Los grillos saben a almendra y los gusanos, a patata
Una vez asimilado el sobresalto de
que los insectos se comen, toca dirimir si están ricos. Y resulta que dan un
gusto único al 'brownie'
ElPaís
Para
la mayoría un manjar suele ser un buen pescado fresco, una carne a la brasa o
una ensalada llena de prodigios. Pero hay otros manjares. Por ejemplo, los
insectos. Gusanos, larvas de mosca, saltamontes, entre otros bocados deliciosos
y crujientes con alas, ojos y patitas. Y aunque en Europa nos parezca raro, la
entomofagia (comer insectos), es una costumbre ancestral en buena parte del
planeta y hasta aparece en la Biblia. A Aristóteles le encantaban las cigarras.
Solo hay que superar los prejuicios. Y el asco.
La
francesa Laetitia Giroud trabajaba como directora de logística y transporte
internacional en una empresa estadounidense. Y es vegetariana desde hace 15
años cuando empezó a buscar nuevas soluciones para tomar proteínas. Tras
contactar con algunos compañeros de las sedes de la empresa en Tailandia y
China comenzó a comer insectos. “Al principio me daban muchísimo asco; de
pequeña me gustaba jugar con ellos y mi madre me decía que los dejara, que
estaban sucios”. Pero los cogió gusto, tanto que cambiaron su vida y hoy son el
eje de su actividad.
Giroud,
y su socio Julian Frederic Foucher, tienen una granja de unos 300 metros
cuadrados en la localidad malagueña de Coín llena de ventajas. La ganadería
tradicional ocupa el 70% de la tierra, pero puede criar en altura. Cuenta con
uno de los mejores sistemas de biodegradación: el ganado se alimenta de
productos que no están a la venta o de residuos agrícolas. Gasta poco agua:
para obtener un kilo de carne solo utiliza entre uno y tres litros, mientras
que una mazorca de maíz chupa 600. No consume electricidad, porque sus animales
tienen sistema de autocalefacción. Tiene buen ritmo de conversión: si para
obtener 100 kilos de carne de vacuno se utilizan 1,2 toneladas de alimento,
para su particular ganado necesita seis veces menos.
Aunque
digan que del cerdo se aprovecha todo, solo sirve el 65%; pero Giroud utiliza
el 100%. Los residuos son cero porque aprovecha los excrementos como
fertilizante y produce menos gases de efecto invernadero. Y con un kilo de
huevos obtiene, en tres días, 300 kilos de carne, un crecimiento del 300%. Un
momento: ¿qué tipo de huevos? Sí, lo han adivinado, Giroud tiene una granja de
insectos.
Insagri, la
empresa, se instaló en 2012 en Coín por su clima. “Málaga reúne las condiciones
perfectas para la cría y está muy bien comunicada”, explica. Produce carne de
insecto tanto para consumo humano (gusanos de harina y grillos) como para
animal: larva de mosca soldado (que no tiene patógenos por lo que no transmite
enfermedades).Pero,
¿a qué sabe todo esto? “Algunos dicen que les recuerda al sabor del pollo”,
cuenta, “los gusanos de harina saben
a
patata, y los ofrezco como aperitivo. Con los grillos hago brownie porque
saben a nueces o almendras”.
En
el mundo, 2.000 millones de personas, sobre todo en Asia, América Latina y
África, comen insectos. Tiene razón Giroud cuando dice que no entiende por qué
nos da asco un saltamontes y no un langostino, que también es un bicho al que
le quitamos la cáscara, las patitas y hasta le chupamos el interior de la
cabeza. “Y me han mirado como a alguien de otro planeta por montar una empresa
de insectos comestibles”, se queja.
Pero
la cosa parece que va calando: la Universidad
de Alicante celebró, en 2014, la I
Jornada Gastronómica de Insectos. Delicias que se cataron: manzana de Adán y
Eva (claro, con gusanos) o bombón de grillos con chocolate a la pimienta y
escama de sal. El organizador, Eduardo Galante, investigador del Centro Iberoamericano de la Biodiversidad, vaticinó: “Los insectos tienen un potencial enorme,
junto con los artrópodos como arañas o crustáceos representan más del 75% de la
biodiversidad del planeta”.
El consumo de insectos en
España se encuentra en un vacío legal. No hay una norma específica respecto a
su comercialización. En 2008, la Agencia
de Salud Pública de Barcelona prohibió
a la tienda Llorenç Petrás, en el mercado de La Boquería, vender hormigas
crujientes, gusanos tostados o piruletas de escorpión.
Sin embargo, la FAO sostiene, en un informe de 2013, que los insectos
pueden ser una buena solución para el problema del hambre. En 2030, la
población rondará los 9.000 millones de habitantes, habrá escasez de agua,
océanos sobreexplotados e imposibilidad de aumentar el suelo dedicado a la
agricultura. Por eso los insectos pueden ser una buena salida del atolladero,
porque además, según la FAO, son un alimento saludable con alto contenido en
grasas, proteínas, vitaminas, fibra y minerales. Por ejemplo, el gusano de
harina como el que se cría en Ingrasi es similar al pescado y la carne. Aunque
hay quien critica que el hambre es un problema fundamentalmente político que no
se cura con alimentos milagro.
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