Sentado en el jardín del cortijo de La Zarzuela, el
funcionario royal franquista se deshace en elogios del criminal y genocida
dictador militar, según una cantinela típica de la propaganda del régimen. El
funcionario fascista no dice nada de los miles de exiliados políticos, de los
presos políticos encarcelados sin un juicio justo e imparcial, no dice nada de
la ausencia de libertades básicas como la de expresión, cercenada por la férrea
censura de prensa e imprenta, no dice nada de la Justicia corrupta que asolaba
a España, de la ausencia de libertad sindical, de la represión, torturas y
asesinatos impunes cometidos por la policía paramilitar y política del régimen,
no dice nada de la prohibición de cualquier tipo de pluralismo político que no
fuera el fascismo inserto en el Partido Único del régimen, no dice nada del
aislamiento internacional de España, de la miseria de los obreros del campo, no
dice nada de la Universidad, plagada de fascistas y meapilas contrarios a la
libertad de cátedra. Es una indecencia oír hablar a este personajillo al
servicio del régimen franquista. La verdad es la verdad, aunque duela o sea
incómoda. Hay que desenmascarar a este personaje corrupto de opereta, que se ha
ido acomodando y disfrazando de modo oportunista, según ha ido interesando a la
banda de genocidas fascistas a la que representa.
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