incluso, se leyó
parte del testamento del dictador: “Pido a Dios que me acoja benigno a su
presencia, pues es mi sentimiento morir como católico. En el nombre de Cristo
me honra, que ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia”,
rezaba el dictador.
Y todas estas consignas nostálgicas en pleno corazón de
Madrid.
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