Periodista, Cinco Días
Por qué nos gusta tanto Portugal
Publicado: 13/09/2015
Contaba Julio
Llamazares después de escribir su espléndido Trás-os-Montes que
uno de los últimos días de su viaje, mientras cruzaba con su coche por un
pueblo de las montañas que hacen frontera natural con Portugal, saludó a unos
paisanos que a la fresca junto a la carretera pasaban la tarde. Como siempre
hacía durante esas semanas que había estado viajando por la comarca portuguesa,
levantó el brazo educado a los contemplativos individuos. Pero en lugar de
recibir una cortés respuesta con la mano o la cabeza como era habitual, escuchó
un claro y directo: ¡Gilipollas! Entonces se dio cuenta: había cruzado la
frontera sin percatarse y se encontraba en un pueblo español de costumbres
algo... diferentes (ejem).
Porque parafraseando a Fraga, el que es different de
verdad para un español es sin duda un Portugal al que siempre le hemos dado la
espalda o quizá algo más abajo..., tan ignorado como cercano geográficamente en
una paradoja que el gag de Llamazares pone en evidencia. Por
increíble que parezca, en cuanto uno cruza la Raya (alrededor de
1.250 kilómetros de frontera) las diferencias son más que evidentes, y no
siempre a su favor claro.
Hay un Portugal chic que
desconoces. Si eres de los que piensan que Portugal deja mucho que desear en
buen gusto y estar a la última, tienes que reciclarte.
Sin embargo, cada vez me encuentro más españoles que
se aventuran hacia lo desconocido, y después de haberse recorrido media Asia y
parte del extranjero (desde Jordania, pasando por Vietnam o Zanzíbar, por
ejemplo) ahora han decidido mirar al oeste y se han encontrado con que hay vida
más allá de Mérida.
Este no es un artículo de viajes, pero después de
cinco años de visitas periódicas al país de Pessoa,
me permito la osadía de destacar algunas de las costumbres y curiosidades más
chocantes para esos viajeros primerizos, aunque se me acuse de caricaturizar.
Hay silencio en todas partes. Portugal no es un país fácil
de entender para nuestra mente carpetovetónica: está lleno de gente que habla
bajo. Como tampoco vamos a lanzar teorías antropológicas sin un trabajo de
campo riguroso, a mí se me ocurre que puede ser por aquello de la saudade (leer
más abajo) o por una positiva influencia anglosajona (que las hay; anglosajonas
e incluso anglosajonas positivas). Curiosamente, cuando se les pregunta si no
piensan que los españoles somos un tanto ruidosos, dicen que no, que les
parecemos divertidos y alegres. Eso es mirar el vaso medio lleno y lo demás son
tonterías.
Diferente forma de entender la conducción. Sí, tras el eufemismo se esconde la
frase más descriptiva y coloquial: conducen como locos. Sin embargo, he de
decir que si bien pensar así es el primer impulso, tiempo después uno se da
cuenta de que se trata de un hecho cultural. Como que no se puede rechazar un
té moruno en Marrakech, permanecer calzado en las casas escandinavas o clavar
en Japón los palillos en la comida... En Portugal se conduce con iniciativa o
no se conduce. Es decir, uno nunca debe mirar qué hace el otro y luego actuar
sino todo lo contrario, primero te metes y luego ya miras. Una vez entendido
esto y un buen seguro a todo riesgo, todo es coser y cantar.
La mayoría de sus playas no están destrozadas por la
construcción galopante. Sí..., yo he visto playas que nunca creeríais más allá de Ayamonte.
Tras sufrir en primera persona el lento machaque de alguna costa del sudoeste
español, poder disfrutar de playas con sol y sin gente en la costa atlántica es
un lujo. Antes de que alguien se lance a trolearme, quiero hacer la salvedad de
que en esta descripción no estamos hablando del Algarve. Lo sé, el Algarve es
una cosa y el resto de la costa portuguesa es otra. Es como si hubiera sido el
experimento que te sale mal y clamas eso de "nunca mais".
Entonces llega la divina providencia y te deja en lo alto de la Serra da
Estrela una Ley de Costas que no se la salta un torero, perdón,
un forçado.
Casi todos los portugueses te van a
entender cuando tú hables español, pero tú no vas a entender a casi ninguno
cuando hablen portugués.
Hay un Portugal chic que desconoces. Si eres de los que piensan que
Portugal deja mucho que desear en buen gusto y estar a la última, tienes que
reciclarte. Te sorprenderá la arquitectura de sus edificios modernos, los
acabados de las casas más modestas y lo detallistas que son en muchos de los
sitios que visites... En ocasiones puedes tener hartura del aroma decadente que
desprenden algunas de sus ciudades (sobre todo Lisboa, y Oporto), sí, pero
también te encantará el gusto por las cosas bien hechas y la elegancia bien
entendida de algunos de sus restaurantes y sus comercios. (A mí nunca me habían
cambiado los cubiertos con guante de felpa hasta llegar a la Ciudad Invicta).
Ni rastro de antiespañolismo. Nuestro querido profesor Miguel Ángel Bastenier decía alguna vez que los españoles
ignoramos a Portugal por un sentimiento de agravio histórico. Decía el sabio
periodista que al fin y al cabo representa a la "Cataluña" que sí
logró separarse. Dejando a un lado la exactitud de la provocadora sentencia, es
verdad que Portugal fue española durante sesenta años tras una incruenta
anexión y enlaces diplomático-matrimoniales en la monarquía
de Felipe II. Y quizá por esto y por las continuas escaramuzas
fronterizas, Portugal ha tenido siempre la sensación de que iba a ser invadido
o conquistado por nosotros; al principio, por las armas, después,
culturalmente. En mi experiencia, no hay ni rastro de esa prevención, y si
existe, no se hace patente. Supongo yo que los movimientos ronaldistas e
ikeristas también han hecho lo suyo por esa pacificación.
Uno de los escritores portugueses más profundos e
interesantes, Miguel Torga, decía que su patria acababa en los Pirineos. Si
después de todo, te animas a probar esto del paniberismo, y haces de Sagres o
Viana do Castelo tu última frontera, aquí te dejo unas pistas rápidas para
españolitos aventureros:
·
No pidas una
bica (café expreso) en Oporto, ni un fino (una caña de toda la vida) en Lisboa,
sino todo lo contrario.
·
Es barato,
pero no tanto. El 23% de IVA se nota, así que no te creas que vas a ser Mr.
Marshall redivivo.
·
Casi todos
los portugueses te van a entender cuando tú hables español, pero tú no vas a
entender a casi ninguno cuando hablen portugués (muchos hablan español por
cierto, y orgullosos de hacerlo)
·
No te
olvides de probar el vino autóctono. Hace tiempo que se acabó la época de
nuestros padres en que era difícil hallar caldos interesantes. Ahora hay muy
bueno y, por cierto, barato.
·
Ya que vas a
cruzar la Raya, no te pierdas las ciudades fronterizas españolas y
portuguesas, desde Tui a Olivenza, Tavira, Sanlúcar de Guadiana y Alcoutim,
pasando por Aldea del Obispo o Elvas, suelen todas tener grandes fortalezas
representantes del miedo que nos ¿teníamos?
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