Rafael Hernando: un
franquista no sabe que lo es
El momento 'culminante' de su carrera fue cuando insultó en televisión a
las familias de las víctimas del franquismo
ElPlural
Antonio Avendaño
Vie, 28 Oct
2016
Lo ha
glosado con precisión Paco Medina en estas
páginas. Vuelve Rafael Hernando por sus fueros, que son los de la
chulería política y el matonismo parlamentario. En la sesión de investidura
estuvo a su altura de siempre, aunque no logró alcanzar la elevada cota de
noviembre de 2013, cuando insultó a las familias de las víctimas del franquismo
en un programa de televisión.
De algún
modo, el fracaso de la Ley de Memoria Histórica tiene nombre de diputado por
Almería y se llama Rafael Hernando. Puede que Hernando, es verdad, no sea
exactamente el tipo más listo de cuantos se sientan en el Congreso de los
Diputados, pero sí es –sin él saberlo, por supuesto– el paradigma de las
ominosas carencias de la propia nación en materia de memoria y
dignificación de las víctimas civiles republicanas de la guerra y la posguerra.
Hernando fue
entonces denunciado por injurias por la Asociación para la Recuperación de la
Memoria Histórica por haber dicho en el programa de contenido nacional El
Cascabel al Gato –emitido por la cadena también nacional 13TV, cuyos
contertulios suelen ser igualmente bastante nacionales– que “algunos se han
acordado de su padre cuando había subvenciones para encontrarlo”. Muchos
entonces le rieron la gracia a Hernando. Como se la rieron esta semana en el
Congreso. En realidad, Hernando es quien es porque tiene su público, entre el
cual se cuenta sin duda Mariano Rajoy, que lo hizo portavoz del Grupo
Parlamentario del PP después de aquella intervención televisiva.
Una demanda
así no podía prosperar pues para ello habría sido preciso demostrar que hubo
‘animus injuriandi’ por parte del diputado, y no está claro que lo hubiera. Es
más: seguro que Hernando dijo lo que dijo sin tener conciencia de estar
ofendiendo a decenas de miles de compatriotas (aunque compatriotas
vencidos, eso sí). Dijo lo que dijo con el mismo tono liviano, el
mismo gesto burlón y el mismo cínico desparpajo con que podría haber dicho
cualquier nimiedad de las que se dicen en la barra de un bar después de muchas
cervezas o en las tertulias del corazón después de muchos anuncios.
En realidad,
una parte muy importante de la derecha nacional comparte la posición moral de
Hernando, entendiendo por posición moral la indiferencia, el hastío, el
desprecio o la media sonrisa de suficiencia que le suscitan las exigencias de
justicia y reparación de los familiares de las víctimas. Hernando no cree que
haya nada que recordar, nada que exhumar, nada que reparar. En eso no miente:
no lo cree sinceramente. Y la razón de que no lo crea no es que el hombre no
sea un cráneo privilegiado, aunque eso también ayude, sino que el diputado por
Almería y muchísimos españoles de derechas como él siguen profesando, aun sin
saberlo, un cierto franquismo de baja intensidad incapaz de advertir la
crucial diferencia que existe entre la paz y la victoria. Su burla cruel
de las familias de los asesinados era en verdad la burla de un vencedor, sólo
que al producirse tres cuartos de siglo después de ocurridos los hechos
Hernando no creía estar burlándose de nadie ni creía estar comportándose como un
vencedor (franquista, por supuesto).
Repasando de
nuevo su entonación y su gestualidad en aquel programa no se advierte que
hubiera en él conciencia ni sospecha alguna de estar ofendiendo a los
familiares de los 47.399 andaluces que, según el censo de la Junta de Andalucía
de 2010, permanecen sepultados en 614 fosas sin nombre diseminadas por toda la
región, por una de cuyas provincias es Hernando diputado (nacional, por
supuesto). ¿Y por qué? (no por qué es diputado, que sería una buena pregunta,
sino por qué no es consciente de estar ofendiendo). Por esto: porque todavía 78
años después de acabada la Guerra Civil, Rafael Hernando sigue siendo un
vencedor, pero no lo sabe.
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