Del 23F al
1-O: así condenaba el Supremo cuando los “rebeldes” lo eran por la unidad de
España y el rey
Por Santiago Lupe
KAOSENLARED
8 noviembre, 2018
Las peticiones de penas por el 1-O
contrastan con las condenas del 23F: absoluciones, penas mínimas e indultos.
Así trató el Régimen del 78 a aquellos verdaderos golpistas, que lo fueron por
“España y el rey”.
No por previsibles dejan de ser indignantes. Las peticiones de
pena para los presos políticos catalanes encarcelados sin
juicio desde hace un año demuestran que la orden del rey el 3 de octubre – el
“a por ellos”- sigue vigente. Entre 16 y 25 años de cárcel para la mayoría del
govern catalán encarcelado, la expresidenta del Parlament y los presidentes de
ANC y Omnium.
El
fundamento que ofrecen desde la Fiscalía, el bloque monárquico -PSOE, PP y Cs-
y los grandes medios es que lo que se está juzgando es un golpe de Estado. Así
tachan a las movilizaciones sociales y democráticas que se vivieron en
Catalunya el otoño pasado. Dejan claro que vivimos en una democracia
incuestionable: la constitución no se puede cuestionar, la monarquía tampoco y
la unidad territorial y las relaciones entres sus pueblos más de lo mismo.
Pero si
algo “desnuda al rey” en toda esta farsa jurídica es comparar este juicio, las
peticiones de penas y las previsibles condenas ejemplarizantes, con el único
antecedente de juicio a “rebeldes” de la democracia del 78: el juicio a los
responsables del 23F.
Nadie
negará que aquello sí fue un golpe de Estado en toda regla. Al final el rey no
lo bendijo, aunque en su preparación estuvo metido hasta un par de semanas
antes como desveló la nada sospechosa Pilar Urbano en uno de sus últimos
trabajos. El golpe como tal fracasó. Pero no sus objetivos políticos: poner
freno a la descentralización, es decir defender la “unidad de España”, y
fortalecer la monarquía.
¿Como
juzgaron y condenaron entonces a los responsables del golpe los jueces del
Supremo? Primero habría que decir que la búsqueda de “responsables” se quedó en
el nivel raso. Solo aquellos mandos militares muy directamente implicados en
los sucesos llegaron al banquillo. De la convivencia de políticos de diferentes
partidos, periodistas y otros ilustres apellidos nada se investigó. Es más, se
prohibió investigar y publicar sobre el tema.
Llegaron
a ser juzgadas 33 personas, 32 de ellos militares. Las penas contrastan
enormemente con el caso catalán: tres de ellos fue absueltos, ocho fueron
condenados a 1 años de prisión, cinco a 2, otros tantos a 3, dos a 5 años,
otros dos a 6 años, uno a 8 años, dos a 10 y dos más a 12. Por lo tanto la
mayoría de los golpistas juzgados por el 23F fueron condenados a penas muy
inferiores que las que hoy se demandan para los dirigentes independentistas
presos.
De estos
27 condenados solamente los que lo fueron a penas inferiores a los 2 años – más
de la mitad de ellos- cumplieron íntegra la condena. El coronel Miguel
Manchado, condenado a 8 años, salió de prisión a los 3, lo mismo el coronel
José Ignacio San Martín, condenado a 10, o el general Luis Torres, condenado a
12 y que quedó en libertad a los 7 años, y así otros 6 más, incluídos todos los
condenados a 5 años o más. Algunos como el capitán Vicente Gómez Iglesias,
condenado a 6 años, sería indultado por Felipe González en 1984.
Por si
esto fuera poco, la mayoría de los condenados fueron ascendiendo en la
jerarquía castrense. Los golpistas del 23F dieron al Ejército español al menos
dos nuevos capitanes, tres comandantes, tres tenientes coroneles y tres
coroneles.
Sin
embargo, es en el trato dado a los tres golpistas condenados a las penas más
altas donde observamos el mayor contraste con el juicio que arranca en estos
días en el Supremo. El teniente coronel Antonio Tejero fue condenado a 30 años
y quedó en libertad a los 15 (si bien desde 1991 accedió al tercer grado). El
general Milans de Bosch fue condenado con la misma pena pero fue puesto en
libertad mucho antes, en 1991, solo cumplió 10 años. Pero el mejor parado fue
el general Alfonso Armada, íntimo del monarca y exsecretario general de la Casa
del Rey, condenado a 26 años pero indultado en 1988 por el gobierno del PSOE.
En aquel
juicio del 23F se sentaba en el banquillo a una treintena de golpistas de
manual. Aunque su plan ya no era el de la monarquía y el resto de los agentes
del régimen, ellos eran “rebeldes” en defensa de la unidad de España y el rey.
Por eso los trataron con guante de seda.
En el
juicio que comienza en estos días contra el 1-O, el acusado es todo un
movimiento democrático que cuenta con el apoyo de la mayoría del pueblo catalán
y que puede seguir abriendo nuevas brechas en el Régimen del 78, como evidencia
el aumento del cuestionamiento a la monarquía en todo el Estado. La consigna es
otra: aplastar sin condiciones al enemigo y apuntalar por la vía represiva y
autoritaria un régimen que hace aguas.
Que en
Catalunya y el resto del Estado se organice y ponga en pié un fuerte movimiento
democrático contra este juicio farsa, por la libertad de los presos políticos
catalanes y el desprocesamiento de todos los encausados por el 1-O (más de
1.000 personas), es una tarea fundamental para ponerle freno a la deriva
autoritaria y represiva con la que el Régimen del 78 quiere lograrse una
sobrevida sobre nuestros derechos sociales y democráticos.
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