25-10-16
Público
Luis Gonzalo Segura
El
crimen del PSOE
Solo existen dos salidas dignas para que los diputados del PSOE conserven el honor (si es que a alguien le importa a estas alturas): Grupo Mixto o dimisión. Es innegable que apoyar un gobierno del Partido Popular, lo presenten como lo presenten, sería convertirse en cómplice de Los Genoveses, lo que supondría casi tanto como guardar la llave del antiguo despacho de Bárcenas en Ferraz. Por otro lado, lo cierto es que todas las posibilidades que se plantean para dar este gobierno a los populares, por mucha representación teatral que se organice, emanan de la cobardía y mediocridad de unos políticos a los que solo interesa la nómina. Debido a ello, el PSOE lleva un año ahogándose en la indefinición del miedoso, en quien no tiene las suficientes agallas para asesinar y termina por organizar una cochinada de difícil limpieza.
Solo existen dos salidas dignas para que los diputados del PSOE conserven el honor (si es que a alguien le importa a estas alturas): Grupo Mixto o dimisión. Es innegable que apoyar un gobierno del Partido Popular, lo presenten como lo presenten, sería convertirse en cómplice de Los Genoveses, lo que supondría casi tanto como guardar la llave del antiguo despacho de Bárcenas en Ferraz. Por otro lado, lo cierto es que todas las posibilidades que se plantean para dar este gobierno a los populares, por mucha representación teatral que se organice, emanan de la cobardía y mediocridad de unos políticos a los que solo interesa la nómina. Debido a ello, el PSOE lleva un año ahogándose en la indefinición del miedoso, en quien no tiene las suficientes agallas para asesinar y termina por organizar una cochinada de difícil limpieza.
Un ejemplo obvio del canguelo en
Ferraz es la propuesta de “abstención técnica”, algo así como que once
escenifiquen en un circo, el Congreso de los Diputados, el asesinato que todos
van a cometer (o han cometido) en privado. Una especie de juego en el que
aquellos once a los que el destino les depare el palillo más largo cargarán con
la desgracia para siempre. Se mire como se mire, se trata de una postura
trapacera y digna de pusilánimes, como los muchos diputados que la apoyaron o
celebraron. Apoyar el gobierno del PP, aunque sea con el no de muchos diputados
socialistas, es sostener con las manos las ganzúas y el pasamontañas
del gobierno de la corrupción y no hay técnicas ni tecnicismos que
eximan de ello. El no es insuficiente (hay varios socialistas en el “no” y
serán más porque los cobardes callan en silencio y gritan en el bullicio) y no
basta con votar “no” mientras se sigue cobrando la nómina como si nada.
En cuanto a la votación en bloque,
estoy de acuerdo (por esta vez) con la cúpula socialista, aunque me parezca
profundamente antidemocrático el comportamiento coercitivo de los partidos, no
cabe duda que en algo tan vital como lo que acontece todos y cada uno de los
diputados tienen que demostrar quiénes son: arrodillados o rebeldes. La
obligación les retratará.
Si un socialista lo es de verdad no
puede continuar ni un minuto en un partido, el PSOE, que pretende abrir las
puertas del fortín para que todos seamos pasados a cuchillo. Por tanto, la
dimisión o el Grupo Mixto son las únicas opciones posibles, sin olvidar la
variable territorial (la más que honorable ruptura planteada por el PSC).
Un socialista no debe ni puede
entregar a sus ciudadanos a cambio de sus privilegios y su supervivencia. Un
verdadero socialista no saldría del paredón tarareando mientras a todos los
demás nos fusilan uno a uno. El que pretenda llamarse socialista, que tenga muy
claro que la historia recordará su nombre para siempre junto a los de Tamayo y
Sáez.
Vosotros, todos y cada uno de
vosotros, tendréis manchadas las manos de corrupción y complicidad para el
resto de vuestras vidas. No olvidéis, pues, que si dentro de ocho o doce años
nos convertimos en Grecia, vosotros seréis responsables de ello. Bienvenidos a
los libros de historia.
Tamayo y la historia negra esperan
Lo peor de toda esta sucia
pantomima es que la mayoría de los diputados socialistas no le llegan ni a
la suela de los zapatos a Eduardo Tamayo y Maria Teresa Sáez. Que ya es
decir. Esos dos rufianes eran traidores, bien es cierto, pero jamás fueron
cobardes. Desde el primer momento supieron lo que iban a hacer y lo
ejecutaron con una templanza que convierte a los hoy diputados socialistas,
después de casi un año persiguiendo a su víctima sin apuñalarla, en traidores
de poca monta, en principiantes de la escabechina.
Tamayo y Saéz quisieron venderse,
prostituirse, y lo hicieron, pero lo hicieron respetando el código de la
delincuencia, asumiendo su crimen y las consecuencias de este. Los actuales, la
mayoría carecen de la gallardía de los anteriores y pretenden salir impunes de
su infamia (algunos aparentando estar en contra, pero continuando en las
nóminas a final de mes) y si no tenemos cuidado, dentro de poco serán como
Esperanza Aguirre, que según ella descubrió la Gürtel. Solo hay que
darles tiempo y un micrófono, de mentirnos ya se encargarán ellos y de escribir
los libros escolares, sus secuaces.
La triste realidad es que no
dan, ni juntando a la mayoría, para un Tamayazo. Así está el nivel de la
clase política.
Decencia o dinero y poder
Entiendo que la elección, fácil para
cualquier socialista, no lo sea tanto para ellos por dos motivos. En primer
lugar, de por medio hay dinero y poder, y claro está, los hay muy ambiciosos
que no dimitirían ni aunque les lanzasen cubos de agua hirviendo. Salarios tan
suculentos y poltronas tan cómodas no abundan fuera de la política y menos para
los que se enfrentan al Régimen.
En segundo lugar, no se puede obviar
el temor al brazo armado y la policía política (Prisa, Atresmedia, Mediaset y
el resto de grandes medios) que les amenazan a diario. Ellos saben, mejor que
nadie, que más allá de perder lo que tienen, lo más terrible es el castigo
que les esperaría: complicaciones laborales, brutales ataques mediáticos,
ostracismo, puertas giratorias cerradas…
La mayoría no tiene el suficiente
valor para enfrentarse al sistema, por lo que a lo más, escenificarán que lo
tuvieran. Amagarán con dejarse ejecutar junto a sus ciudadanos, pero la mayoría
callará, antes o después, y saldrán corriendo en cuanto se produzcan las
primeras descargas. Correrán temblorosos y asustados a guarecerse en sus
escaños y sus salarios. Y seguirán en sus butacas cuando el PP gobierne. Al
tiempo.
Ahora solo queda esperar, una vez
firmada la orden de ejecución, y ver quiénes prefieren morir en la decencia a
vivir en la ignominia. El tiempo demostrará quién es quién y la historia
les inmortalizará arrebatándoles el cálido anonimato que tanto necesita el
mediocre y el cobarde. Estos ochenta y cinco no gozarán de tanta fortuna, para
bien o para mal.
Sería bueno,
en previsión de lo que escribirán sobre ellos, que no olvidasen que en
ocasiones puestos a morir de algo, el suicidio político (Grupo Mixto, dimisión,
ruptura) es mejor que pasar a la historia negra de este país, aunque ello les
permita seguir lucrándose.
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