"Me
niego a hablar con Dios en catalán"
ElMundo
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MAYTE AMORÓS
| Palma
30/09/2018
Felisa Antón lleva un
tiempo sin pisar la parroquia de su barrio. Esta vecina del extrarradio de Palma, católica practicante, se ha
puesto en pie de guerra contra la Diócesis de Mallorca por «catalanizar las
misas» e imponer la lengua autóctona a los feligreses. Cuenta
que el cura siempre canta las canciones en catalán, al igual que la comunión y
prácticamente todo el oficio, pese a que la mayoría de asistentes son castellanohablantes.
Felisa vive a las afueras de Palma, donde la población
es mayoritariamente inmigrante, peninsulares residentes en la Isla que hablan
español y desean seguir la misa en su lengua materna. Pese a las quejas, el
párroco hace caso omiso y se opone a dar la misa en la lengua oficial del
Estado. «Se niega porque hay unas normas del Sínodo de 1999 que ordenan
implantar el catalán en la parroquia. Y, desde entonces, llevamos 18 años con
presiones para que hablemos con Dios en catalán", explica
Antón, que lleva multitud de reclamaciones acumuladas a la Diócesis de Mallorca
sin que ni siquiera le hayan contestado.
Felisa ha sido catequista durante 40 años y siempre ha
defendido ante la Iglesia que las parroquias deberían ofrecer misas en catalán y castellano a
diferentes horas para cubrir la demanda de todos los feligreses.
Algunas, las céntricas o las que están ubicadas en zonas turísticas, han tomado
nota y dan misa en ambas lenguas, incluso en inglés, alemán y francés.
Pero las parroquias más modestas, la suya por ejemplo, mantienen una única misa
al día. Siempre en catalán.
«No hay octavillas en castellano para seguir la celebración;
nos ponen todas las barreras porque dicen que en la periferia es donde más
arraigado hay que hacer el cambio», relata esta mujer, que acusa al clero de fomentar el
catalán frente al mallorquín, menorquín e ibicenco, ya que se refiere a la
lengua autóctona de las Islas como el «catalán de Mallorca».
«Hay curas que actúan como políticos. A algunos se les
ve el plumero... El Día de la Hispanidad la misa fue ordinaria; no lo
consideraron un día de fiesta». El colmo de todo, cuenta, es que el pasado mes
de mayo compartió una celebración eucarística con un grupo de cristianos
venidos de Galicia, Zaragoza, Canarias, y otras regiones de España en otra
iglesia, ubicada en una zona turística de Mallorca. «Cuando habíamos perdido la
esperanza de oír y vivir la misa en la lengua común que entendemos todos, el
cura consideró que ya estaba bien y cambió al castellano. Cuál fue la sorpresa
cuando se dirigió a los presentes y nos recordó sin ningún pudor la importancia
de marcar la cruz en la casilla de la Iglesia en nuestra declaración de la
Renta».
Esta feligresa no quiere revelar el nombre de su
parroquia porque dice que no es un problema puntual sino una norma impuesta
desde la Diócesis. Sin embargo, desde el servicio de comunicación del Obispado
aseguran que cada parroquia y cada cura tienen libertad para dar la misa en la
lengua que desee. No hay ninguna directriz. Desde la Diócesis
se niegan a dar información sobre el número de parroquias que ofrecen los
oficios en castellano. «Es imposible saberlo. Llama tú y pregunta una por una»,
responden a la petición de este diario, con nula voluntad de aclarar la duda.
Mientras tanto, el cura de su parroquia sigue dando la
misa en catalán, ajeno a todo, lamenta Felisa. «Hace unas semanas se quedó solo
cantando porque nadie le seguía, entonces paró en seco y dijo: Al final pondré
música grabada y se acabaron las tonterías».
Estampida en algunas parroquias
Denunciamos. Felisa Antón ha escrito numerosas misivas al Obispado pero,
asegura, no ha recibido contestación. En ellas denuncia «la instrumentalización
política de la Iglesia por imponer sí o sí el catalán en las misas y la vida
religiosa y complicar la vida religiosa a los castellanohablantes». Asegura que
esto ha provocado una estampida de feligreses y un empobrecimiento de las
parroquias. Pedimos. La ex catequista reclama que se fomenten las misas en
mallorquín y no se «catalanicen» y, además, se ofrezcan en castellano, como
hacen las iglesias en las zonas turísticas.
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