Cómo alcanzan las mujeres el orgasmo (sin
necesidad de sexo)
Se habla mucho sobre cómo lograr que ellas lleguen al
orgasmo, pero en ocasiones (contadísimas) el clímax es inevitable. Aquí están
las mejores y más intensas anécdotas
El Confidencial
Raquel Márquez
28-8-16
Hay muchas formas de
mejorar las probabilidades de conseguir un intenso orgasmo (o varios) durante el
sexo. Todas implican cierto nivel de esfuerzo, o al menos dedicación y
concentración en la tarea. ¿Pero qué pasa cuando el cuerpo reacciona por sí
solo y nos da este regalito envenenado sin pedírselo? Normalmente, una
curiosa mezcla de satisfacción e inseguridad, de vergüenza y tentaciones de
volverlo a experimentar.
Vamos a ver unos
cuantos casos recopilados por 'Daily Mail'
y otros dos, más completos, que nos llegan por vía directa a través de las
redes sociales. Empezamos por estos últimos.
Embarazo, retortijones y jacuzzis
Una anónima
generosa comparte con nosotros lo siguiente: "Cuando estaba
embarazada me despertaba a menudo con un orgasmo de los de órdago, y yo
preocupada me agarraba la barriga pensando que me provocaría contracciones y se
me adelantaría el parto... una rabia no poder disfrutarlos a gusto". Esto
es relativamente habitual; durante el embarazo las zonas genital y pélvica
están más irrigadas por la sangre y muchas embarazadas tienen
durante algunos meses el mejor sexo de su vida, con más y
mejores espasmos.
He
tenido orgasmos esperando de pie en un semáforo, o pasando lista en clase,
rezando para que no se me notara en la cara
Pero hay otra variedad
más escatológica que le sucede, y no conoce a nadie en su misma situación:
tiene orgasmos cuando sufre retortijones en la tripa. Has leído bien,
siempre que tiene el abdomen revuelto y llega ese dolor repentino que
avisa de la necesidad de ir al baño, bingo: "No controlo: cada retortijón, un orgasmo. Y puedo
tener cinco, seis, siete seguidos en pocos minutos". Le preguntamos si ha
llegado a buscarlo a propósito y nos confiesa que sí, hasta ese punto es
placentero. Lo malo es cuando pasa en público: "Soy así de rara. Me he
visto esperando de pie a que el semáforo se pusiera en verde, o pasando lista
en clase y he tenido que cruzar las piernas,
torcer el gesto y rezar para que no se me notara en la cara".
Una segunda anónima nos
cuenta esto: "Me pasó un par de días en el gimnasio metida en el jacuzzi, con más gente dentro, claro. No estaba excitada,
simplemente noté que si seguía en la posición en la que estaba llegaría, todo
esto intentando poner cara de que no pasa nada, porque la piscinita no es muy
grande y miras a la cara de los demás. Me quedé loca, nunca me había pasado, ni
siquiera intentándolo a propósito en situaciones más íntimas... Una vez en ello
me di cuenta de que la situación, a pesar de la incomodidad, era excitante.
Aunque los acompañantes podían haber sido más atractivos, no se puede tener
todo, ja, ja, ja. Otro día lo provoqué porque me moló la experiencia".
A caballo entre dos mundos
Mila, de 24 años, confiesa que le sucedió en un
evento ecuestre en el instituto. Su caballo se asustó y aceleró de
repente y -suponemos que gracias a una cascada de hormonas, roce y
sugestión- llegaron las sacudidas de lo que describe como el orgasmo más raro de su vida.
La situación fue tan loca que dice que durante la semana siguiente no podía
mirar a los ojos al animal. Le dio mucho apuro que sucediera enfrente de sus
compañeros de equipo: muchos ojos que esquivar.
La juventud parece
hacer más habitual este tipo de situaciones. Es el mejor momento para
reproducirse por culpa de la biología... y el peor para tener
latigazos de placer imposibles de parar en público. Jenny, que ahora
tiene 22 primaveras, colgaba de
las barras en clase de gimnasia cuando era adolescente y sintió algo increíble que ni
siquiera entendía. Fuera lo que fuera, aquello merecía la pena, estuvo
intentando volver a sentirlo y es fácil imaginar a los profesores orgullosos de
una alumna tan concienzuda con las barras.
La pobre tardó años en
volver a vivirlo, cuando aprendió a masturbarse: "¡Eso era!".
Solo unas mocosas
Addison tuvo una de esas crisis de estornudos en las que
estás, según ella, "totalmente fuera de control". Nada raro hasta
aquí, pero después, la locura: tuvo un orgasmo y se cayó de la silla: "Lo mejor es que los estornudos venían con
mocos, así que ahí estaba yo, a mitad de camino del suelo, teniendo un orgasmo
con la mano moqueada".
Vicki
llegó al final haciendo los ejercicios de Kegel en el metro. Se dobló en su
asiento y se tapó la cara con la capucha
Eva, de 23 años, estaba en una atracción de feria de esas
que te lanzan por los aires sujeta por un arnés. "Fue tan fuerte que perdí una sandalia".
Otra mujer, Chloe, admite que estaba loca por su profesor de literatura
medieval en la universidad. En una clase se puso a fantasear tan hasta las
últimas consecuencias que empezó
a jadear sin darse cuenta.
Algunos compañeros sí, y se la quedaron mirando. Ella hizo lo que
cualquiera en su situación, toser y carraspear para disimular. Suena divertido,
pero ella espera que no le pase nada parecido nunca. Por suerte, ha sido la
única vez.
Calambres, chakras y religión
Audrey, de 21, estaba haciendo abdominales en grupo con otras 20 personas. Se ve que el pantalón
apretaba de forma agradable, el caso es que tuvo un orgasmo
"increíblemente intenso. Fingí que había tenido un calambre, pero fue bochornoso de todas
formas".
Piper, de 25 veranos, fue a un campamento religioso a los
doce años y conoció el goce carnal sin pensamientos impuros en una actividad
en altura con cuerdas. "No
hay nada como experimentar el placer más intenso mientras tu pastor te dice
'todo va bien' porque cree que te da miedo caerte", cuenta. Solo se
precipitó del guindo de la inocencia, y esa es de las mejores caídas,
junto con la caidita de Roma.
Otros finales felices inesperados
Otros casos
documentados de orgasmos que dejan en shock:
- Durante la lactancia. Dar de mamar activa las terminaciones nerviosas de los
pechos, que a su vez tienen una buena conexión con los órganos sexuales. No es
de extrañar que una actividad tan importante para la supervivencia de los hijos
reciba este premio extra.
- Algunas
lesiones en la médula espinal facilitan los llamados paraorgasmos, orgasmos reales que se producen
por contacto con zonas no genitales cercanas a las lesionadas. Como supondrás,
no es buen negocio: en muchos casos este tipo de lesiones hacen imposible, o
bastante más difícil, el orgasmo genital, en ellos y en ellas. En ellas
además baja la capacidad de lubricar y casi siempre se sienten menos
deseables, aunque mantengan su libido. De todas formas, con paciencia y
comunicación pueden tener una vida sexual satisfactoria.
- En 1981
apareció un antidepresivo, la clomipramina, que puede provocar orgasmos
incontrolables en hombres y mujeres... al bostezar. Por supuesto, no conviene
ni deprimirse (fatal para la libido) ni tomar esta medicación y dormir pocas
horas para mejorar tu vida sexual, porque esto solo le sucedía a un cinco
por ciento de los pacientes. Un efecto secundario más habitual es la
impotencia.
- Orgasmos mentales. Muchas sexólogas y "coach sexuales" imparten
talleres para llegar al orgasmo sin contacto genital con buenos resultados. Los
médicos y psicólogos dan cada vez más importancia a la excitación mental, a las
fantasías. Por ejemplo, son claves para recuperar una buena vida sexual
precisamente en casos de lesiones medulares.
Alexis empezó a hacer yoga en
serio hace unos diez años. Una vez, sin previo aviso, tuvo un orgasmo
extremadamente intenso al final de la clase. "Literalmente solté un
'ooohhh' rodeada de gente. Por suerte, el ambiente de aquel centro era tan
relajado que no hubo que disimular demasiado. La profesora se rió y aplaudió y los demás la siguieron.
Vicki leyó un artículo sobre los ejercicios de Kegel para
fortalecer el suelo pélvico. Pasó unos días practicando sin descanso, en casa,
en el trabajo... y en el metro. Una de las series de contracciones se convirtió
en otro tipo de movimientos. Lo más probable es que nadie entendiera lo
sucedido, pero lo que ella sintió fue tan claro ("de temblar la
tierra", asegura) que se dobló en su asiento y se tapó la cara con la
capucha: "Estoy segura de que todo el mundo pensaba que estaba a punto de
vomitar por todas partes, pero yo estaba en mi mundo". Y ojalá pudiéramos
ir a ese mundo en metro más a menudo.
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