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miércoles, 30 de septiembre de 2015

Soy español, pero NO patriota

Soy español pero NO patriota
Siempre estuvo ahí pero últimamente una ola de patriotismo nos ha invadido.  Declaraciones enfervorecidas en las redes sociales, grandes banderas detrás de los políticos en sus mítines, pugnando por ver quien la tenía más grande. Nadie fue capaz de superar al ínclito Federico Trillo con aquel trapo (rojo y gualda) que ningún tifón, ciclón o huracán era capaz de ondearlo. Por lo tanto ha llegado el momento de recordar…

Erase una vez una nación llamada España, donde sus ciudadanos habían decidido que fuese una República, con un Presidente y su gobierno legalmente constituido. Pero un buen día la oligarquía y un grupo de generales sediciosos, vanidosos,  golpistas y traidores se declaran “salvadores de la Patria” y se sublevan contra la República.

Franco fue el último general que en el último minuto se subió al carro de los golpistas traidores. Antes de convertirse en el “Enviado de Dios” era un ambicioso militar que, como hizo durante toda su vida, nadaba y guardaba la ropa. Se sublevó en nombre de la República (a la que había jurado fidelidad) con una carta al Presidente, ambigua y llena de posibles interpretaciones futuras, para el hipotético caso de que fallase la sublevación, poder decir donde dije digo, digo Diego... Rizar el rizo de la felonía.

Franco era bajito, rechoncho, con amanerados movimientos y una voz atiplada tal vez porque solamente tenía un testículo. Sus detractores, entre otros epítetos le llamaban “Enano Mantecoso” aunque los peores insultos  provenían de sus propios compañeros: Franquito el Cuquito, Mis Islas Canarias, Dña Francisquita y el más cruel “Paca la Culona” con el que le nombraba el otro general traidor Queipo de Llano.
La Guerra Civil la ganaron los sublevados donde el general Sanjurjo era el Jefe absoluto de la rebelión. Le seguía Mola como “General Director” y luego todos los demás. Franco el último.

  Una serie de acontecimientos, las extrañas muertes de cinco personajes que, vivos, no hubiesen hecho posible el nombramiento de Franco como Jefe del Estado, se acaban encadenando.  La Historia todavía no ha sido capaz de discernir si todas esas muertes fueron casuales o por el contrario se trata de atentados muy bien perpetrados que se mantienen en la impunidad. Lo más probable es que nunca se sepa y nos quede esa sensación molesta de las casualidades, pero como dice Federico Bravo Morata fueron muertes providenciales, y sobre todo, muy oportunas.
Franco se hace jefe del Alzamiento Nacional pero como esa definición sonaba a traición lo cambió por Movimiento Nacional, que con las bendiciones oportunas, rezos y un Concordato con la Santa Sede que, incomprensiblemente,  todavía hoy perdura, se queda definitivamente en Cruzada de Liberación.
“Si es necesario mataré un millón de españoles” dijo el Caudillo de España por la gracia de dios. Y en otra ocasión añadió por si no había quedado claro: Mi mano no temblaré.

        Vengativo y sanguinario lo cumplió hasta el final de su vida. Terminada la guerra continuó con su particular genocidio durante una década llenando las cunetas de las carreras en los aledaños de los puebles de España de cadáveres, miles de los cuales todavía hoy setenta años después no se han podido identificar, recuperar y enterrar dignamente. Además de repugnante es vergonzoso.

A lo largo de su vida se le comparó con el arcángel San Gabriel, con Alejandro el Grande, con Julio César, con Carlo Magno, con el Cid, con Carlos V, con Felipe II, con Napoleón, Fernando el Católico, el Gran Capitán, Agamenón (?), Almanzor, Federico II de Prusia, Recaredo... Inicialmente, con las urgencias, decidieron  seguir llamándole General en grado superlativo: Generalísimo. Pero llegó el Vaticano cuyos ministros los obispos y cardenales le llevaban bajo palio, para saciar su vanidad, y se sintió como dios. Acuñó monedas y billetes con el eslogan-leyenda “Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de dios”.

“Nunca he incensado con tanta satisfacción como lo hago con su Excelencia” Esta blasfemia la dijo el Cardenal Eijo Garay

Pero Franco quería más, le hubiese ilusionado mucho se rey, pero ya tenían uno: Juan de Borbón y Battenberg, tercer hijo de Alfonso XIII, jefe de la Casa Real de España en el exilio desde el 15 de enero de 1941 hasta el 14 de mayo de 1977.

Era muy fácil. Aquí el que más manda soy yo y tú ya no eres rey. El Rey ahora SOY YO. Don Juan aceptó (¡qué remedio!) y Franco permitió que su hijo Juan Carlos viniese a la península para ir formándose y cuando él se muriese ocupase su puesto. En calidad de rey. Y así fue.

Pero cierto día Juan Carlos jugaba, con una pistola aparentemente descargada, en una habitación con su hermano menor. ¿Qué pasó realmente aquel desafortunado 29 de marzo de 1956? Un secreto que el rey se llevará a su tumba.
Juan Carlos tenía 18 años, mientras su hermano, "Alfonsito", 15. Hijo de don Juan de Borbón (Conde de Barcelona) y de doña María de Borbón, nació en Roma en 1941, y según el historiador Juan Balansó, "era un niño travieso y despierto, simpatiquísimo, que alegraba la vida a cuantos le conocían". Era uno de los potenciales herederos de una dinastía que, hasta entonces, había sobrevivido a los avatares de la historia española (exilio, guerra civil y dictadura) y un sinfín de desgracias familiares.

Era sábado en Estoril, la localidad portuguesa donde vivían los Condes de Barcelona y sus hijos. Esperando la hora de la cena, los dos hermanos estaban solos, en la sala de juegos de la mansión para hacer algunos disparos contra un blanco circular de colores brillantes, con una pistola calibre 22, que les habían regalado.
De repente, Alfonsito recibió un disparo. El arma estaba en manos de su hermano Juan Carlos. La única bala que contenía, entró limpiamente por uno de los orificios de la nariz de Alfonsito.
Sobre el piso del cuarto de juegos yacía Alfonsito, a quien el padre intentó reanimarlo, sin éxito. Lo cubrió con una bandera española que arrancó de su mástil después obligar a Juan Carlos a que, puesto de rodillas, jurara que había sido un accidente.

La noticia fue silenciada por el régimen del ya dictador Franco, que mantenía a los Borbones lejos de España, y también por la prensa portuguesa, igualmente sometida a la dictadura del general Salazar. Los nobles de España, monárquicos de corazón, callaron en torno al misterio.
El conde de Barcelona se quedó sólo en Estoril, llorando su desgracia y no recibiendo ni el pésame de Franco.

Aquella fue una tragedia más en la larga lista de infortunios padecidos por los Borbón-Battenberg (hijos del rey Alfonso XIII), lanzados en 1931 a un exilio tristísimo. Niños muertos en el parto, infantas fallecidas muy jóvenes, reinas desdichadas, son parte de la "maldición" que los Borbones vivieron durante el siglo XX.

Juan Carlos estudió en la Academia Militar de Zaragoza siendo todavía muy joven a propuesta de Franco al que consideraba como “su segundo padre”. Por aquel entonces ya padecía el ”mal de la entrepierna” que su “niñera” se encargaba de paliar proporcionándole entrevistas privadas con pías señoras de la alta sociedad del nacional-catolicismo. Y ya no paró. Franco aceptó su casamiento con una poco atractiva princesa griega (hoy en su soledad fuma cigarrillo tras cigarrillo) de la que tuvo dos hijas y un hijo que hoy es el nuevo Rey de España. Suponemos que también por la gracia de dios ya que los súbditos no hemos tenido la oportunidad de  decidir.

Después llegó la vida licenciosa y disoluta con decenas de casos publicados, dos hijos bastardos no reconocidos, vergonzosas cacerías y el amasar una gran fortuna, son sus grandes méritos. Hoy vive con otra princesa, esta es alemana, a escasos metros de su mujer, de la que no se ha divorciado con el beneplácito del Vaticano y sus ministros, la aquiescencia de los herederos del dictador, que nos han robado, estafado, mentido…llevando a este país a la ruina con miles de seres humanos, niños, mujeres, ancianos que no pueden comer todos los días, muchos sin techo, millones sin trabajo y los ricos cada día más ricos…
Soy español porque estoy inscrito en la Oficina del Censo pero NO patriota de esta letrina en que se ha convertido mi país.



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