Público
12-10-16
Luis Gonzalo Segura
El desfile
del millón de euros
Todos los años se repite el mismo
desfile y el mismo dispendio. El año pasado fueron 800.000 euros sin contar la
exhibición aérea (gasto que se mantiene este año), con lo que estaríamos
hablando de una cantidad cercana o superior al millón de euros. Solo montar las gradas supone un gasto de unos 250.000 euros,
que van a engrosar la contabilidad de una empresa privada, claro está. Muchos
pensaron que la llegada de Felipe VI supondría revestir de cierta modernidad al
Estado y, aunque nadie esperaba grandes cambios en lo esencial, lo
cierto es que el tiempo ha demostrado el error de tales expectativas. Puede,
incluso, que la tendencia sea de cierta involución a tenor del último discurso
del rey.
¿Necesitamos despilfarrar un millón
de euros?
Dejando a un lado los niveles de
desempleo, la precariedad laboral, los recortes en sanidad y educación, la fuga
de investigadores y otras situaciones desesperadas, resulta incuestionable que
ni siquiera las condiciones en las que se encuentran las fuerzas armadas
aconsejan gastar un millón de euros en un desfile. Este año hemos sido
conocedores de la existencia de 12 aviones Eurofighter almacenados para no aumentar el déficit; soldados limpiando cuarteles, “durmiendo en
cuchitriles mientras los oficiales duermen en suites“ o comiendo deficientemente; militares discapacitados y heridos a los que no se indemniza y terminan
denunciando al ministerio de Defensa; militares retirados a los que se les suprime las ayudas sociales;
denuncias
públicas de pilotos sobre las condiciones de los helicópteros del SAR (Servicio
Aéreo de Rescate)… ¡Y hay mucho más!: carros de combate despiezados por falta de dinero para pagar el
combustible, fusiles HK
defectuosos (cambiados por Alemania) que se mantienen por falta de fondos…
Pero, hay prioridades y prioridades.
Todo lo anterior es accesorio para la cúpula militar, irrelevante si se quiere,
pero organizar un gran desfile es imprescindible, por lo que se ve, para la
seguridad nacional y la moral de nuestras fuerzas armadas. Y para el japoneseo
y el peloteo de los altos mandos militares a las correspondientes
autoridades, aunque ello cueste un millón de euros. Ciertamente, se trata un
gasto casi tan indispensable como los campos de golf para oficiales a precio de 600.000 euros.
Sentido común
No será fácil que la cúpula militar
aplique el sentido común, pues si lo tuviera ya lo habría utilizado, pero es
necesario que toda la sociedad reivindiquemos un cambio drástico del modelo.
Detrás del gran desfile del 12 de octubre también existe una cultura con la que
hay que terminar. Los desfiles son anacrónicos e inútiles, ya que nada le
aporta a la sociedad todo el trabajo y el esfuerzo que tantos militares
han realizado durante semanas preparando el mencionado desfile, como nada
le aporta a la sociedad que nuestros militares desfilen periódicamente en los
cuarteles en diferentes actos. De la misma forma que los bomberos o los
policías no desfilan, no tiene ningún sentido que dicha práctica siga
perviviendo en el mundo castrense, su último reducto.
Unos militares modernos deben
emplear ese tiempo y ese esfuerzo en formación, en perfeccionamiento y en
servir a la sociedad en algo más que las absurdas formaciones militares
que a nada conducen y que, por si fuera poco, son enormemente costosas (y eso
que, probablemente, no se contabilizan dietas, desplazamientos, comida,
ensayos, logística, mantenimiento, abastecimiento, etc.). Es necesario, pues,
profesionalizar y modernizar los cometidos de los militares para que prácticas
tan insustanciales sean condenadas al recuerdo.
Jornadas de puertas abiertas, una
opción
Una opción económica y muy razonable
sería organizar jornadas de puertas abiertas (que no tienen que coincidir
necesariamente con el 12 de octubre) para que la población civil pueda
acercarse a los cuarteles y conocer con más precisión el trabajo y las
funciones de los militares. No cabe duda que aportaría un mayor conocimiento
social que el fastuoso y caro desfile que existe a día de hoy, aunque ello es
precisamente lo que se quiere evitar. Por desgracia, los militares siguen
viviendo en un compartimento estanco de la sociedad y la cúpula militar quiere
que siga siendo así, no vaya a ser que la sociedad pregunte y sepa lo
que sucede en los cuarteles.
Así pues, más transparencia,
derechos y libertades y menos desfiles.
Luis Gonzalo
Segura, exteniente del Ejército de Tierra.
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