La
necesaria movilización de las fuerzas democráticas frente a los herederos del
franquismo
Público
Septiembre 28, 2017
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
El coste de la desmemoria histórica
La escasa recuperación de la Memoria Histórica en los círculos políticos,
mediáticos e incluso académicos españoles explica que no se haya corregido la
tergiversada historia de este país, tergiversación que continúa dominando el
relato del pasado y del presente. No hay plena conciencia ni hay pleno
reconocimiento, por ejemplo, de que la Guerra Civil fue un golpe militar contra
un sistema democrático gobernado por unas fuerzas políticas promotoras de
reformas urgentes y necesarias que estaban afectando los intereses de las
clases privilegiadas y dominantes que, siendo una minoría de la población,
necesitaron de una enorme y cruel represión frente a la mayoría de la población,
que eran las clases populares. De no ser por la enorme resistencia popular en
la mayor parte de los territorios españoles, aquel golpe militar se hubiera
impuesto en cuestión de dos o tres meses. Pero a pesar de la ayuda de las
tropas nazis alemanas y fascistas italianas, y de la escasa ayuda militar que
el gobierno republicano recibió de los supuestamente democráticos gobiernos
occidentales (temerosos estos de que las reformas altamente populares del
Frente Popular contaminaran a sus propias clases populares), no pudieron
conseguir someter a la mayoría de la población hasta tres años más tarde,
estableciendo uno de los regímenes más represivos, crueles y terroristas (es
decir, que el terror era una política del Estado) que hayan existido en Europa
durante el siglo XX. Nunca hay que olvidar que por cada asesinato que cometió
Mussolini, el régimen de Franco cometió diez mil.
La Guerra Civil fue una lucha de clases. Pero también fue una lucha de dos
visiones de lo que es España
No hay duda de que la Guerra Civil fue una lucha de clases, de las
oligarquías y de las burguesías en contra de la clase trabajadora de los
distintos pueblos y naciones de España. Los vencedores de aquella lucha de
clases establecieron el Estado dictatorial, y, cuarenta años más tarde, fueron
las fuerzas dominantes en la transición de la dictadura a la democracia,
definida erróneamente como modélica. Y digo erróneamente porque el
desequilibrio de fuerzas en aquel proceso fue tan grande a favor de los
vencedores de la Guerra Civil y en contra de los vencidos (las izquierdas que
lideraban las fuerzas democráticas) que era imposible que el resultado de
aquella transición fuera modélico. Su producto, la democracia española, era y
continúa siendo enormemente limitada y el Estado del Bienestar fue y continúa
siendo muy insuficiente. Los datos que avalan tal observación están ahí para el
que quiera verlos. Los muestro en mis libros (ver Bienestar insuficiente,
democracia incompleta. De lo que no se habla en nuestro país. Anagrama,
2002; y El subdesarrollo social de España: causas y consecuencias. Anagrama,
2006).
Ahora bien, hay otra parte de la desmemoria histórica que está incluso más
ocultada. Es poco conocido hoy en España que además de la lucha de clases que
apareció en la mayoría de los pueblos y naciones de España, hubo otra lucha que
se sintió con especial énfasis en las naciones “periféricas”, como Catalunya y
el País Vasco (y también en Galicia). La represión en contra de la cultura e
identidad nacional en Catalunya fue una característica de aquel golpe militar y
del régimen que estableció. Puedo dar constancia de ello, como catalán que soy.
No soy muy dado a referirme a experiencias personales, pero me permito hacer
una excepción en este artículo en mi intento de explicar una dimensión poco
conocida del pasado de nuestro país a mis amigos al sur del Ebro, a quien está
dirigido predominantemente este artículo. Cuando yo era un niño, alrededor de
los 10-11 años, un gris (la policía franquista) en Barcelona se molestó por
dirigirme a él, en la calle, en catalán –mi lengua materna- diciéndome “no
hables como un perro, habla como un cristiano”. Recuerdo bien la frase, a
la que respondí escupiéndole en la cara. Además de la paliza y el bofetón que
me dio, me llevó al cuartelillo de la policía, desde donde llamaron a mis
padres, maestros republicanos que fueron brutalmente represaliados por su apoyo
a las reformas educativas de la República y a la Generalitat de Catalunya (ver Una
breve historia personal de nuestro país. biografía de Vicenç Navarro, en
www.vnavarro.org). Mi padre me acarició la cabeza, y hablando para sí mismo
dijo “Tan jove, ja” (tan joven, ya), y mi madre, delante de los
grises, me dio uno de los besos más grandes y más políticos que una madre haya
dado a su hijo en Catalunya, mostrando lo enormemente orgullosa que estaba de
mí.
En muchas partes de España parece no conocerse que siempre ha habido en
Catalunya un sentimiento de identidad que no tiene por qué ser excluyente o
insolidario. Es cierto que este sentimiento puede lamentablemente traducirse en
un nacionalismo excluyente. Así pasó con Jordi Pujol, el mayor punto de
referencia político del nacionalismo catalanista conservador, cuando escribía
que los “inmigrantes” murcianos y andaluces que venía a trabajar a Catalunya (a
los que la burguesía catalana y los nacionalistas pujolianos llamaban
“charnegos”) tenían una capacidad intelectual inferior a la de los catalanes.
Ahora bien, siempre hubo otro sentimiento identitario solidario característico
de las izquierdas catalanas, opuesto al anterior. En el mismo periodo que Jordi
Pujol promovía aquel nacionalismo, yo escogí ser médico de los “charnegos” en
el barrio más pobre de Barcelona, el Somorrostro. La resistencia antifascista
que se había infiltrado en el sindicato fascista, el SEU, fundó el SUT (el
Servicio Universitario del Trabajo), que había establecido el único centro
sanitario en aquel barrio y cuyos habitantes representaban la clase trabajadora
venida de otras parte de España que estaba construyendo el país y luchando, muchos
de ellos, en la resistencia antifascista. Las izquierdas catalanas siempre
vimos que la lucha social y la lucha por la recuperación de la identidad
catalana estaban unidas, pues la causa de su opresión era la misma: el Estado
fascista. Y esta diversidad de identidades regionales y nacionales era la
riqueza del país. Nuestro deseo era que tal diversidad quedara reflejada en la
configuración del Estado cuando se estableciera la democracia.
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La España plurinacional fue siempre la visión preferente dentro de las
izquierdas catalanas y españolas
La tergiversada historia de España, heredada de la dictadura, ha ocultado
que siempre ha habido dos versiones de España. Una, la uninacional, de las
derechas españolas, cuya máxima expresión se dio durante el fascismo. Esta
visión de España es la visión de los vencedores de la Guerra Civil. Pero la de
los vencidos era la visión plurinacional y pluri-identitaria, característica de
las izquierdas. No se conoce en España que tanto el PSOE como el PCE, durante
la resistencia antifascista, tenían en su programa el reconocimiento de dicha
plurinacionalidad, garantizada por el derecho de decisión o autodeterminación,
que aseguraba que la deseada unión de España estuviera basada en la voluntad de
las distintas regiones y naciones de España, en lugar de estar unidas por la
fuerza, tal como exige la actual Constitución Española, que asigna nada menos
que al Ejercito la función de asegurar tal unión (cláusula impuesta por el
Monarca y el Ejército en el redactado de la Constitución). En esta última
versión, la uninacional, se consideraba a la visión plurinacional como la
anti-España, siendo brutalmente reprimida por el régimen dictatorial, y todavía
ocultada o discriminada durante el régimen del 78 iniciado en la inmodélica
transición, como resultado de la pervivencia de la cultura franquista, todavía
muy extendida en los aparatos del Estado español, incluyendo su judicatura y
sus órganos de seguridad.
La represión fascista contra los que la dictadura definió como rojos y
separatistas
La mayor represión fruto del golpe militar fascista y del régimen que le
siguió fue dirigida a los que fueron definidos como rojos y separatistas,
categorías que incluían en Catalunya a aquellas personas que habían luchado por
una España justa, libre y democrática (a las que definían como rojos), y a
aquellas personas que luchaban por una España plurinacional (a las que definían
como separatistas). Y lo peor de esta represión era que a uno se le definiera
como rojo y separatista, como lo fue gran parte de mi familia, incluyendo mi
padre, al que se le supuso separatista por haber sido secretario de la
Asociación en Defensa de la República Catalana en la Federación Española. Mi
padre era federalista, no secesionista. Y amaba profundamente a España y a
Catalunya. Era valenciano de origen y maestro ilusionado, junto con mi madre,
también maestra ilusionada, con las reformas docentes realizadas por la
Generalitat de Catalunya y por la II República. Que los considerasen a ellos,
mis padres (y mis tíos y tías que tuvieron que dejar España y más tarde luchar
contra el nazismo en la Francia ocupada) como anti-España, es absurdo y
ofensivo en extremo, pues lucharon y dieron lo mejor de su vida por otra España
diferente a la España monárquica borbónica, centrada en la capital del Reino,
Madrid (que no tenía nada que ver con el Madrid popular), radial, jerárquica,
corrupta e injusta. Su España era republicana, democrática, justa y
plurinacional. Pero para los “nacionales” (así se definían a sí mismas las
fuerzas fascistas), los que apoyaban la otra visión de España eran
antiespañoles. Para ellos, separatistas eran todos aquellos que no compartían
su visión uninacional. El president Companys (al que los fascistas fusilaron),
que había sido director de una revista titulada Nueva España, y que fue
Ministro del gobierno español republicano, era un federalista, no un
secesionista. Y sorprenderá también a muchos lectores saber que los mártires y
héroes cuya vida y muerte se homenajea el día nacional de Catalunya, el 11 de
septiembre, por defender los derechos de Catalunya frente a Felipe V, de la
realeza borbónica, también luchaban por el bien de España, dato que las
derechas nacionalistas españolistas y los independentistas siempre ocultan en
su historia tergiversada de España. Cito textualmente las palabras del General
Villarroel, que dirigió a los luchadores que se enfrentaron a las fuerzas
borbónicas que los derrotaron, eliminando los derechos de la nación catalana: “Señores,
hijos y hermanos: hoy es el día en que se han de acordar del valor y gloriosas
acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o
la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros
mayores. ¡Por nosotros y POR LA NACIÓN ESPAÑOLA PELEAMOS! Hoy es el día de
morir o vencer” (el original no está en mayúsculas, las añado para que se
pueda leer bien). Queda claro que los héroes masacrados por las tropas
borbónicas luchaban por otra visión de España, claramente plurinacional, cuya
memoria es recordada el 11 de septiembre, la Fiesta Nacional de Catalunya. El
Día Nacional en la primera versión de España –la uninacional borbónica- es el
día de la Raza (tal como se llamaba) en el que se celebra la victoria y
conquista de un nuevo continente. En Catalunya, sin embargo, el Día Nacional es
un homenaje a los derrotados defendiendo otra visión de Catalunya y de España.
El renacer del plurinacionalismo
Esta visión plurinacional ha continuado viva en las izquierdas catalanas
durante la época democrática. Fue precisamente un gobierno de izquierdas -el
gobierno tripartito del socialista Pasqual Maragall- el que preparó el Estatut
de Catalunya que fue vetado, después de ser aprobado por el Parlament de
Catalunya, por las Cortes Españolas y refrendado por la población en Catalunya,
por el Tribunal Constitucional (TC), controlado por el PP. Tal veto (de partes
esenciales de aquel Estatut, como considerar a Catalunya como una nación) y la
pasividad del PSOE han creado la situación actual. La derecha española en
general, y el PP en particular, han sido una fábrica de independentistas. El
nacionalismo españolista y su versión y expresión uninacional son la mayor
causa del crecimiento del independentismo.
Dicho esto, me niego a creer que el gobierno Rajoy esté aplicando claras
políticas represivas que están incrementando el independentismo como resultado
de su incompetencia, como algunas voces de izquierdas están indicando. El Sr.
Rajoy encaja perfectamente en el molde extremista del nacionalismo uninacional
heredado del franquismo. Cree, como también creen muchas personas de derechas,
e incluso de izquierdas, que los partidos independentistas son los responsables
de haber creado este enorme movimiento en Catalunya, sin querer darse cuenta de
que la realidad es precisamente lo contrario. Ha sido el hecho de ver desoídas
las justas demandas de redefinición de España lo que ha convertido el deseo de
reconocimiento en un deseo de separación. Y el hecho de que la visión
uninacional sea todavía la dominante en España, en parte debido a la renuncia
por parte de las izquierdas tradicionales de su visión plurinacional, explica
el comportamiento electoralista de Rajoy, totalmente comprensible desde el
punto de vista electoral, pues lo beneficia a nivel de votos.
La demanda por un referéndum
En Catalunya, según las encuestas, la mayoría favorece una consulta o un
referéndum sobre si Catalunya debería separarse o no de España. Tal apoyo
va (según la encuesta) de un 70 a un 80%. Sin embargo, la mayoría no es
favorable a la independencia. La prohibición del “referéndum” por parte del
Estado y del gobierno Rajoy, consecuente con su historia de falta de
sensibilidad hacia las peticiones provenientes de Catalunya, ha generado una
gran protesta, claramente instrumentalizada por los partidos independentistas
que gobiernan Catalunya, que han utilizado a su vez métodos sectarios y
antidemocráticos en su instrumentalización del referéndum, el cual se ha
transformado más en un plebiscito de apoyo a la independencia que en un
auténtico proceso de debate democrático sobre los méritos o deméritos de tal
opción, libremente expresados en los medios públicos de la Generalitat. En
realidad, tales medios han sido meros instrumentos independentistas.
Esto ha dado pie a desarrollar una enorme represión contra las
instituciones de la Generalitat de Catalunya que está siendo llevada a cabo por
los aparatos del Estado uninacional (el judicial y el policial) bajo el
gobierno Rajoy, represión que están afectando los derechos políticos y civiles
de toda la población mediante medidas que, como han indicado varios
juristas y constitucionalistas de conocido prestigio (como el Sr. José Antonio
Martín Pallín, fiscal y magistrado emérito del Tribunal Supremo, el Sr.
Baltasar Garzón o el profesor Javier Pérez Royo), son ilegales.
Crítica a algunas respuestas de sectores de izquierdas
Ante esta situación es sorprendente el silencio de la intelectualidad
española. Me parece bien que unas personas de izquierdas publicaran en El
País (hoy uno de los diarios más hostiles a la transformación social y
nacional de España) una carta indicando que el referéndum no es un referéndum.
Debo ser una de las personas en Catalunya que ha sido más crítica con Junts
Pel Sí y su mal llamado referéndum. Ahora bien, me parece muy mal que no critiquen
la continua y agresiva intervención del Estado, tanto por parte del gobierno
como por parte de los aparatos del Estado, dirigidos por un coronel de la
Guardia Civil, procedente de una familia de Fuerza Nueva y hermano de un ex
miembro del TC, hecho ampliamente conocido en Catalunya. El sistema judicial y
constitucional español dista mucho de ser el sistema democrático que el país
tendría si hubiera habido una ruptura con el Estado anterior. Y lo mismo ocurre
con las fuerzas de seguridad. Es preocupante que miembros de la Guardia Civil
saludaran a miembros de la ultraderecha que los vitoreaban cuando estaban
reprimiendo manifestaciones totalmente pacíficas y no violentas. Hemos visto
estos días la llegada a Barcelona de grupos civiles fascistas que están
intentando agredir a la población, que se está manifestando pacíficamente.
Estos mismos grupos fascistas rodearon el centro de Zaragoza, donde fuerzas
democráticas estaban reunidas para realizar un acto político que pudiera
contribuir a resolver uno de los mayores problemas que hoy existen en España.
No ha habido ninguna detención de miembros de dichos grupos. Y los políticos
que acudieron al acto tuvieron que encerrarse en el lugar donde éste se
realizaba.
La llamada a la movilización democrática
Cualquier persona democrática, sea o no catalana, consciente de la historia
real y no tergiversada del país, necesita movilizarse y decir NO a esta
ocupación de Catalunya por los aparatos del Estado central, dirigidos por un
gobierno corrupto que utiliza el Estado y sus aparatos de represión para fines
partidistas y personales. Escribir ahora diciendo que el referéndum propuesto
por la Generalitat de Catalunya no es legal me parece insuficiente. Lo que
estamos viendo hoy es la movilización de las fuerzas herederas del fascismo,
los súper patriotas de siempre, que están, como también hicieron en el 36,
recurriendo a una represión que (por desgracia y como resultado de la
insuficiente recuperación de la memoria histórica está contando con la simpatía
de amplios sectores de la población española), reforzando así su dominio sobre
España y su Estado. La victoria de Rajoy en su enfrentamiento con la
Generalitat de Catalunya (conseguida, una vez más, con la pasividad del PSOE)
debilitará enormemente a las fuerzas democráticas en España. De ahí la
importancia de las fuerzas españolas que se reunieron en Zaragoza representando
esa otra España, la plurinacional, sin la cual será también imposible resolver
el gran problema social creado a su vez por el mismo Estado uninacional
(también con la pasividad del PSOE). La democracia en España está en peligro y
el máximo responsable de ello es la persistencia de la cultura franquista en el
Estado español.
El movimiento democrático iniciado en Catalunya que debería extenderse al
resto de España
La represión ha movilizado a la mayoría de las asociaciones progresistas de
la sociedad civil, desde los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT, hasta los
movimientos vecinales, asociaciones de pequeños empresarios, clubs de fútbol,
etc. que se están organizando para oponerse a tanta represión. La gran mayoría
de dichas asociaciones no son independentistas, pero se sienten ofendidas por
la brutal represión que está hoy teniendo lugar en Catalunya. Y un elemento muy
importante es que se ha diluido el protagonismo que los partidos
independentistas y los movimientos afines como la ANC y OMNIUM CULTURAL han
tenido hasta ahora, dirigiendo las movilizaciones. Los sindicatos son las
asociaciones civiles más grandes de Catalunya, y junto con la clase trabajadora,
que no es independentista y no se movilizó en las campañas independentistas, se
están ahora movilizando para defender las instituciones catalanas y la
democracia. Es significativo que los trabajadores del puerto no estén
abasteciendo a los barcos que han utilizado las tropas enviadas a Catalunya
para ocuparla. El movimiento pro-independentista grande, pero no mayoritario,
se está ampliando en un movimiento más grande a favor de la democracia, de las
instituciones catalanas y de la plurinacionalidad de España. Hoy,
significativamente reunidos en el Museo de Historia de Catalunya, han aprobado
un manifiesto en el que se convoca a la sociedad civil catalana a defender la
democracia en Catalunya, violada ahora por el intervencionismo judicial y político
del Estado español. Por el bien de Catalunya y de España es importante que se
haga esta movilización de todas las fuerzas democráticas en contra de las
políticas antidemocráticas y represoras que están siguiendo los herederos de la
dictadura que oprimió tanto a las clases populares de los distintos pueblos y
naciones de España.
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