22-10-16
Aníbal Malvar
Público.es
Rubén Amón, periodista de El País al
que Juan Luis Cebrián prohibió hace un par de meses seguir colaborando
con La Sexta, ha escrito este jueves sobre la algarada de la Autónoma. “Los
radicales desplazados a la Universidad, espoleados atmosféricamente por
Podemos, han emprendido su propia ley mordaza” impidiendo una
conferencia del propio Cebrián y de Felipe González, ese jarrón chino de
apariencia inofensiva que explota cuando se tropieza uno con él en el pasillo
de las marquesas.
El censurado, Rubén Amón, se
convierte en azote de censores, exceptuando a los que lo censuran a él, a sus
jefes, a sus cebrianes, a los ‘censores buenos’, a la izquierda
centrocivilizada de los elegantes ultraliberales de El País. Yo no sé
qué es peor: que los estudiantes censuren a Cebrián, o que Cebrián censure a
sus periodistas: acaba de echar de Prisa a Manuel Rico, a Fernando Berlín, a
Javier Aroca, a Ignacio Escolar… Y ha impedido a todos sus trabajadores
colaborar con los medios –Eldiario.es, Elconfidencial.com, La Sexta– que
desvelaron sus negocios con una petrolera en un país en guerra como Sudán del
Sur, y airearon que amarteló cuentas fiscalmente paradisiacas en Panamá. Una
información veraz, que tuvo como respuesta la censura, la castración como
opinadores de sus propios periodistas.
Rubén Amón, el autor de este texto,
era hasta hace nada colaborador habitual de La Sexta. Hasta que Cebrián le
prohibió seguir trabajando en un programa que, sencillamente, se había hecho
eco de una información nunca desmentida sobre negocietes panameños.
Los censores se quejan de que los
censuran.
España es un oxímoron que se muerde
la cola.
Andan todos los periódicos diciendo
que esto de impedir una conferencia de Cebrián y Felipe es cosa muy poco
democrática. Sobre todo en la universidad. Donde el jardín de las delicias del
saber debe permitir libar a todas las abejas con ganas de decir algo.
Olvidan recordar que Cebrián y
Felipe andan apoyando un gobierno del PP que ha desalojado a 127.000 alumnos de
esas mismas aulas. Cortándoles los medios. Había 127.000 alumnos en la Autónoma
que no estaban protestando. Que no podían protestar. Que estaban en sus casas o
sirviendo de camareros en Tombuctú. Desde que Rajoy llegó al poder, ese a quien
hoy apoyan Cebrián y Felipe, las matriculaciones universitarias han descendido
un 10%. ¿Le parece raro a alguien que no permitan a esta morralla iletrada
entrar en la universidad? Son los genocidas de la raza universitaria española,
y no me extraña que los pocos aborígenes que quedan no les dejen penetrar en su
amazonas.
La universidad es un lugar de
debate, por supuesto. A mí me hubiera encantado que Felipe y Cebrián pudieran
contarnos sus cosas, y, si yo hubiera estado allí, los hubiera defendido. Me
hubiera enfrentado a los de las caretas, con mis puños, con mis dientes y con
mis ganas de abrazar. Pero nadie se enfrentó a los de las caretas. Nadie,
ningún alumno, protegió a Cebrián y a Felipe. Había más gente deseando que se
fueran que intelectuales luchando porque se quedaran. Eso de que nadie
defendiera a Cebrián y a Felipe, ningún alumno, a mí me deja pensando un rato.
¿Qué han hecho Cebrián y Felipe para que nadie defienda su libertad de
expresión en una universidad? Eran unos pocos violentos contra ningún
espectador, que diría un crítico teatral pelota. Sin matizar que los pocos
violentos no ejercieron acto alguno de violencia.
Por último. Si yo fuera Felipe o
Cebrián, millonarios, con una veintena de guardaespaldas cada uno, hubiera
entrado. La vergüenza no es para los que impidieron su entrada, sino para los
que no entraron. Si tuvieran algo importante que decir en esa universidad,
hubieran entrado a pesar de las protestas con peligrosas caretas de cartón. ¿No
son hombres de Estado? Pero se fueron. Lejos. Al amparo de los periódicos de
papel. Que es con lo que se cubren de su frío millonario los cobardes.
Dice Rubén Amón, estupendo reportero
con el que tengo el gustazo de haber trabajado, que “los radicales desplazados
a la Universidad, espoleados atmosféricamente por Podemos, han emprendido su
propia ley mordaza“. Yo no sé cómo se espolea atmosféricamente a 200
estudiantes. Aun siendo Pablo Iglesias. Solo sé que hoy día debe ser muy
complicado ser periodista de orden en El País. Incluso atmosféricamente.
PD: Coño, Rubén. Deberías de
explicarle a la gente cómo Podemos puede espolear atmosféricamente. Yo
comprendo que espoleen. Pero, ¿atmosféricamente? No sé, compañero. ¿Consultaste
el adjetivo con Armstrong, Aldrin, Collins? De verdad que miro al cielo
y no me explico cómo espolear con estas nubes. Los de Podemos tienen que ser la
hostia.
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