Crónica - El yo acuso de la teóloga de los seminaristas
"No acabarán los casos de abusos de sacerdotes hasta que el Papa acabe
con la 'mafia lavanda' en la Iglesia"
ElMundo
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EMILIA
LANDALUCE
12/09/2018
Hace 17 años que Janet Smith
(68 años) enseña Teología en el Seminario del Sagrado Corazón en Detroit
(Michigan). Antes fue catedrática de Filosofía Clásica en las universidades de
Dallas y Notre Dame. Smith conoce bien los complicados vericuetos del
clero aunque la suya haya sido una vida dedicada al
estudio y a la formación de jóvenes seminaristas.
Hoy, dice, asiste compungida al descrédito
de la Iglesia católica que pese a su labor social (ahí está
Cáritas, las residencias de ancianos, las monjitas misioneras...) y
evangelizadora últimamente parece ser sólo noticia por los escándalos de abusos sexuales.
El último, a propósito de la dimisión del cardenal Theodore
McCarrick (88 años), una de las figuras más destacadas de la Iglesia
en EEUU, tras las denuncias de varios menores y algunos seminaristas.
El escándalo se suma a la crisis de Chile por
la que todos los obispos presentaron su renuncia al Papa.
Smith lo tiene claro: «El problema de los abusos no podrá resolverse sólo con la dimisión
de algunos obispos, ni tampoco con nuevas directrices
burocráticas. El problema son las redes homosexuales existentes en el clero,
que tienen que ser erradicadas», explica a Crónica.
La profesora Smith, autora de varios superventas sobre
sexualidad y anticonceptivos además de consejera habitual de la Santa Sede, es
uno de los referentes de la carta que hace dos semanas Carlos María Viganò
(77 años), arzobispo titular de Ulpiana y ex nuncio apostólico en EEUU entre
2011 y 2016, remitió a los medios en la víspera de la llegada del Papa Francisco a Dublín.
El viaje a la capital irlandesa
no sólo tenía una finalidad pastoral. También se esperaba que el Sumo Pontífice pidiera perdón por los
abusos perpetrados por algunos miembros del clero en el país.
La misiva de Viganò (titulada 'Para sacar a la Iglesia
de la ciénaga inmensa en la que ha caído') es un desafío sin precedentes. El
arzobispo denunciaba que Francisco ya
había sido advertido de las actividades de McCarrick (de hecho habría levantado
las sanciones que Benedicto XVI habría impuesto al cardenal) al
mismo tiempo que describía una suerte de lobby gay que regiría una parte
importante de la Iglesia y con el que también colaborarían los cardenales
Sodano y Bertone, a quien directamente acusa de ser notoriamente favorables a la promoción de
homosexuales.
«Estas redes, difundidas ya en muchas diócesis,
seminarios, órdenes religiosas, etc., actúan protegidas por el secreto y la
mentira con la fuerza de los tentáculos de un pulpo, triturando a las víctimas
inocentes, a las vocaciones sacerdotales y estrangulando a toda la Iglesia
(...) Tenemos que tener la valentía de derribar esta cultura de omertá
y confesar públicamente las verdades que hemos mantenido ocultas», concluía la
carta.
Las palabras de Viganò fueron
interpretadas como un ataque frontal al Papa Francisco por parte de los sectores tradicionalistas de la
Iglesia teóricamente deseosos de acabar con el relativo aperturismo del
pontífice argentino. Aunque de momento el silencio ha sido la única respuesta
del Vaticano, los articulistas más cercanos al Papa se
han encargado de desprestigiar al nuncio, ariete de una supuesta conspiración
ultraconservadora para obligar a dimitir a Bergoglio.
Smith, sin embargo, defiende a Viganò. «No es una cuestión de apoyar
una facción u otra. A mí me parece que tiene credibilidad y
además ha dicho que los documentos de los que habla se pueden consultar en
Filadelfia, en Washington DC y en Roma. Así que no hay por qué dudar de sus
palabras. Basta ir a los archivos. Las críticas son irrelevantes. Lo importante es que se sepa la
verdad. Destruir al mensajero no va ayudar a la Iglesia».
Smith dice no saber de las
andanzas de McCarrick.
«Personalmente, nunca escuché nada aunque tengo entendido que eran la
comidilla. Ahora es cuando estoy empezando a recibir denuncias respecto a este
tipo de comportamientos. Me han contado estudiantes cómo un cura les amenazó con
destruirles si revelaban sus prácticas homosexuales. O por
simplemente negarse a pasar el fin de semana con el sacerdote de marras. Así es
imposible que los chicos lleguen a admirar a la persona que debe convertirse en
un mentor, en su persona de confianza. En cualquier caso, éste no es un tema que afecte
únicamente a la Iglesia. El otro día recibí la carta de un
chico que me comentaba que su entrenador de béisbol le había violado 700
veces».
Según cuenta Viganò,
era un secreto a voces que el cardenal McCarrick compartía lecho con los seminaristas
y que en cierta ocasión se llevó a cinco jóvenes a pasar un fin de semana a su
casa de la playa.
«La Iglesia tiene un problema. Hay muchos homosexuales activos
que no están respetando el voto de castidad. Están los que son
pederastas, que son una minoría. Pero por otro lado están otros que tienen
relaciones consentidas con jóvenes seminaristas. (Un estudio 1950-2002. The nature and
scope of sexual abuse of minors by catholic priests and deacons in USA sostiene
que el porcentaje de abusos homosexuales en la Iglesia asciende al 80%
del total) O incluso están los que tienen una pareja estable
(ya sea hombre o mujer). Y esto es un problema porque evidencia que no creen en
las enseñanzas de la Iglesia. Llevan sus vidas como si fueran libres. Por
supuesto que también hay homosexuales que se mantienen castos.
¡Y merecen una medalla!».
'Mafia homosexual'
¿Pero no sería mejor,
como apuntan algunas voces, acabar con el voto de castidad? «Cuando un chico
ingresa en un seminario tiene muchos años por delante para pensar lo que
conllevan los votos. De todas formas, le garantizo que estos curas homosexuales
no iban a casarse con una mujer».
Los datos parecen darle la razón. La Iglesia
protestante tampoco está exenta de casos de abusos. Smith denomina Mafia Lavanda
(a medio camino entre el púrpura cardenalicio y el rosa) al supuesto lobby gay
que se habría hecho fuerte en la Iglesia. «Es un grupo de homosexuales activos que se protegen entre ellos
para tomar el control de las diócesis. Y así muchos llegan a puestos de poder
desde donde pueden ejercer presiones contra los muchos curas que no están de
acuerdo con su forma de vida. Y les boicotean. Luego ayudan a los suyos a
llegar más lejos en la jerarquía eclesiástica. Este tipo de gente son Harvey Weinsteins
[homosexuales] con sotana. Muchos de ellos se aprovechan de los seminaristas,
de los curas jóvenes o de cualquier chico que se acerque a la parroquia. Son depredadores que abusan de
su situación de poder para obligar a otros miembros de la
Iglesia a mantener relaciones con ellos».
Viganò insiste en que el comportamiento de McCarrick no era precisamente velado.
La teóloga es tajante: «Cuando llegaba una denuncia, respondían diciendo que
McCarrick era muy bueno recaudando fondos para la Iglesia. ¿Y eso que les
importa a las víctimas?»
La teóloga prefiere no especificar pero denuncia que en algunas diócesis el
porcentaje de religiosos homosexuales asciende al 50% de sus miembros.
«Por eso algunos temen actuar. Les da miedo exigirles que respeten sus votos y
quedarse sin curas. Pero la Iglesia y sus feligreses tienen derecho a que los
sacerdotes crean en sus propias enseñanzas».
La homosexualidad en cualquier
caso nunca ha sido ajena a la Iglesia católica. Por ejemplo Julio II (1503-1510) y León X (1510-1521)
fueron retratados por sus contemporáneos como notorios «sodomitas». Además Francisco ha tenido
declaraciones contradictorias al respecto. Desde el «Dios te
hizo así», con el que a finales de abril consoló a un joven gay chileno víctima
de los abusos, a aconsejar a los padres de niños con tendencias homosexuales
que manden a sus hijos al psiquiatra para que, según matizó después el
Vaticano, aprendan a aceptarlo.
En cualquier caso, como Benedicto XVI, Bergoglio también ha
desaconsejado el ingreso de gays en los seminarios. Smith
prefiere no pronunciarse respecto a la actitud de Francisco. «Lo único que me
parece es que debería hacer gala de esa transparencia de la que habló en la
carta que escribió recientemente a los obispos de EEUU. De momento, su silencio
respecto a las acusaciones de Viganò parece contradictorio. La verdad es que me
gustaría ser optimista. Desde que se desvelaron los primeros casos de abusos en
Boston, hay un evidente cambio de actitud en gran parte de los jóvenes que
ingresan en los seminarios. Son más comprometidos y decididos a respetar los
votos».
Jugarreta de los críticos
El jueves, Alfa y Omega,
periódico editado por el Arzobispado de Madrid, despachaba la carta de Viganò
como una «jugarreta que los críticos internos» tenían
preparada al Papa. «La respuesta frente a esta pequeña pero influyente minoría,
ahora hipócritamente reagrupada bajo la bandera de los abusos, no debe ser
entrar en polémicas cainitas. Más eficaz es continuar en la línea de las reformas
para seguir mejorando la formación afectivosexual en los seminarios y fomentando
una mayor presencia en los órganos de decisión de la Iglesia de los laicos (en
particular, de mujeres)».
Santa
Pedofilia
Santa
Pederastia
Protégenos
en nuestra labor pastoral sobre todo cuando imitando al Maestro digamos y
hagamos: “Dejad que los niños se acerquen a mí.”
Por
todo ello, por nuestro compromiso espiritual, juramos solemnemente cumplir los
votos que nos guiaran por el camino de nuestro señor Jesucristo:
Obediencia
Pobreza
Castidad
Una línea similar a la que
propone Smith. «Hay que abrir a
los laicos los archivos de los que habla Viganò y llegar al fondo de la
cuestión. Y no sólo para condenar a los culpables sino también para despejar
cualquier duda sobre los que sean inocentes. Hay que hacer todo lo posible para que los feligreses vuelvan a
confiar en la Iglesia y sepan que si su hijo quiere ser
monaguillo o se decide a tomar los hábitos estén seguros de que no sufrirán
acoso alguno. Por eso es tan importante que se llegue hasta al final. Es una
pena que pese a todo lo que hace la Iglesia solo se hable de abusos sexuales.
Lo de menos es perder sacerdotes. Ya sea porque pertenezcan a la Mafia Lavanda,
porque abusen de sustancias tóxicas o porque sean unos narcisistas ambiciosos. Lo importante es que los
católicos puedan volver a confiar en la Iglesia».
A muchos el discurso de la profesora Smith les
parecerá homófobo. «Ése también es un riesgo», concluye la teóloga.
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