Pedro Morenés, “El
Carnicero”, también hizo negocio con el Ébola
4-9-16
Luis Gonzalo Segura
Público
El Carnicero
Pedro Morenés, El Carnicero,
es un inagotable hombre de negocios al que no hay empresa que se le resista. Si
hay que vender unas bombas para despedazar niños y niñas ahí está
su carnicería, siempre abierta para genocidas y criminales de guerra. Las
24 horas del día.
Si hay que ayudar a Israel
en su genocidio, El Carnicero se
convierte en el primer ministro de Defensa en visitar Tierra Santa,
aunque para ello sea necesario cercenar la investigación de la muerte del
cabo Soria e intentar cerrar el asunto con dinero.
Como él convertiría la muerte de un hijo en una transacción comercial o una
transferencia bancaria cree que los demás son igual de mezquinos. Se equivoca y
Margarita
Toledo, la madre del cabo fallecido, le está dando una lección que no debería
olvidar.
Si hay
que vender a los sauditas proyectiles
de artillería, bombas o granadas por 24,2 millones para que
bombardeen Yemen y cometan crímenes de guerra, El Carnicero no
desaprovecha la oportunidad. Siempre atento, como un buitre, como una hiena.
Poco le importa que el Parlamento Europeo haya
solicitado el pasado mes de febrero la suspensión de la venta de armas a Arabia
Saudí porque no va a permitir que nadie le estropee el gran
negocio. Como mucho buscará otro mercado u otro lugar del mundo en el que pueda
ganar dinero con la muerte, que los hay.
Si hay
que inundar de armas Oriente Próximo para que
muchas de ellas terminen en el Estado Islámico, Pedro Morenés,
convierte a Arabia Saudí en nuestro mejor cliente superando todos los récords
año tras año (447,6
millones de euros en el primer semestre de 2015).
El Carnicero es lo que se dice un hombre de
negocios exitoso, lo que el capitalismo considera un triunfador y Mariano Rajoy
un miembro de la buena estirpe. Tal consideración se debe, dejando a un
lado los méritos antes mencionados, al éxito de endeudar el ministerio
de Defensa por encima de los 30.000 millones de euros. Endeudar ministerios
significa la ruina de los ciudadanos y el beneficio de la industria de las
armas, los bancos y la cúpula militar. Y en eso Morenés es un crack
mundial.
Pero no solo se trata de vender
y comprar, sino de repartir contratos a los amiguitos: 32 contratos
con antiguas empresas suyas, compras
ocultas por casi 30 millones de euros, contratos por
valor de 37 millones de euros a la empresa Segur…
El Carnicero amplia el
negocio al Ébola
Donde la mayoría habrían encontrado
miedo, incertidumbre o pesar, Pedro Morenés encontró otro negocio más. Lo
del Ébola podía ser una empresa redonda y cuanto más matase esta enfermedad,
mejor, más dinero para todos. Las farmacéuticas, Pedro Morenés y otros muchos estuvieron
meses con el champán preparado, pero aquello no prosperó como se esperaba. Fue
una decepción enorme, pero la valía de una persona no se mide por las veces que
se cae, sino por las veces que se levanta. Así pues, El Carnicero se
repuso y no desaprovechó las jugosas migajas, aunque el Ébola no matase lo
suficiente como para sacar una gran tajada. No sería como cuando las
empresas de la industria de las armas aumentaron su cotización en bolsa al día
siguiente de los atentados de París o como cuando la industria armamentística
supo al día siguiente del 11 de septiembre de 2001 que tenían negocio para las
dos siguientes décadas, pero unos milloncejos se podían carroñear fácilmente…
No tardó mucho en encontrar una
solución, por eso es el Gran Señor de la Guerra, y convirtió la planta
22 del hospital Gómez Ulla en un centro sanitario de referencia para
enfermedades contagiosas. Así pues, El Carnicero consiguió
gastar 7,5 millones de euros en una planta de “Grandes Infectados” en el
hospital Gómez Ulla y 1,6 millones en material para la Inspección
General de Sanidad del Ministerio de Defensa cuando adaptar el hospital
Carlos III costó 1,2 millones de euros. Ni siquiera
importó que el gasto se produjese cuando la crisis ya había pasado.
Menos importó que ya
existieran siete hospitales de referencia repartidos por toda la
geografía (Sevilla, Zaragoza, Tenerife, Barcelona, Valencia, Madrid y
Donostia) y que uno de ellos (La Paz-Carlos III) se encontrase a 22 minutos en
coche del hospital Gómez Ulla, convirtiendo la inversión realizada en un
dislate más del ministerio de Defensa.
Por si todo lo contado no fuera
suficiente, se utilizaron los procedimientos de emergencia, restringido y
negociado sin publicidad sin que existiera ningún tipo de emergencia, dado que
la mayoría de los contratos se adjudicaron en el segundo y tercer trimestre del
año 2015, cuando la crisis del Ébola estaba totalmente superada.
Como todo es
susceptible de empeorar, nos hemos enterado que la planta 22
del Gómez Ulla es una auténtica chapuza: Fallos en protocolos de
seguridad, falta de formación, carencia de medicinas o mantas, problemas
informáticos en la domótica que controla el aislamiento de las
habitaciones, un laboratorio inutilizado… El inconfundible sello
chapucero de Pedro Morenés y la cúpula militar, solo que esta vez no es un
submarino que no flota, sino un hospital que puede provocar una desgracia… Lo
mismo da.
Las
carnicerías nunca cierran
El Carnicero nunca cierra el negocio porque
este es muy parecido al de otros como Cebrián, Chacón, Bono o Zapatero. Por
ello, el diario fundado por Manuel Fraga, El País, dedica un
editorial en el día de hoy para presionar a
los dos partidos del Régimen y que lleguen a un acuerdo, con Rajoy y
Sánchez o sin ellos… Y tras Cebrián presionan RTVE, Atresmedia,
Mediaset, El Mundo… Porque el matadero debe estar lleno y los
genocidios deben continuar, como el show. Son cosas del business de
la buena estirpe.
Luis Gonzalo
Segura, exteniente del Ejército de Tierra.
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