Falciani contra la corrupción, la jauría contra
Monedero
Han decidido
que el #SwissLeaks no va con ellos, o va muy poco, sobre todo si tienen a mano
a Juan Carlos Monedero o a cualquiera de Podemos
Ha calado la
idea de que los ricos, “la gente bien”, pueden defraudar impuestos por derecho.
Es lo natural
9-2-2015
eldiario.es
La publicación de la lista Falciani de irregularidades
fiscales de altos vuelos ha sorprendido a los notables del país (políticos y prensa
tradicional) en plena campaña contra Monedero, el mentor de Podemos. Los
manejos desvelados de la filial suiza del banco británico HSBC para con sus
clientes selectos (más de 100.000; entre ellos, 4.000 relacionados con España)
constituyen un escándalo de dimensiones descomunales. Porque, entre los casos
presentados, hay algunos en los que la propia entidad bancaria asesora cómo
ocultar patrimonio en paraísos fiscales. Y sin mirarle la cara al dinero: en la
lista lo hay procedente del narcotráfico y hasta del terrorismo.
Poco a poco la trascendencia de la noticia despereza a
los medios que tienden a no hablar cuando la noticia la han generado medios
ajenos. Otros han decidido que el #SwissLeaks no va con ellos,
o va muy poco, sobre todo si tienen a mano a Juan Carlos Monedero o
a cualquiera de Podemos. Esa coincidencia hace más flagrante comprobar a qué se
dedican muchos periodistas. O políticos. Aquí tenemos a la muy valorada
vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría culpando a Monedero poco menos que
del deterioro
de la sanidad y la educación porque tardó en hacer una
complementaria de 200.000 euros. Aguardamos sus palabras para saber en qué
cuantifica el destrozo que se podía haber paliado con el cobro a tiempo de los
impuestos de los 2.000 millones de Emilio Botín ocultos a través del HSBC. Y lo
impagado de cada uno de los que se irán sabiendo.
Siguen empecinados con esas portadas que acusan a
Monedero de cobrar 35.000 euros de Venezuela o similares, cuando no se emplean
en contar el material antidisturbios que
el Gobierno español vende a “los bolivarianos” para que sacudan a la disidencia, en
el que se incluye hasta cianuro. Informando se apartarían del objetivo: la
maquinaria trata –con cierto éxito, al parecer– de afianzar la creencia de que
todos son tan ladrones como ellos y no hay nada mejor que seguir como estamos.
El profesor que gestó Podemos ha ganado dinero. No
tuvo la previsión de irse a vivir a un cajero automático como se exige a la
gente de izquierdas para que luchen contra las desigualdades. Es cierto que las
sociedades pantalla para eludir o gestionar impuestos no son muy airosas, pero
a ellas aboca la legislación española para solventar auténticas
arbitrariedades. En Suiza disponen no ya de pantallas, sino de todo el sistema
solar. Hemos dejado que nos montaran un mundo muy corrompido.
Lo realmente dramático es volver a toparse con la
realidad de una población, la española, con graves defectos estructurales. Ver
cómo le cuelan una y otra vez lo que prebostes del sistema corrupto quieren
inocularles. La desmesura desplegada contra Juan Carlos Monedero queda fuera de
toda objetividad. Una cosa es la búsqueda de respuestas, la necesaria crítica,
y otra esta carnicería.
Estamos hablando de un país saqueado en sus arcas
públicas, en sus derechos y en las más elementales normas de la decencia. Según
los técnicos de Hacienda, más del 70% de la evasión fiscal la practican las
grandes empresas. El 94% de las sociedades del IBEX se alojan en paraísos
fiscales, en acelerado y espectacular aumento al que ni de lejos se le pone
freno. El ministerio que regenta Cristóbal Montoro se marcó una amnistía fiscal
por la que los impuestos les salieron casi gratis a una cuadrilla de
delincuentes que tuvieron a bien regularizar sus cuentas sin costo penal
alguno.
Lo robado a saco de las arcas públicas en los
múltiples casos de corrupción que nos anegan se cuantificó –según cifras muy
cándidas– en 40.000 millones anuales. Hervé Falciani ha declarado que perdemos
cada año en evasión fiscal el equivalente a la totalidad de la deuda. Y aún no
salimos de una Gürtel cuando nos nace una Púnica, unos ERE o cualquier herencia
en Andorra, con este remate en las montañas suizas que corona la supina
desvergüenza. Y ni dios devuelve lo sustraído.
Y en este escenario, ¿las cuentas de Juan Carlos
Monedero y su regularización fiscal son para tener la repercusión que están
teniendo? Recordemos que siguen abriendo portadas de diarios de referencia y de
los otros y copan las programaciones y las conversaciones. No hay vez que se
conecte con un debate y no aparezcan ejemplares de una jauría, en la que se
reconocen notables sustentadores de corruptos acreditados, que vocifera contra
Monedero o Podemos. Monedero suscita declaraciones tan desorbitadas y ridículas
como estas (de políticos de partidos pringados) que le comparan con Bárcenas.
O la flagrante desigualdad de trato por
parte de los poderes del Estado.
Ha calado la idea de que los ricos, “la gente bien”,
pueden defraudar impuestos por derecho. Es lo natural. El conservadurismo
español que tenemos al mando ni se lo cuestiona, según los indicios. La clave
está en ese sector de la sociedad española que en el fondo se siente muy cómodo
con la bota en el cuello: le evita el problema de pensar. Ese que se deja
llevar del ronzal o que camina obediente en manada cuando los guardianes le
conducen al establo o al matadero. Algunos ni son conscientes de ello.
De antiguo se ha hablado de la envidia como uno de los
peores defectos de los españoles, uno de sus “pecados capitales”. Las cabezas
visibles de Podemos son profesores y visten en Alcampo, los ven como sus
iguales. Y los iguales no pueden destacar. Han saltado también a dentelladas
como los perros que les acotan. "Faltaba más, con lo que presumían",
es el principal argumento.
Otro sector, alimentado en la puerilidad, se
desencanta al comprobar que las personas y las organizaciones no son
inmaculadas. Y pasa del blanco al negro, del bien al mal rotundo, del siempre
al jamás, y odia quien amaba con los mismos escasos indicios en ambos casos. El
maniqueísmo propio de las sociedades inmaduras. La vida, quizás, es gris,
algunas veces.
Otro cierra los ojos, por rechazo, sin prestar la
imprescindible vigilancia al funcionamiento de todo partido o asociación.
Para alguien que siga la actualidad a diario, la
realidad española muestra interminables evidencias de disfunción grave. Lo
olvidamos en la aceleración de los días, pero es atroz. Nos encontramos con gente tendida en los pasillos de
los hospitales, enfermos en peligro de muerte a los que no se
suministran medicinas "porque son caras", personas que no pueden
encender la calefacción ni en la ola de frío, carreteras cortadas y pueblos
aislados por la nieve durante días cuyos responsables no sufren los rigores
mediáticos como sucedió con otros Gobiernos.
El espectacular saqueo de Caja Madrid/Bankia,
convertido en un virreinato a expurgar.
Y que sigue dejándonos en herencia deudas. Las noticias a encadenar que nos
contaba el domingo InfoLibre:
la gran banca gana un 27% más en 2014, casi 10.000 millones, mientras que el
Banco de España admite malas prácticas en el 70% de las reclamaciones de los
usuarios. Cómo, entretanto, nos han dado un sablazo antológico en el
precio de los servicios públicos. El goteo del incesante crecimiento
de la desigualdad que pagaremos durante décadas.
Y, además, la cadena perpetua que desde este martes se
dispone a manchar de ignominia nuestro ordenamiento jurídico. Esas extrañas
coincidencias que suceden con los litigios en este país: el juez que condena a Bárcenas
por vulnerar el derecho a la intimidad de Cospedal tiene tal grado de amistad con ella
que asistió a su boda. El escándalo de manipulación de la televisión
pública nacional, llegando al punto de construir una redacción paralela para
las elecciones. Una Aguirre que se planta en Antena 3 a decirles de qué no
deben informar bajo amenaza de llamar al dueño, que también "es amigo
suyo”, refriéndose al ahora fallecido José Manuel Lara y a Podemos. Y todo se
traga como si nada. Esto es lo que tratan, con golpes bajos, de
mantener.
Al paso que vamos se van a quedar. Revalidando estas
políticas y gestos. Con sus corrupciones, sus cuentas en Suiza, sus hirientes
burlas, sus pactos. Aunque no todo está perdido. Existe un poder ciudadano que
ha emergido ya. Por el camino que tome, continuará avanzando. Es demasiado
hartazgo, demasiada dignidad pisoteada. Demasiados ataques a la inteligencia y
al concepto más elemental de justicia. Tarde o temprano operará cambios y lo
saben. ¿Por qué, si no, semejante campaña? Con tal encono, todos a una. ¿Hay
quien piense que es en interés de la sociedad?
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