De izquierda a derecha, Lucía, Francisco y Jacinta,
los pastorcillos que vieron a la virgen.
El
cura portugués que no cree en Fátima: "Los pastorcillos fueron
manipulados, las apariciones son mentira"
El
padre Mário de Oliveira asegura que lo ocurrido en 1917 es uno de los mayores
timos de la Iglesia Católica.
14 mayo, 2017
Aitor Hernández-Morales
Lisboa
El padre Mário de Oliveira (Lourosa, 1937) es un
luchador innato. El teólogo, formado en el Seminario de Oporto, considera que
evangelizar implica liberar al pueblo, y a lo largo de su carrera eclesiástica
no ha dudado en plantar cara a las autoridades y utilizar sus sermones para
denunciar mentiras e injusticias.
Como joven capellán militar en la entonces colonia
portuguesa de Guinea-Bissau, Oliveira fue detenido por predicar la paz y
defender la lucha de las milicias anticolonialistas. Luego, como párroco de la
aldea de Macieira da Lixa, fue encarcelado en dos ocasiones por la temida PIDE
—la policía política del Régimen— por pedir la liberación de los presos
políticos. Aunque el Tribunal de Oporto terminó por absolverle del crimen de
sublevación, el obispo de su diócesis determinó que su interpretación del
evangelio era demasiado polémica y le retiró el permiso de ejercer como cura de
su parroquia.
Ante
la prohibición, Oliveira se reinventó como periodista, convirtiéndose en el
motor detrás de Fraternizar, un medio independiente que aborda cuestiones de fe
y teología de manera crítica. Además de escribir sobre temas sociales, el
antiguo párroco de Macieira da Lixa empezó a investigar la historia de la
Iglesia en Portugal, y durante la década de los noventa centró su análisis en
el amplio archivo del Santuario de
Fátima y los documentos que detallan las apariciones marianas
presenciadas por los pastorcitos Lúcia dos Santos, Jacinta y Francisco Marto en
1917.
En 1999 publica el explosivo libro Fátima nunca más,
en el que denunció el aparente fraude de las apariciones, acusando al clero
luso de haber perpetrado un montaje y manipulado a los pastorcitos. El libro,
que se convirtió en un best-seller inesperado y ya va por su séptima edición,
fue seguido en 2015 por Fátima $.A., obra que versa sobre el negocio del
turismo religioso en el Santuario y sugiere que los negocios en torno a la
Basílica son utilizados para lavar dinero negro.
De camino a
Lisboa, donde participa en una serie de tertulias sobre el complot con motivo
del centenario de las apariciones y la visita del papa Francisco, Oliveira
habla con EL ESPAÑOL sobre los acontecimientos de 1917 y lo que asegura que es
uno de los mayores timos de la Iglesia
Católica.
Los asistentes se arrodillaban ante el milagro del
sol, el 13 de octubre de 1917.
"¿Cómo va a aparecer alguien que no
existe?"
—La Iglesia Católica sostiene que entre el 13 de
mayo y el 13 de octubre de 1917, la Virgen
María fue presenciada por Lucía dos Santos y los hermanos Jacinta y Francisco
Marto en el campo a las afueras de Cova de Iria. Usted, sin
embargo, rechaza esta idea. ¿Qué considera que realmente tuvo lugar en esas
fechas?
—Un fraude. El “milagro” de Fátima fue un teatrillo
ideado por miembros del clero de Ourém [el municipio bajo cuya jurisdicción
está Cova da Iria]. Las principales víctimas de este embuste fueron los tres
pastorcitos, quienes fueron utilizados como actores en esta producción
episcopal. La documentación existente deja clarísimo que el clero manipuló a
estos tres niños jovencísimos —la más vieja de los tres, Lúcia, tenía apenas 10
años, mientras que Francisco Marto y Jacinta sólo tenían 8 y 7 años de edad,
respectivamente— para montar un espectáculo con difusión internacional.
—Entonces, ¿rechaza que los pastorcitos presenciaran
la aparición de la Virgen María?
—¿Cómo va a aparecer alguien que no existe? ¿O que,
al menos, no existe como figura mitológica? Existió María, madre de Jesús, pero
la mitológica que se ha creado en torno a su figura es un insulto a su memoria
y a la inteligencia humana. Es un insulto al propio Jesús.
—¿En qué se basa para concluir que fue un montaje?
—El Santuario de Fátima ha puesto todos los
documentos relacionados con las supuestas apariciones a disposición de los
investigadores a través de la Documentación Crítica de Fátima (DCF), obra
comprensiva de varios volúmenes. Cualquiera que la analice detenidamente, y que
también consulte las Memorias de la Hermana Lúcia —supuestamente escritas por
la propia Lúcia durante el tiempo que fue monja de clausura en Tui, Galicia—, verá
que se trata de un montaje tosco.
Desde un punto de vista teológico las supuestas
visiones de Fátima están llenas de errores. Un ejemplo son las supuestas
visiones que describe Lúcia —la mayor de los tres, seleccionada para transmitir
los mensajes de la Virgen—, que contienen elementos que no entran dentro del
dogma católico. Llega a dar detalles realmente aterradores al describir sus
visiones del infierno, detalles que coinciden exactamente con los que aparecen
en Misión Abreviada, un libro que tuvo una difusión enorme en Portugal durante
el siglo XIX. El problema es que, posteriormente, ese libro fue rechazado por
el Vaticano, y los detalles que contiene denunciados por varios papas. Es
llamativo, como poco, que la Virgen hubiese aparecido para transmitir cosas
incompatibles con la teología católica. Hay muchísimos otros ejemplos de esta
tragicomedia. Es una ignominia, un escaro a la fe y a la teología de Jesús de
Nazaret.
—¿Qué valoración hace del llamado “milagro del sol”,
supuestamente presenciado por 50 mil personas el 13 de octubre de 1917, quienes
describieron como el sol comenzó a moverse rápidamente por el cielo antes de
precipitarse sobre la tierra? ¿Fue una alucinación colectiva, o simplemente un
montaje perpetuado por la prensa católica de la época?
—Es obvio que el sol no “bailó” sobre Fátima en
1917. Eso fue una invención del periodista enviado por el desaparecido diario O
Século. El redactor era un ex-seminarista. El fotógrafo que le acompañó dijo
que no vio nada fuera de lo normal, y las fotos que tomó dejan claro que era un
día lluvioso y completamente ordinario. Quien se lea la crónica que se publicó
ese día dará cuenta que aunque se habla de este supuesto fenómeno del sol en el
titular, no hay mención del milagro en el texto, y días más tarde el periódico
publicó una corrección en la que aclaraba que el sol no había “bailado”. Es
vergonzoso que le Iglesia siga hablando de este supuesto acontecimiento,
claramente imposible a nivel científico.
Curiosamente, ni la propia Lúcia hace referencia a
este evento. En su momento, ella se mantuvo fiel al mensaje que tenía que
repetir ese 13 de octubre de 1917: que la Virgen le había dicho que la Primera
Guerra Mundial acabaría ese mismo día. Como todos sabemos, la guerra no
acabaría hasta un año más tarde. En sus Memorias tampoco habla de ello, y en
vez de mencionar movimientos del sol, se limita a decir que cuando miró al sol
vio aparecer a San José, el niño Jesús, Nuestra Señora de los Dolores.
Casualmente son las imágenes que figuraban en la iglesia parroquial de Fátima
en esa época.
El padre Mário de Oliveira (Lourosa, 1937) denuncia
que el milagro de Fátima fue un montaje.
Un
crimen de lesa humanidad
—¿Qué motivaría a la Iglesia para perpetra semejante
“fraude”?
—La Iglesia lusa estaba en muy mal estado en 1917:
desde su instauración en 1910 la República había trabajado para reducir el
poder del clero portugués y secularizar el país. Una de las primeras leyes que
se promulgan tras la llegada de la República fue la nacionalización de enormes
parcelas de tierras episcopales y la supresión de muchísimos de los privilegios
ancestrales del clero, cuya influencia política y económica había sido enorme
hasta ese momento.
La diócesis de Leiria, en particular, había perdido
muchos fieles y se veía cada vez más empobrecida. Los “milagros” de Fátima
fueron un instrumento perfecto para conseguir los fondos que se buscaban para
restaurar las propiedades eclesiásticas y lograr que el pueblo volviera al
culto. A nivel nacional, las supuestas apariciones dieron a la Iglesia la
relevancia que necesitaba en su cruzada en contra de la República.
—¿Quién fue el ‘cerebro’ de la trama, y cómo se
ejecutó?
—La documentación existente sugiere que todo fue
idea del canónigo Nunes Formigão (1883-1958), profesor del Seminario de Santarém,
quien casualmente había pasado casi dos meses en Lourdes, estudiando las
apariciones que supuestamente tuvieron lugar ahí en 1858. Fue él quien se
encargó de escribir el guion y ejecutar la producción de esta farsa; fue él
quien, como supuesto interrogador y confesor de los tres pastorcitos, actuó
como único interlocutor y controló el mensaje que salía de Cova de Iria. Fue él
quien moldeó las visiones de los pastorcitos.
Ante el éxito de la trama, Formigão recibió el apoyo
del clero de Ourém –que publicitó las supuestas apariciones por todo el país–
y, posteriormente, el obispo de Leiria, que dio valor al fraude al declarar que
eran acreditables y “dignas de fe” en 1930. De ahí ya pasamos al Vaticano, que
ha permitido que esta farsa continúe a lo largo de los años.
—¿Cuál fue el papel de los pastorcitos?
—Fueron víctimas. El crimen que el clero perpetró
contra los tres pastorcitos espeor que el de los muchísimos casos de
pedofilia que se han registrado dentro de la Iglesia. Esos niños eran creyentes
que fueron manipulados. Sentían terror absoluto del infierno, y respeto total
hacia el clero. Creían todo lo que les decían, y obedecían toda orden. Los
clérigos les convencieron para que se sacrificaran “para conseguir la
conversión de todos los pecadores”.
El clero es responsable por las muertes de Francisco
en 1919 y Jacinta en 1920. Los curas animaron a los niños para que practicasen
mortificaciones y penitencias absolutamente locas. Sus prolongados ayunos –que
incluían la abstención de beber agua en pleno verano– hicieron que se
encontrasen físicamente debilitados, incapaces de resistir las epidemias de la
época. Murieron de neumonía y la pleuresía, respectivamente, sin que la
“milagrosa” Señora de Fátima les ayudara. Es un crimen de lesa humanidad que ha
quedado impune.
—¿El Gobierno nunca intentó intervenir?
—Los políticos de la República (1910-26) se hartaron
de denunciarlo como el embuste que era. Una vez hubo el golpe de Estado en
1926, y especialmente después de la implantación de la dictadura de [António de
Oliveira] Salazar, cambió todo. Fátima era un milagro a medida de Salazar, un
dictador que se presentaba como el santo salvador de la patria, y cuyo mejor
amigo era el Cardenal Manuel Gonçalves Cerejeira, patriarca de Lisboa. Casó su
régimen con la Iglesia. Desafortunadamente, después de la Revolución de los
Claveles todo sigue igual, y en muchos sentidos la complicidad entre el
Gobierno y quienes controlan Fátima es incluso mayor. Es un negocio que le
viene muy bien al Estado pues genera muchos millones de euros.
"El Santuario de Fátima opera como una
mafia"
—Afirma que el Santuario de Fátima opera como una
mafia. ¿Hablamos de una organización criminal en el seno de la Iglesia
portuguesa?
—Evidentemente, pero una que está a plena vista. El
Santuario es una máquina de dinero. Da náusea: su única misión es fomentar el
turismo religioso, atraer gente en nombre de una fe tóxica, basada en la
mentira. Hoy en día la zona entera del Santuario, y los negocios repartidos por
la aldea, están creados para aprovecharse de los pobres que acuden ahí. Es bien
sabido que muchos de ellos sirven para lavar dinero.
—Sus libros sobre Fátima han sido best-sellers en
Portugal, y el más reciente, Fátima $.A., va por su sexta edición. ¿Cuál ha
sido la reacción por parte de la Iglesia?
—La jerarquía hace como si no existiera, pero a la
vez hace todo lo posible para que los católicos portugueses no los lean. Es en
vano, porque los puedes encontrar en cientos de miles de casas lusas.
—El Papa Francisco —que viaja a Fátima este fin de
semana para participar en los actos marcando el centenario de las apariciones—
se ha propuesto reformar el Vaticano. ¿Ha intentado darle su versión de los
hechos en Fátima?
—Promoví una petición que pedía que cancelara el
viaje a Fátima y se pronunciara sobre el fraude. No hubo respuesta por parte
del Vaticano, claro. Me temo que este Papa es apenas un buen actor. No tiene
interés en acabar con el sistema.
"Todas las apariciones de la Virgen son
mentira"
—¿Qué opina sobre las otras apariciones marinas? ¿La
Virgen apareció en Lourdes o en El Rocío?
—Claro que no. Todas las apariciones de la Virgen
son mentiras. Estas visiones surgen de personas que no están bien de la cabeza,
y que lo que necesitan es atención médica, no explotación eclesiástica. Teológicamente,
las apariciones no son posibles. Todas las que menciona son expresiones de
religiosidad popular, y lo que el clero tendría que hacer es evangelizar estas
personas. Desafortunadamente, la Iglesia ha optado por fomentar este tipo de
espectáculo. Me entristece porque creo que una Iglesia que hace esto se delata
como enemiga de la Humanidad, del pueblo.
—¿Qué siente al ver multitudes conmemorando algo que
considera que fue un fraude?
—Me da pena. Veo multitudes sedientas de milagros
procedentes del cielo porque no se pueden beneficiar de los milagros de la
tierra. Son personas con miedo, que creen que dios es sádico, cruel y
vengativo, que exige autoflagelación y sacrificios como los de los pobres
pastorcitos. Son personas que buscan soluciones a sus problemas en el cielo,
cuando la solución sólo se encuentra dentro de cada persona. Ese siempre fue el
mensaje de Cristo, cuyo evangelio predicaba la liberación de los pueblos y la
destrucción del poder.
—Suponiendo que todo haya sido un fraude, ¿ve algún
lado bueno a toda la historia de Fátima? Hay quienes defenderán que tiene
valor, si sólo porque sirve para dar esperanza a algunos fieles en busca de un
milagro…
—No veo nada bueno en un fenómeno manufacturado para
engañar a millones de personas, pobres que llegan al Santuario de rodillas, que
lloran y gritan, que repiten “Dios te salve María” de manera incesante.
—¿Cómo consigue mantener su fe en la religión
católica?
—Siempre quise ser cura, y cuando fui ordenado, el 5
de agosto de 1962, tomé votos para serlo de por vida. Este tema no me hace
dudar que soy presbítero y periodista, hombre de fe, de Jesús, creyente en su
palabra y sus políticas. Mi fe se mantiene porque entiendo que ser católico es
reconocer que Dios vive dentro de cada uno de nosotros, factor común entre
todos los seres humanos. Me siento católico y humano, algo bastante diferente
que sentirse apostólico o romano.
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