Lo que aprendes
cuando trabajas en una línea erótica
La confianza con el operador lleva a que algunos
clientes saquen a la luz fantasías demasiado oscuras. El truco está en dejarse
llevar, desinhibirse y dejar a un lado los tabúes
ElConfidencial
15.10.2016
Conseguir
un trabajo siendo joven es
ahora más complicado que nunca, ¿pero qué sucede si tienes que pagarte la
carrera y el mercado laboral te cierra sus puertas? Ante la crisis, a las
familias les cuesta cada vez más ayudar a los hijos que se desplazan a otra
ciudad para estudiar, y los puestos de trabajo como
camareros y dependientes,
que antes permitían ir tirando a este sector de la población, están plagados de
demandantes con todo tipo de titulaciones y años de experiencia.
La
solución pasa por buscar alternativas, y en países como Estados Unidos estudiantes universitarios y
jóvenes en busca de la independencia económica han encontrado desde hace
décadas en las líneas eróticas una oportunidad para pagar el alquiler de una habitación a final de mes. Y es que el negocio todavía sigue
existiendo y no faltan las ofertas. El sector no suele solicitar experiencia y
basta tan solo con hacer una prueba en la que se demuestren una bonita voz y
mucha, mucha imaginación para saber interpretar los papeles que los clientes
piden a los operadores.
Fantasías prohibidas
Según
estos trabajadores el
truco está en dejarse llevar, desinhibirse y dejar a un lado los tabúes, pues nadie ha podido
pasar por todas las fantasías y roles demandados por quienes utilizan estos
servicios. Como si de las categorías de una página pornográfica se tratara, las
compañías que se dedican al negocio de las líneas eróticas suelen poner a
disposición diferentes números de teléfono que permiten a los usuarios (casi
todos ellos hombres) guiar sus preferencias: “18 años”, “chicas asiáticas”,
“bellezas africanas”… La realidad es que, a pesar de la oferta, las operadoras que trabajan al otro lado de la línea suelen ser
siempre las mismas. No existen,
sin embargo, trucos informáticos o micrófonos que permitan modificar el habla:
un cambio de nombre, de acento o de velocidad en la voz permite a las
trabajadoras asumir su nueva personalidad convirtiéndose en verdaderas
actrices. Como cualquier otro trabajo, cuando se entra en la rutina se
desarrollan, de todas formas, habilidades que se van repitiendo como recurso.
Como la apariencia física en estos casos no importa, las empresas
no muestran problema en que el empleado se ponga incluso en pijama
Llegado
el momento entran en juego las peculiaridades de cada cliente: “¿Estás embarazada?,
¡dime que estás embarazada!”. Álex Blank Millard narra en un artículo la
experiencia que tuvo de joven en este sector y cómo salir airosa de una
situación como esta: “Oh, sí, cariño, mi barriga es tan grande y redonda que no
me veo los pies”. Y es que las fantasías se suelen desplegar sobre
lugares comunes: mujeres mayores que envejecen como el buen vino, asiáticas
serviciales y tímidas que sonríen a cada instante, afroamericanas necesitadas de un miembro de dimensiones
desproporcionadas, dominatrix…
Algunas operadoras destacan la petición de que aparezca otro hombre en el juego
sexual de la conversación. Salen a la luz así muchas represiones de personas a
las que les da vergüenza hablar de ciertas cosas con su pareja: charlar
con un desconocido sin rostro hace que muchos se liberen. Entre dichas
fantasías emergen también los prejuicios xenófobos y de género y es común
encontrar a hombres orgullosos de ser racistas que quieren, sin
embargo, mantener relaciones con una mujer de color.
Sin
embargo, la privacidad que ofrece
la línea erótica estimula a algunos clientes hacia lugares demasiado oscuros o
incluso prohibidos y no son pocos los que llegan a requerir que la operadora
diga que es menor de edad. Los
límites legales existen en este sector y las autoridades que controlan las líneas pueden
sancionar a las empresas o incluso cerrarlas si dichas normas se sobrepasan.
Quedan prohibidas las fantasías que impliquen relaciones con niños,
violencia exagerada, violaciones o asesinatos.
Las fantasías se suelen desplegar sobre lugares comunes: mujeres
mayores que envejecen como el buen vino, asiáticas serviciales y tímidas
sonrientes
En
este sentido, Millard muestra su preocupación por las llamadas de algunos
clientes que decían ser policías. Precisamente a muchos de ellos les tenía que
recordar los límites de la ley ante las violentas peticiones que podían acabar
en que fuera la propia operadora quien se viera obligada a colgar el teléfono.
A fin de cuentas, un trabajo más
Desde
el frío punto de vista laboral, los
servicios suelen estar activos las veinticuatro horas, por lo que los trabajadores tienen horarios
flexibles. La labor se suele llevar a cabo desde casa o desde 'contact centers'
con largas filas donde se concentran cientos de operadores. Como la apariencia
física en estos casos importa poco y se trabaja con frecuencia hasta altas
horas de la noche, las empresas no muestran ningún problema en que el empleado
se sienta lo más cómodo posible y se ponga incluso en pijama si ello conlleva
una mejora del servicio: el ambiente en el que se lleva a cabo este
trabajo suele ser muy poco sexy.
Desde
el lado de los clientes son comunes los trasnochadores: vigilantes, porteros, taxistas, transportistas… Las
mujeres no suelen ser habituales consumidoras y por lo que se refiere a la edad
no son tampoco corrientes los hombres mayores sino que los más asiduos se
suelen encontrar entre los treinta y los cuarenta años.
Millard
comprendió que podía hacer este trabajo cuando en su primera llamada consiguió
mantener al cliente al otro lado de la línea durante once minutos, recibiendo
las consiguientes felicitaciones de su jefe. El objetivo, lógicamente, es el de
conseguir el mayor beneficio posible y el tiempo en estos casos es sinónimo de
dinero.
Entre los clientes son comunes los trasnochadores: vigilantes,
porteros, taxistas, transportistas…
Otra
meta significativa es la de lograr que los clientes repitan. Normalmente los más asiduos son los que más tiempo consumen al teléfono y ello obliga a los trabajadores a apuntar día tras
día en su bloc de notas, como si fueran psicoanalistas, muchos datos que
aparecen en las conversaciones para recurrir a ellos como recordatorio y crear
una cierta familiaridad con la otra persona.
Porque no todo es sexo en las líneas eróticas. Cuando el
tiempo se prolonga en exceso, el 75% por ciento de la llamada gira alrededor de
otros problemas que tienen que ver con la soledad, la frustración, el miedo, la
vergüenza, pedir consejo o la curiosidad. Debido a que muchas de las
conversaciones se alargan (la media suele estar alrededor de los veinte
minutos), a diferencia de lo que ocurre en otros empleos de teleoperador, no
se suelen recibir demasiadas llamadas al día, y con quince o veinte contactos
suele bastar. Los
temas, por otra parte, no tienen por qué estar referidos a problemas
sentimentales, sino que incluso
asuntos tan traumáticos como la reciente pérdida de un familiar llegan a
plantearse por quienes buscan una vía que les posibilite un desahogo. En ese
sentido, Millard cuenta cómo las llamadas se dispararon precisamente durante el
11S, momento en el que la gente se sentía más necesitada que nunca de la
compañía y el confort que puede proporcionar la voz de otra persona.
Gonzalo de Diego Ramos
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