El ministro Soria de Calcuta
5-9-16
David Torres
Público
Lo he dicho más de una vez: en el PP son tan cristianos que su mano derecha
no sabe lo que hace su mano derecha. La doctrina del perdón de los pecados no
ha encontrado defensor más ferviente que el gobierno mariano, el cual suele
elevar a los cielos a los pecadores y caídos en corrupción como ángeles puestos
en órbita de una patada en el culo. El último de estos grandes mártires ha sido
el ex ministro José Manuel Soria, beatificado como alto cargo para el Banco
Mundial en virtud de su amplia experiencia como administrador de sociedades off
shore en diversos paraísos fiscales.
.
La beatificación en
vida de Soria ha venido a coincidir con la canonización de la Madre Teresa de
Calcuta. Nuevamente se hace difícil no ver la larga mano de Dios en todo este
asunto. Christopher Hitchens, que fue elegido como advocatus diavoli en
el proceso de canonización de la futura santa, señaló hace años varias fallas
éticas y teológicas de la candidata: su apoyo incondicional a la sanguinaria
dictadura de Duvalier en Haití; su afición a codearse con Lady Di, la reina
Sofía y otros figurones de la alta nobleza en lugar de lavar los pies de los
pobres; su radical negativa a construir hospitales y centros sanitarios en
lugar de infectos lazaretos; su monumental hipocresía al refugiarse ella misma
en un hospital equipado con todos los adelantos y comodidades para recibir
cuidados paliativos en lugar de alojarse en una de sus inmundas cloacas indias.
Las curaciones
repentinas y los milagros supuestamente certificados por los que la Madre
Teresa ha subido a los altares son tan ridículos que no merece la pena
considerarlos: el verdadero milagro es que una usurera tan notoria haya sido
declarada santa a la velocidad de varios siglos al día. No se veía una
canonización tan rápida y tan obscena desde que Josemaría Escrivá de Balaguer
obtuvo la categoría de santo sin más prodigios en su haber que una fabulosa
colección de ceros en las cuentas nada corrientes del Opus Dei. Jesucristo, en
cambio, abominaba del dinero y de las posesiones: obviamente lo crucificaron
por algo.
Puesto que Soria manejaba un ingente patrimonio familiar invisible a
la mirada de fisco y repartido por medio globo terráqueo sin siquiera
percatarse de la jugada, habrá que reconocer entonces su capacidad para manejar
las cuentas del Banco Mundial a la luz del día. Soria, en efecto, hace
milagros. La multiplicación de los panes y los peces no tiene secretos para él;
de hecho, muchedumbres de fieles ya se han percatado de que el ministro Soria
no es más que un mínimo común múltiplo del mesías José María Aznar. Su sentido
del cristianismo lo llevó a negar su participación en las empresas y las
cuentas asociadas, igual que el apóstol Pedro cuando le preguntaron por
Jesucristo: “No tengo ni idea de lo que está pasando” dijo Soria cuando se
publicó que, aparte de las sociedades en Panamá, su nombre salía también en
relación con otra sociedad opaca en Jersey. Con milagros mucho más pedestres se
han fundado nuevas religiones, de modo que es normal que Soria prosiga su
camino a la santidad a marchas forzadas.
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