“Me pegaron mientras se
reían y me meaban encima”
Una mujer indigente relata la paliza
y las vejaciones a las que le sometieron dos jóvenes cuando dormía en un cajero
JAIME
PRATS Valencia 6
FEB 2015
ElPaís
La cuesta abajo en la vida de María
Ángeles comenzó hace unos ocho años. Cuenta que las malas compañías la
introdujeron en la cocaína base. Y que la droga le llevó a conocer amistades
aún peores. Hace un año, la violenta pareja con quien vivía esta mujer de 54
años le dio una tremenda paliza: “Me reventó”. El agresor acabó en la cárcel.
Ella, en la calle al no poder pagar el alquiler. Convirtió un cajero automático
de Torrent (Valencia), donde residía, en su dormitorio. Y allí tocó fondo. Dos
chavales entraron de madrugada hace un mes, la orinaron y la insultaron
mientras la pateaban y se mofaban de ella. “Yo solo quería salir de allí
corriendo y pedir socorro”.
Este jueves, un día después de que
la Policía Nacional detuviera a los dos agresores e hiciera pública la
vejación, María Ángeles se encontraba al pie de la torre del antiguo castillo
que preside la plaza Mayor de Torrent, donde se ha instalado desde aquel día.
Sentada en un colchón forrado de plástico para aislarse de la humedad, rodeada
de mantas y embutida en un anorak y varios forros polares, rememora aquella
noche, la madrugada del 4 al 5 de enero. “Serían las tres de la mañana cuando
entraron en el cajero dos chavales de aspecto totalmente normal. Fueron hacia
una esquina para hacer pis y entonces me vieron”.
2005,
Barcelona. Dos
jóvenes junto a una adolescente menor de edad quemaron viva a María Rosario
Endrinal, de 50 años, que dormía en un cajero de Barcelona. Los dos autores de
la muerte fueron condenados a 17 años.
2006,
Huelva. Seis
menores fueron detenidos por la paliza que propinaron a un indigente que se
encontraba en un cajero en Ayamonte.
2009,
Alicante. Un
menor de 17 años agredió y quemó a un ex guardia de seguridad en paro, de 42
años, que descansaba en un cajero. La víctima fue ingresada en coma como
consecuencia de la paliza.
2009,
Madrid. Rafael
Santamaría, de 35 años, fue apaleado cuando dormía en un fotomatón de la zona
de Moncloa.
2012, Madrid. La Guardia Civil detuvo a 17
personas implicadas en la agresión a un indigente en Majadahonda. Intentaron
quemarlo.
Tiene las manos hinchadas, llenas de
sabañones. Mientras habla se desescama las heridas producidas por el frío.
Primero los dedos de una mano. Luego los de la otra.
“Al verme, se acercaron y entonces
empezaron a mearme encima, a escupirme y a insultarme”, prosigue. “Comenzaron a
gritar ¡guarra!, ¡puta!, ¡cerda!, ¡asquerosa!, y a darme patadas”. Apenas
recuerda el acto reflejo de tratar de protegerse la cara con las manos y las
risas de los dos jóvenes mientras la humillaban. “Me sentí como una mierda”,
relata. Tras ser agredida, la mujer salió en busca de ayuda. Una pareja que
paseaba por la zona llamó a la policía y los agentes la trasladaron al
ambulatorio para atenderle de las lesiones.
María Ángeles dice que aunque no le
rompieron nada, lo pasó muy mal y que aún no se ha recuperado de los golpes. No
solo por el dolor de las contusiones. Explica que las cicatrices y llagas que
tiene en la nariz, en las mejillas y el labio son parte de las secuelas del
ataque. Y que los restos de crema que tiene en la cara se deben al tratamiento
que le recetaron para que se cierren las heridas. “Es una pomada que me
consigue una vecina con la receta que me dio el médico”.
Los dos detenidos son vecinos de
Torrent, una localidad que se encuentra a tan solo 9 kilómetros de Valencia y
que, con sus 80.500 habitantes, es la segunda localidad más poblada de la
provincia. Uno de los implicados tiene 18 años y ya contaba con antecedentes
policiales, pero “no relacionados con los hechos de los que se le acusa ahora”,
indican desde la policía. El otro es menor de edad. Ambos están ya en libertad
acusados de delitos contra la integridad moral y de lesiones.
Desde entonces, María Ángeles duerme
al raso, muy cerca de donde sufrió el ataque. Antes de la agresión, la
acompañaba un amigo, y no estaba tan sola. “Congeniamos bastante. Se llamaba
Luis y era mayor que yo. Tenía 58 años. Estábamos juntos de noche, pero nada
más. Él aún estaba enamorado de su mujer, que había fallecido hace algún
tiempo. Hace como un mes le dio un infarto y se murió”. Ahora pasa las noches
aterrada. “Es el peor momento del día, hasta el simple ruido de un papel
arrastrado por el viento me sobresalta”. Reconoce que combate el miedo con el
alcohol. “Sé que la bebida es mala, pero no hago daño a nadie”.
Esteban Ibarra, presidente del
Movimiento contra la Intolerancia, comenta que las agresiones contra las
personas sin hogar —“las peores, contra los más débiles y vulnerables”— son más
frecuentes de lo que pueda parecer ya que solo salen a la luz las más graves.
Por ejemplo, casos sonados como el chaval
de 17 años que en 2009 quemó a un ex vigilante jurado en paro que dormía en un
cajero de Alicante. O la brutal agresión que sufrió Rafael Santamaría en 2009,
un mendigo que dormía en un fotomatón en la zona de Moncloa de Madrid. Cinco
jóvenes de estética skinhead le propinaron tal paliza que pasó
año y medio en el hospital.
Frente a estos episodios, Esteban
Ibarra explica que se dan muchos otros que pasan inadvertidos por el miedo de
la víctima a denunciarlos. Además, sostiene que detrás de estos comportamientos
suelen estar grupos de ideología neonazi. “Es una pauta común que encaja en su
ideología: ataques a las personas que consideran que no tienen valor, que no
sirven para nada y a los que hay que humillar, golpear y matar”, señala.
Por ello, entre sus reivindicaciones
se encuentra incluir como agravante en el artículo 22.4 del Código Penal (que
ya contempla aspectos como cometer el delito por motivos racistas, antisemitas
o por motivos discriminatorios relacionados con el sexo, la etnia o padecer una
discapacidad) que el delito se cometa contra personas sin hogar.
Este sería uno de los perfiles del
agresor contra los indigentes: “Miembros de bandas radicales o de orientación
neonazi que agrede a la gente vulnerable para mostrar su deprecio”, según
Vicente Garrido, profesor de profesor de psicología de la Universidad de
Valencia y criminólogo. Pero Garrido añade otro grupo. Se trataría de personas
que sin tener motivos ideológicos detrás y marcados por una psicopatología de
rasgos impulsivos, violentos y de falta de empatía emocional “aprovechan la
ocasión para vivir una experiencia emocionante y sentir el placer que les da
ejercer el poder contra el débil”.
María Ángeles sigue en la calle a
pesar de las ofertas que ha recibido de los servicios sociales municipales:
“Fui una vez a un piso compartido, pero no lo aguanté”.
no se vean en mi situación”,
dice la víctima
Ahora, su máxima aspiración es
cobrar una ayuda. Una portavoz del Ayuntamiento de Torrent indica que están
tramitando la renta garantizada de ciudadanía, que asciende a 436 euros al mes.
“Hemos tratado de integrarla en nuestros programas de atención pero siempre se
ha negado”, añaden. Incluso relatan que la sometieron a un proceso de
incapacitación para poder tutelarla. Pero el juez consideró que María Ángeles
se encontraba en plenitud de facultades mentales y rechazó la petición del
municipio.
“Contra su voluntad no se puede hacer nada”, añaden
desde el Ayuntamiento. Y ella, pese a todo, quiere vivir en la calle. “La
convivencia es dura, por eso prefiero seguir así”, apunta. “Solo espero que me
den la ayuda”, insiste. “Y que el día de mañana, si [los agresores] tienen un
hijo, que no se vea en la situación en la que me encuentro”.
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