13/10/2018
Miguel Ángel Martínez-González: "No hay ninguna galleta
saludable"
El médico e
investigador presenta 'Salud a Ciencia Cierta', donde desmonta el mito de la
dieta mediterránea e insiste en que usemos sacarina mejor que azúcar.
ElHuffPost
Mitos y
nutrición parecen dos conceptos destinados a ir de la mano. Basta con escribir
estas dos palabras en Google para que el buscador escupa más de 10 millones de
resultados. Con tanta información resulta prácticamente inevitable que andemos
confundidos. Hoy podemos comer huevos alegremente pero hace unos años eran un
producto casi tabú. Con los frutos secos pasa más o menos lo mismo. ¿Y qué hay
de la cerveza? ¿Podemos o no podemos beberla?
Los expertos en salud dicen que
nuestra dieta es muy mejorable, pero digerir esa información es complicado
teniendo en cuenta los muchos beneficios que se le otorgan a la dieta
mediterránea. ¿O es que no la estamos siguiendo?
Para
responder estas preguntas, y otras muchas preguntas, el médico, epidemiólogo e
investigador español Miguel Ángel Martínez-González acaba de publicar el libro Salud a Ciencia Cierta (Planeta de los
Libros) con un único fin divulgativo. "Debe ser la gente la que elija
libremente qué come, pero que lo haga con buena información", apunta en un
encuentro con El HuffPost.
¿En España
todavía no sabemos comer?
No sabemos
comer, y además hay mucha confusión y mucha desinformación, muchas veces
alentada por la industria alimentaria. Por eso creo que este libro es muy
necesario para que la gente se aclare. Muchas cosas que se dicen de Nutrición,
ya sea que aparecen en internet o libros de divulgación, no tienen el
fundamento científico que tiene este libro, que se basa en tres estudios muy
sólidos [el proyecto SUN, con 22.800 participantes desde el año 99; el proyecto Predimed, con
11 grupos de investigación de España; y el proyecto
Predimed-Plus, con 31 grupos de investigación en toda España desde
2013]. Y también en el trabajo que hago con el departamento de Nutrición de
Harvard, con el que llevo desde hace años.
Pero, ¿no
sabemos comer o no queremos saber comer?
Pasan ambas cosas. Primero hay
desinformación, hay muchos mitos que están muy arraigados. Hay mucha gente que
está convencida de que sabe qué es la dieta mediterránea y cuando les preguntas
puntúan muy mal. Hay gente que piensa que el aceite de oliva virgen extra no se
debe usar nunca para cocinar, que sólo es para ensaladas, que para freír lo
mejor es el de girasol, lo cual es un mito. Hay gente que piensa que el pan
blanco es lo mejor de la dieta mediterránea, cuando en la situación de obesidad
que tenemos en España el pan blanco es una bomba que hace mucho daño. Hay gente
que piensa que la cerveza es propia de la dieta mediterránea, que todo el mundo
debería consumirla. Y gente que piensa que la carne de cerdo es carne blanca.
Hay muchos mitos y muchos errores.
Y, ¿a qué se
debe?
En Nutrición hay mucha
desinformación y mucho charlatán, gente que habla mucho pero no ha hecho nunca
un estudio científico serio, no tiene datos de primera mano y no conoce la
literatura científica. Ha leído un solo estudio y no tiene en cuenta el
contexto. Y en ese contexto puede que haya gente que de todos los mensajes que
circulan, que a veces son contradictorios, cojan los que más le gustan.
Entonces, no quieren comer bien, porque si quisieran, se enterarían.
La dieta mediterránea no es lo que
se sigue hoy en día en España, es lo que comían nuestros abuelos o lo que se
comía en Creta en 1950.
En el libro
haces mucho hincapié en la dieta mediterránea, ¿qué le dirías a esa gente que
piensa que la sigue porque vive en España? ¿Es el mayor error que cometemos a
la hora de comer?
Tienes toda la razón. Si tú le
preguntas a los españoles, la mayoría te dirá que sigue la dieta mediterránea,
luego se les evalúa objetivamente y están lejísimos. La dieta mediterránea no
es lo que se sigue hoy en día en España, es lo que comían nuestros abuelos o lo
que se comía en Creta en 1950. No tiene nada que ver con la cantidad de carne
que se consume ahora.
¿En qué
momento cambió eso?
En Estados Unidos en 1980, 1990 se
extendió el mensaje de la dieta baja en grasa como paradigma de alimentación
sana. Y como hay una globalización, eso se exportó a todo el mundo. Creo que
ahí hubo un gran error. A eso se suma la moda de la comida basura, que se ha
exportado a todas partes, y ha hecho que grandes sectores de la población
española que ahora ya son adultos hayan crecido en ese ambiente.
¿Y pasa lo
mismo en Italia, Grecia y Francia?
Sí. Quizás en Francia menos porque
son más amigos de mantener su propia cultura pero en España, Italia y Grecia
sí.
En el libro
hay un punto en que se enumeran las 14 claves para seguir la dieta
mediterránea, pero ¿cuáles son los principales errores que cometemos y que nos
llevan a saltárnosla?
Son muchos: el pan blanco, el abuso
de carne roja y procesada o de las bebidas azucaradas, el añadirle azúcar a los
alimentos, el uso de otros aceites que no son el aceite de oliva, luego está el
mito de los frutos secos...
Porque, por
ejemplo, ¿ya en el desayuno estamos cometiendo sacrilegios?
En España se consume mucho pan y
mucha bollería en el desayuno. La bollería industrial, los donuts, las
ensaimadas, las pastas, las galletas... La gente piensa que las galletas son
maravillosas, no hay ninguna galleta saludable.
¿Ni siquiera
las que haces en casa?
Si hicieras la galleta con harina
integral, un poquito de almendras, aceite de oliva virgen extra y con sacarina
en lugar de azúcar, a lo mejor salía una galleta saludable, pero eso no lo hace
nadie.
Decir que el azúcar moreno es mejor
que el blanco es un mito.
¿Sacarina en lugar de azúcar?
Decir que el
azúcar moreno es mejor que el blanco es otro mito. Igual que achacarle efectos
adversos a los edulcorantes no calóricos. Los edulcorantes no calóricos no
tienen efectos adversos sobre la salud. Hay un artículo de 2014 en Nature que decía que tenían una alteración
de la microbiota, pero eso no se ha replicado luego. La parte humana que tenía
era muy débil y diría que cambiar el azúcar por sacarina ya es un paso
importante.
¿Por qué es
tan beneficioso?
El problema más grande que tenemos
en el contexto de obesidad actual son los cristalitos de azúcar añadido que le
ponemos a tantas cosas, y que le ponen a tantas cosas.
¿Te refieres
al azúcar que añade la industria?
La industria sabe muy bien que el
azúcar es barato, con lo cual se le puede sacar mucho margen, y que engancha al
consumidor. Por eso no tienen ningún incentivo para quitarlo, todo lo
contrario. Le ponen azúcar a la mostaza, ¿qué tiene que ver la mostaza con el
azúcar? Se la ponen porque así la gente consume más. Porque ese dulzor la hace
más agradable al paladar, se aumentan sus cantidades y al final se compra antes
el siguiente tarro.
Pero si se
añade sacarina también generaría adicción, ¿no? Lo que hay que conseguir
entonces es que no se añadan azúcares, sea de una manera u otra.
Los
gobiernos tendrían que regular esto pero aquí tenemos un problema porque la
industria alimentaria hizo lobbie ante la Unión Europea y el etiquetado
es deficiente. No indica claramente las cosas, hay que ser un experto para
entenderlo y tener una vista magnífica, pero es que la industria alimentaria se
gastó mucho dinero para que Bruselas no hiciera una normativa de etiquetas que
le pudiera perjudicar. Querían unas etiquetas suficientemente confusas,
difíciles de leer, en muchos idiomas, cada uno con la letra pequeñísima para
que la gente no se enterara. Tener desinformado al consumidor.
Si tomas el yogur como postre eso es
malo, si lo tomas en vez de tomar bollería industrial en el desayuno eso es
bueno.
Si te paras
a leer las etiquetas es verdad que no entiendes nada, ni siquiera si las
calorías del alimento son buenas o malas.
Ahí depende de por qué las cambies.
Si tomas el yogur como postre eso es malo, si lo tomas en vez de tomar bollería
industrial en el desayuno eso es bueno. En Nutrición hay que pensar siempre en
términos de reemplazo. Nuestro organismo necesita calorías. Se trata de hacer
selecciones inteligentes. La dieta mediterránea es legumbres, es más pescado
que carne, y es más carne blanca que roja. Si no tomas fruta de postre es
difícil que llegues a tres piezas de fruta al día.
Lo de las
calorías es fácil, más o menos, pero... ¿y el resto de elementos de la
etiqueta?
Hay que mirar azúcares añadidos y
grasas saturadas. Eso lo están diciendo cada vez más las etiquetas. Cuando ves
un bote de Cola-Cao, por ejemplo, y dice hidratos de carbono: 73 gramos por
cada 100 gramos, de los cuales azúcares 70. Lo que tienes que hacer es imaginar
el bote de Cola-Cao, lo llenas de azúcar del azucarero hasta el 70% y luego le
echas otras cosas para completar el 30%. ¿Me voy a tomar eso? Al final no es
tan difícil interpretar las etiquetas pero estaría mejor si fueran más grandes,
en el idioma del país donde se venden y con una indicación más clara de todos
los ingredientes en lugar de tanta E-... Y también que diga claramente dicho si
son harinas refinadas o integrales, o cuál es el contenido de fibra. Más
información nutricional y más clara.
¿Y el tema
de las grasas?
Las hay buenas, que son las grasas
mono y poliinsaturadas, y malas, que son las grasas saturadas y sobre todo las
grasas parcialmente hidrogenadas, que son las grasas trans, que están
desapareciendo por normativa. Pero las grasas saturadas, ¿dónde están? Están en
los cárnicos, sobre todo los de baja calidad, como las hamburguesas o
salchichas. Están en todos los lácteos, como la mantequilla o la nata, y están
en el aceite de coco y de palma. Las grasas saturadas son proinflamatorias,
tienen efectos adversos sobre el colesterol y están muy relacionadas con la
arteriosclerosis.
En el
supermercado podemos elegir, pero cuando vamos a una máquina de vending
es para echarse las manos a la cabeza, ¿no?
Esto lo he defendido muchas veces.
Todo el grupo de la Sociedad Española de Epidemiología le hemos dicho al
Gobierno que lo que se hizo en Cataluña de poner un impuesto a las bebidas
azucaradas habría que extenderlo a todo el país, que sean más caras las bebidas
azucaradas, que sea más cara la comida rápida, y que esos impuestos que se
recaudan se usen para abaratar los costes de frutas, aceites de oliva, frutos
secos, legumbres y así hacer más asequibles los alimentos sanos. Si no se usa
para eso no me creeré que esos impuestos se ponen por salud, pensaré que lo
hacen por afán recaudatorio.
Pero no es
sólo poner impuestos, es mejorar la oferta. Faltan opciones sanas y las que hay
son muy caras.
Hay un
movimiento muy interesante de los jóvenes de la Medicina Preventiva que dicen
que en los centros sanitarios no se pueden tener máquinas de vending así.
Creo que a medida que la población se queje más, la Administración irá
interviniendo más. Es como el movimiento de los fumadores pasivos, que fue
clave para que se quitase el tabaco de los espacios públicos. ¿Qué derecho
tiene la gente de convertir a una azafata en fumadora porque se puede fumar en
los aviones? Ella no puede salir de ahí, está encerrada... Y la camarera que
está sirviendo en un bar, eso es una cámara de gas. Es un poco lo que pasa con
las máquinas de vending insanas. Si yo protesto y protesto, al final se
convierte en acción.
Tú pierdes toda la autoridad moral
si le dices a tu hijo no te bebas una Coca-Cola y luego te la estás tomando tú.
¿Y las nuevas generaciones tienen más interiorizado el mensaje de
cuidarse?
No,
no. Ahí hay un fracaso terrible de la cultura actual, que es profundamente
consumista, de exceso, de permisivismo absoluto de los padres con los niños
para que se queden contentos... Si quieres más dulce, más dulce; si quieres más
refrescos, más refrescos; que te llevamos a la hamburguesería... Se les
deseduca en lugar de educarlos por miedo a parecer dictadores. Y no hay que ser
dictadores, hay que tener autoridad, una autoridad moral. Un padre y una madre
que son capaces de explicar unas normas de conducta racionales, los hijos lo
entienden perfectamente aunque sean pequeños. ¿Tú ves lo que pasa con el
consumo de drogas y del cannabis en España? Depende muchísimo de si los padres
han tenido esa autoridad moral, si han sabido imponerse. Pues lo mismo pasa con
la alimentación. Tú pierdes toda la autoridad moral si le dices a tu hijo no te
bebas una Coca-Cola y luego te la estás tomando tú.
¿Y los colegios? ¿Deberían educar en Nutrición?
La Nutrición
es una asignatura pendiente en la educación de los escolares. En la Educación
Primaria y Secundaria debería haber mucha más educación en Nutrición, pero
también tiene que haberla en la facultad de Medicina. Los médicos acaban la
carrera sin saber de Nutrición. Y no es ajena a la profesión médica, porque la
población al final a quien interroga en términos de Nutrición es a los médicos.
No es una medida eficaz terapéutica, es una medida preventiva. Por eso en
Medicina Preventiva insistimos tanto. Una vez que se ha desarrollado una
enfermedad que nadie venga diciendo, 'oye, tienes una depresión, toma aceite de
oliva que se te va a quitar'. Ahora, si tomas mucho aceite de oliva, menos
bollería industrial y menos fast food y menos porquería vas a tener
menos riesgo de tener depresión. Eso lo sabemos a ciencia cierta. Para
prevención sí sirve la Nutrición, para tratamiento no sirve, por eso quizás se
estudia poco en la facultad de Medicina. Aunque la medicina no es sólo
curativa, es también preventiva.
Si tomas mucho aceite de oliva,
menos bollería industrial y menos 'fast food' y menos porquería vas a tener
menos riesgo de tener depresión.
Hablas de
evitar bebidas azucaradas y no de prohibir. ¿Va con segundas intenciones?
Prohibir suena muy mal, lo que suelen decir los que
quieren ser políticamente correctos y están pagados por la industria
alimentaria es moderar. Yo digo evitar, que es mucho más duro que moderar. Es
lo que se llama en inglés risk avoidance. Yo traduzco avoidance por evitar, no por prohibir. Prohibir es una
palabra que parece una imposición. Evitar deja las riendas del comportamiento a
la libre elección. Una de las frases que me parece más importante del libro es
que a principios del siglo XXI el Homo Sapiens dejó de alimentarse emocionalmente,
ahí se produjo esa epidemia de obesidad sin parangón. Hay que ser racional, no
hay que ser Homo Sapiens. Hay que actuar con sabiduría, hay que dejar a la
gente actuar con libertad. Se pueden hacer cosas como hacer más fáciles las
elecciones más sanas. Al final no se puede imponer ni prohibir, hay que dejar
que la gente elija, pero que lo haga con buena información.
Hablas mucho del azúcar pero no mencionas el queso. Sin embargo,
hace unos días leía un titular en el que se hablaba del queso como "el demonio".
¿Estás de acuerdo?
El
problema del queso viene con EEUU. El americano es cowboy y siempre le han encantado las barbacoas con
kilos y kilos de carne. Entonces tienen un ganado vacuno increíble, ese ganado
vacuno produce mucha leche y siempre ha habido grandes excedentes de lácteos,
que se han transformado en queso que se ha ido metiendo en todas partes. Es
grasa saturada. Se ha metido en la pizza, que era un alimento italiano de pocas
calorías y que de pronto en EEUU está superconsumida. Es un instrumento rápido
de liberación de queso. Después se vendieron los lácteos desnatados como
paradigma de salud, pero no se tiraba la nata y empezaron a hacer grandes
bombas de nata como postre. Todo eso ha hecho que la población americana
engordase como ha engordado. Ahora mismo en EEUU el 40% de la gente tiene
obesidad y, si nos vamos a la obesidad mórbida, la que es gravísima, la que es
candidata a cirugía bariátrica, una de cada diez mujeres en EEUU es candidata a
cirugía cirugía bariátrica. Y el 7% de los varones tiene un 40% más de grasa
corporal por lo que es candidato a cirugía.
Pero eso es en Estados Unidos, ¿qué pasa en España?
El
queso se ha consumido siempre en la dieta mediterránea pero en pequeñas
porciones. Se ponía por encima un poco de queso espolvoreado a los espaguetis,
se tomaban unos taquitos de queso con uvas... Pero son unos taquitos, no es el
platazo inmenso de la pizza. ¿Tú sabes qué cantidad de queso tiene la pizza?
Pero no es el demonio...
No,
no creo que sea el peor alimento. Pero sí es verdad que los quesos, sobre todo
los muy curados, tienen mucha sal, además de muchas grasas saturadas.
Sí que haces mención a los frutos secos, hay gente que los
demoniza porque engordan.
Eso
es un mito. Los frutos secos no engordan. Hay un capítulo del libro que habla
precisamente de eso. Lo hemos demostrado empíricamente, una vez tras otra, y se
ha acabado viendo un efecto protector de la ganancia de peso. O sea, que tomar
una ración de frutos secos al día es de las cosas más sanas que hay, sobre todo
porque se intercambian por alternativas. ¿Qué aperitivo tomas sin no tomas
frutos secos? ¿Patatas fritas? ¿Doritos? ¿Pringles? Son alimentos diseñados
para que no pares. Al final tú quitas cualquiera de ellos y pones frutos secos
y eso es un gran beneficio para la población.
Pero no engordan si tomas tu ración, ¿no?
Hombre,
si te tomas 10 kilos de frutos secos al día explotarás, lógicamente.
¿Y hay frutos secos mejores que otros?
Lo
más estudiado han sido las nueces, porque las nueces tienen ácido alfa
linolénico, que tiene sus ventajas para prevenir la enfermedad cardiovascular,
y han sido más estudiadas, pero también se puede decir lo mismo de las
almendras, las avellanas... Lo mejor es una combinación variada.
¿Y todo el mundo puede/debe comerlos?
La
gente con alergia alimentaria no puede, pero al resto se lo recomendaría a
todos.
¿Qué cantidad a la semana?
Una
ración diaria o mínimo tres a la semana. Eso son unos 30 gramos, poco más de un
puñado.
Lo de la barriga cervecera es
rigurosamente cierto. Y si alguien lo duda que se pase un mes sin tomar cerveza
y que se mida la barriga antes y después.
Igual que el
vino no lo eliminas de la dieta mediterránea, ¿qué pasa con la cerveza?
Lo que pasa
es que la cerveza tiene mucho margen de beneficio. Es muy barato producirla y
los cerveceros ganan mucho dinero, que han destinado a fundaciones y a
distintas tareas de marketing donde han involucrado a muchos científicos
conocidos de España, que han ido diciendo barbaridades porque estaban pagados.
Por ejemplo, que para hidratarse tras el deporte lo mejor es la cerveza, o que
la cerveza es parte de la dieta mediterránea, cuando nunca lo ha sido. La dieta
mediterránea incluía una copa de vino en la comida: vino tinto, comida. La
cerveza al final se toma en el aperitivo y se la toma la gente joven. Está muy
dirigida a ellos y en la gente joven el alcohol no hace ningún beneficio. La
copa de vino tinto a la comida —o dos en hombres— reduce las posibilidades de
infarto de miocardio e infarto cerebral y si te pasas ocurre todo lo contrario.
Pero por debajo de los 45 años nadie tiene un infarto. Entonces, ¿para qué vas
a bajar el riesgo de lo que no hay? ¿De qué se muere la gente joven? De
suicidio y de accidente de tráfico y el alcohol en cualquier cantidad ya
aumenta el riesgo de uno y otro. Además en las mujeres también hay cáncer de
mama y el alcohol, por poca cantidad que sea, ya aumenta el riesgo de
padecerlo. Por lo cual, segmentación del mensaje: es distinto para hombres que
para mujeres, para mayores que para jóvenes. Hay que ser más restrictivo en
mujeres y hay que ser absolutamente restrictivo en jóvenes, en ambos sexos. Nada
de alcohol, es lo mejor para los jóvenes. Así que lo de meter la cerveza de la
dieta mediterránea es un intento claramente comercial. Además hemos visto en el
estudio SUN con seguimiento a 16.000 personas a largo plazo, durante 10 años,
que lo de la barriga cervecera es rigurosamente cierto. Y si alguien lo duda
que se pase un mes sin tomar cerveza y que se mida la barriga antes y después.
Y si alguien no toma cerveza que tome cerveza un mes y se mida la barriga antes
y después, y verá qué pasa.
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