'ORGASMOS MÍSTICOS'
¿Cómo es llorar de placer en la cama? Siete
mujeres reales cuentan su experiencia
Una sensibilidad a flor de piel ha llevado a estas
ocho personas (la otra es un hombre) más allá de las nociones habituales de
placer. Una plenitud indefinible... hasta ahora
El Confidenc ial
Raquel Márquez
27-10-16
Demasiadas
veces vulgarizamos el sexo al hablar de él solo como una
forma de diversión. La sociedad parece haberse sacudido muchas represiones
relacionadas con la religión y el matrimonio tradicional, pero a cambio es
posible que estemos creando una nueva represión al intentar desconectar artificialmente el sexo del amor, o incluso de lo que podríamos llamar, generalizando
mucho, "vida espiritual". Parece que se nos dé a elegir entre el
cinismo de tratar a los demás solo como a un cuerpo que nos da placer y la
ingenuidad de confundir los deseos pasajeros con el Amor Eterno de
cierta literatura.
El
buen sexo, en opinión de psicólogos, sexólogos, neurólogos
y cualquiera que se ponga a profundizar un poco, tiene que ver con la
sensibilidad, con la felicidad, con un estar a gusto con uno mismo y con el
mundo que es mucho más sencillo y a la vez más complicado que seguir un manual
de posturas.
No me encontraba mal, sino sobrepasada, flipando. Fue algo
emocional, pero causado por una sobredosis de sensaciones físicas
Estas
mujeres nos han confesado que, en ciertas situaciones, han sobrepasado la
barrera del placer y han
roto a llorar en esos momentos, sobre todo cerca del orgasmo, aunque a veces el desencadenante es 'solo' un beso
en el que todo se mezcla: el hambre animal por la otra persona y una paz
que solo se puede describir como mística.
Liberación total
Para
la pareja puede ser alarmante. Un anónimo experimentado nos explica su
reacción: "La primera vez quería morirme. No sabía qué estaba
pasando; ella sollozaba y seguía en el asunto y yo pensaba que estaba
haciendo algo terriblemente mal, causando daño o como
mínimo provocando recuerdos horribles. '¿Paro?' '¡Sigue!' 'Pero...' '¡Sigue!'"
Todos sabemos que se puede llorar de alegría al librarnos de la muerte o ganar
un billón en la lotería, pero parece excesivo por un simple asalto sexual. La
clave es que estas relaciones fueron mucho más que eso. Alivio, 'soltarlo todo', 'la rehostia del paraíso con coros
angelicales y la
liberación total'... Es difícil describirlo con palabras, pero estas amigas, y
algún amigo, lo han intentado y este es el resultado.
Manuela, 42 años, empieza fuerte: "Buah, ¡me ha pasado
mogollón de veces! Lo curioso es que en general me cuesta un montón llorar aunque me muera de ganas. Una
vez especialmente cañera fue con un amante que para mí fue un antes y un
después. No estaba enamorada ni nada, pero sí enganchadísima. No vivía en
Madrid, así que iba a visitarle y, literalmente, no podíamos dormir juntos
porque no dormíamos. No podíamos parar de hacerlo si estábamos en la misma
cama. Después de una maratón sexual con este hombre, me puse a llorar a mares,
no podía parar. De hecho, me fui a otra habitación a seguir llorando hasta que
se me pasó. No me encontraba mal, sino sobrepasada, flipando. Emocionalmente,
pero por una sobredosis de sensaciones físicas, no sé si me explico. Me costó dilucidar si eso es
que me estaba enamorando o qué. Y no. Otras veces me ha pasado con alguien de
quien sí estaba enamorada. Y ha sido como estar súper feliz y quererte morir al mismo tiempo. Como una cosa casi mística. Enamorada y después de
muy buen sexo, claro, no vale un polvo cualquiera".
Sales del plano sexual y llegas a otra dimensión. Es como si el
orgasmo te permitiera tocar el sentido de la existencia
Beatriz, una informática de 35 años, nos da una descripción
con varios puntos en común: "Me ha pasado alguna vez (pocas) llorar
durante un orgasmo y lo llamo 'orgasmos místicos'. Es decir, están los puramente
sexuales, en los que piensas en cosas excitantes, llegas y te quedas en ese
plano, y los orgasmos místicos, cuando parece que una vez llegada al clímax sales
del plano sexual y llegas a otra dimensión. Es como si el orgasmo te permitiera
sentir... tocar de cerca el sentido de la existencia, o algo así. Como si fuera solo una etapa para llegar
a otro punto. Los pensamientos sexuales desaparecen para dejar lugar a una
sensación existencialista: 'esto me supera'. Y lloro".
Le
preguntamos si lo identifica con el 'amor verdadero'. "Me pasó
con dos personas diferentes, y diría que solo me podría pasar cuando estoy
enamorada. No estoy segura, pero creo que no podría suceder con un rollo de una
noche. Creo que en ese estado podría llegar a pensar incluso en mi abuelo, para
que te hagas una idea. Volver a las raíces, a lo que da un marco a la
vida. Tocar la muerte y el origen a la vez, una cosa muy rara. ¡No pienses que estoy
loca!".
No más
que nuestra siguiente amiga, Isabel, de 36 años, que también encuentra un poco
preocupante tanta intensidad: "Qué bien saber que no soy una
mística rara por llorar en
esas situaciones. En general lloro sin dificultad, tanto de tristeza como
de alegría, nostalgia o cualquier otra emoción. Y sí, también de placer. Me ha
pasado bastantes veces. Creo que tiene que ver con un momento de comunicación muy profundo que es necesario para que eso suceda, no es mero
placer físico. La primera vez fue con la primera persona de la que me enamoré, y claro, me
cogió por sorpresa. No sé si entendía bien qué pasaba, pero estaba asociado a
una profunda emoción. Después solo me ha pasado si estoy muy muy enamorada y me
entiendo muy bien con el otro. Y solo ocurre a veces".
Logro desbloqueado
Macarena, de 60 años, tiene un marido al que describe como un
compañero genial, pero cree que aún le afecta la
educación (anti) sexual que le dieron, a ella y a muchas otras de su
generación con las que ha hablado de sexo. A los diez años, le contó a su madre un sueño de los que hacen temblar las piernas y la contestación que obtuvo la asustó. Se
esforzó por no volver a imaginar cosas así: "Creo que pensaba que podría
ir al infierno". Pasó el tiempo sin atreverse a experimentar nada
hasta que oyó a la actriz Blanca
Estrada hablar del
autoplacer. Comenzó a probar, a tocarse... y tuvo su primer orgasmo. La
sensación fue tan nueva y desbloqueó tanta tensión acumulada que llegó con
lágrimas.
A otra
amiga, Liliana, de treinta
y pocos, le ha pasado con una sola persona, dos o tres veces. No sabe bien
qué teclas tocaba en ella ese chico, pero define la relación como "la más
auténtica que tuvo, en todos los sentidos": "Nos contábamos
hasta las basuritas que avergüenzan, que no le cuentas a nadie. Así que creo
que llorar era parte de ese sentir mucho las cosas, que se da cuando hay placer
y algo más. Es una de las cosa más auténticas que me han pasado. Supongo que parir (que aún no le ha sucedido) sería
otra de ellas".
Fue una sola vez. La sensación fue sublime. Él tenía todo lo que
me atrae. Fue algo... inmenso, la plenitud. Justo después de un beso
Esta
misma amiga nos dice: "Me encantaría que encontraras un chico heterosexual al que le hubiera pasado. Lo siento por el
prejuicio".
Probablemente
lo había y debimos haber preguntado a todo el mundo. Esto nos dice otro amigo,
José, escritor: "No es solo placer, es
felicidad. Me ha pasado un par de veces con mi primera novia y una con la
segunda. Y a ellas también. Imagino que simplemente las emociones desbordan
como en una alegría intensa, un reencuentro, un logro conseguido con largo esfuerzo, ¡la Champions del amor! No me parece algo femenino,
sino típico del género humano, incluyendo a los hombres que no confundimos
raras nociones de 'hombría' y demás cabestrismos machotes con hacerse los
duros".
Otra
mujer que quiere ser identificada como Consuelo,
trabajadora social de 34 años, dice que le ha sucedido muchas veces: "Era
como placer, mezclado con ternura y relajación de tensiones y amor y
cortocircuito cerebral". Con uno de sus novios se echó a llorar sobre
él nada más correrse y él se preocupó. Era una auténtica llorera de niña pequeña, ruidosa y con hipo. Cuando le ocurre suele ser justo después del clímax, y cree
que "esas lágrimas, más que la culminación del sexo, son la
culminación del amor con mayúsculas. Así de clásica soy yo. Entendiendo el
sexo como la manifestación más salvaje del amor. Es cursi pero
verdad".
Amalia habla así del momento concreto en que necesitó llorar
para dar salida a la explosión en su interior: "No me ha pasado por placer
(que siempre es más o menos el mismo) sino por amor. Fue una sola vez, a los
treinta y tantos. Ya no es nadie especial, y tampoco fue el primero. La
sensación fue sublime. Él tenía todo lo que me atrae. Fue algo... inmenso, la plenitud. Justo después de un beso". La otra persona no lo vivió con la misma
intensidad que ella, o sí pero no quiso prolongarla, y se asustó al
verlo: "Salió corriendo, me dejó de inmediato. Pasé unos diez
años hecha polvo después de aquello". Y a nosotros ese polvo nos
recuerda a lo de Quevedo: "polvo serán, mas polvo enamorado" cuando
hay "amor constante, más allá de la muerte".
Esperamos
que les vuelva a suceder en esta vida mortal, y si no, esos momentos quizá
son suficientes para darle
sentido.
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