La pederastia no
tiene límites
Mientras el
Papa Francisco trabaja en favor de los inocentes
Enric Sopena Jueves, 3 de enero de 2019
Mientras en el Vaticano
el Papa Francisco encarna la esperanza de que la Iglesia trabaje
en favor de los vulnerables y de los inocentes, en España algunos
monseñores parecen empeñados en representar cuestiones que
atentan contra la libertad de las personas y los derechos que la
Constitución proclama. Entre los mejores exponentes de esta postura
involucionista y casposa, que retrotrae a los peores momentos de nuestra
historia, figura por derecho propio el obispo
de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, famoso por arremeter contra todo
lo que le huela a rojerío.
Utilizando como púlpito la pequeña pantalla, a
través de la misa televisada del último domingo de diciembre en el canal 2 de
la TVE pública, monseñor se erigió como martillo de herejes, despotricando
contra la igualdad.
Reig Pla aprovechó la tribuna televisiva para
sostener que “negar la diferencia sexual
y la importancia de la familia es optar por una sociedad atomizada, de simples
individuos”. Respecto al colectivo LGTBI advirtió que “la sociedad (…) nace de
la diferencia sexual y la procreación (…) dos individuos no diferenciados
sexualmente suman sus dos individualidades según sus deseos”.
El Papa Francisco se enfrentaba a la dura realidad de
una curia contaminada de algún modo por la pederastia, que demuestra que
sus raíces están arraigadas
Por supuesto, no se cortó al anatemizar los
métodos anticonceptivos. “La malicia de
la anticoncepción –dijo- reduce la unión conyugal a los simples
deseos de los cónyuges”. Y tras señalar el aborto como causante del descenso
demográfico, calificó las políticas progresistas de “cultura de la muerte”.
Mientras el obispo de Alcalá de Henares
desgranaba tales lindezas mirando a la cámara, en el Vaticano, el Papa Francisco se enfrentaba
a la dura realidad de una curia contaminada de algún modo por la pederastia,
que demuestra día a día que sus raíces están arraigadas en la estructura
eclesiástica.
Se acababa de hacer pública una fechoría
más, celosamente guardada: Los hábitos delictivos del pederasta Marcial Maciel, fundador de los
Legionarios de Cristo, eran del conocimiento pontificio hace ya seis
décadas; sesenta años de tortura para millares de niños sometidos al monstruo
que estaba al frente de un auténtico imperio económico amparado por Roma y,
según parece, bajo el ala protectora de Juan Pablo II quien pudo imponer
silencio pese a las denuncias.
Nada de esto se difundió por el diario Ya, propiedad de la Conferencia Episcopal,
ni por su radio, la COPE, ni por su televisión privada TRECE/TV que en siete
años ya ha invertido a fondo perdido 82 millones en una cadena que alberga
mensajes reaccionarios y opiniones muy alejadas de la caridad.
He aquí por qué los sacerdotes que en verdad
difunden el mensaje de Jesús de Nazaret y los buenos cristianos, tienen
que seguir luchando día a día para mantener la fe pese a las contradicciones de
la propia institución. Y es que el maligno, en demasiadas ocasiones, viste de
sotana.
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