Público
1-9-15
David Bollero
¿Se
imaginan en Alemania una fundación cuyo objetivo fuera “toda actividad que conduzca a
enaltecer la figura de Hitler y a preservar su legado”? Cambien “Hitler” por “Franco” y eso es lo que sucede en España con
la Fundación Nacional Francisco Franco,
que en su último editorial tiene la desfachatez de asegurar que “el
régimen llamado franquista se caracterizó por su defensa de […] la libertad;
sí, la libertad esclarecida y responsable que tiene su fuente y fortaleza en la
verdad, que repugna el libre albedrío como degradación de la libertad superior
del hombre y que no puede explicitarse en las libertades formales de opinión”.
¿Es lógico que suceda esto en una Democracia moderna?
¿Realmente debería ser legal que una fundación viva por y para ensalzar la
figura de un malnacido como fue el dictador Franco? A algunos, como es el caso
de José María Aznar, no sólo le debe parecer lógico sino, además,
imprescindible. A fin de cuentas, Aznar
mimó a esta Fundación durante su mandato con jugosas subvenciones desde el
ministerio de Cultura, entonces en manos de Pilar del Castillo -hoy en
la Unión Europea favoreciendo
a los lobbies de telecomunicaciones-, para “difundir el pensamiento de
Francisco Franco” y “contribuir a la proyección de su
ideario sobre el futuro de la vida española”.
Hoy ya no recibe ninguna ayuda del Estado y presume de
ello en su página web… pero lo estuvo haciendo hasta 2007, cuando al fin la Administración Zapatero
-hoy tan denostado- cerró el grifo a esta apología gratuita de un dictador a
través de la Ley de Memoria Histórica.
Sin embargo, faltó una vuelta de tuerca: la de su
ilegalización. ¿Por qué se cargan tanto las tintas con formaciones políticas
que cuentan con el aval de la Justicia como Bildu o Amaiur y, en cambio, ni
siquiera se pone encima de la mesa la ilegalización de este altavoz de la
extrema-derecha? Por ignorar a la Fundación Nacional Francisco Franco, el
Gobierno ni siquiera hace cumplir la ley, puesto que desde 2009 no presenta sus
cuentas, algo que es ilegal.
Mientras, indirectamente, el PP no pierde ocasión para
seguir contribuyendo al ideario del dictador: el ex ministro de Cultura
premiado con un retiro dorado en París, José Ignacio Wert, otorgó todos los
años de su mandato subvenciones al Diccionario Biográfico Español de la Real
Academia de la Historia, el mismo que al referirse a Franco indicaba que “montó
un régimen autoritario pero no totalitario”.
Los despropósitos de esta Fundación de extrema-derecha
rozan el esperpento, como cuando hace dos años propuso la
intervención del Ejército “ante la
deriva de España”. Entonces y a través de un comunicado no se
dudaba en afirmar que “el
Ejército no puede continuar callado ante la deriva de España, en manos de
mafiosos y traidores”.
Los franquistas, es un hecho, campan a sus anchas en
esta España tan democrática. Encontrar a pie de calles fotografías como las que
mostraba el argentino Carlos Bosch en su magnífico trabajo (foto superior) ‘El huevo de la serpiente’ no resulta tan complicado… la
diferencia es que el trabajo de Bosch se realizó entre 1977 y 1979.
¿Tendrá algo que ver este poso franquista en la
respuesta del Gobierno español con los refugiados? ¿Su indiferencia y ruindad
estará fundada en el hecho de que ellos son los herederos de los vencedores de
la Guerra Civil y, por tanto, no saben qué es ser realmente un refugiado?
Porque, no lo olviden, el
exilio republicano sacó fuera de España a cerca de 465.000 españoles,
de los que más de 200.000 jamás pudieron volver a su país. Pero eso, como
sucede hoy con los refugiados sirios, les importa un carajo.
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