El plan oculto de Franco con la Policía secreta nazi para acabar
con el "enemigo" de España
20MINUTOS
21.09.2019 –
Diferentes historiadores y expertos recogen uno de los capítulos
ocultos del franquismo
Varios son los historiadores que han dado luz en los últimos años a documentos que destierran la idea de España como país neutral durante los años la II Guerra Mundial y el nazismo. Autores como Carlos Hernández (Los últimos españoles de Mauthausen), Juan J. Alcalde (Los servicios secretos en España), José María Irujo (La lista negra) o Fernando Rueda desvelan en sus obras las conexiones ocultas que Francisco Franco mantuvo con la Gestapo (la Policía secreta nazi) y que sirvieron de conexión entre ambos regímenes para diferentes fines. Según diferentes publicaciones, recogidas por Manuel P. Villatoro en ABC, el franquismo se contabilizaron hasta media docena de servicios secretos, entra las que destacaba la creada en 1936 por el general Mola, llamada Servicio de Información de la Frontera Noroeste de España o SIFNE, la cual mantuvo contacto directo con la Gestapo con el objetivo de mantener una estrecha colaboración con la Alemania nazi. Esta colaboración se afianzó en los años posteriores con visitas de miembros de las SS y la Gestapo para asesorar a agentes del bando franquista en diferentes técnicas sobre prisiones que iban desde formas de interrogatorios y torturas a la creación de campos de internamiento para lo que, una vez acabada la Guerra Civil, el franquismo denomino "enemigo interior" de España, cualquier grupo político contrario a la dictadura militar. Para este cometido se formó la Central del Servicio de Información Bis del Ejército (CESIBE), un organismo militar con otros dos inferiores llamados Regional-Servicio de Información Bis del Ejército (RESIBE) y Destacada-Servicio de Información Bis del Ejército (DESIBE). Todos, con un único objetivo sin límite de coste económico y humano: la seguridad de Franco. El enemigo: comunistas, anarquistas, socialistas, masones, etc. La Gestapo colaboró con ellos hasta el final de la II Guerra Mundial y miles de detenidos, dentro y fuera de España, fueron enviados a campos alemanes. "Preguntaban a Franco qué hacían con nosotros" El recientemente fallecido Ramiro Santisteban, superviviente del campo de concentración nazi de Mauthausen y presidente de la Federación Española de Deportados e Internados Políticos (FEDIP), ha servido en el pasado para dar testimonio en primera persona de lo ocurrido en diferentes coloquios y encuentros con los medios. Subrayó en 2005 que en el origen de la deportación de los españoles el "principal responsable" fue el Gobierno franquista. "Los alemanes, cuando encontraron a miles de españoles prisioneros, preguntaron al Gobierno de Franco, y particularmente al señor (Ramón) Serrano Suñer, qué hacían con nosotros y, viendo que nunca le dieron contestación, nos llevaron a los campos de concentración", contó entonces Santisteban. "Llevábamos un triángulo azul con la S que indicaba nuestra nacionalidad y que significaba que éramos apátridas", porque "los alemanes, en el momento en que el Gobierno español no quiso saber nada, nos consideraron apátridas", explicó. Tras ser hecho prisionero de guerra por las tropas alemanas, pasó por varios campos de concentración, entre ellos el de Nuremberg, donde tuvo su "primera entrevista con los señores de la Gestapo, que nos cachearon como a bandidos o criminales y nos encerraron en tres barracas aislados de los demás con un régimen especial de comidas". "Era lo mínimo para tenernos en pie, de noche una cena de un trozo de pan, otro de salchichón y té a voluntad. Como teníamos hambre, llenábamos el estómago de té, al levantarnos nos caíamos como trapos y en la enfermería nos ponían inyecciones para remontarnos un poco", recordaba hace años Santisteban. Después de tres días y dos noches en un tren de mercancías, el 6 de agosto de 1940 llegó junto a su padre y un hermano a Mauthausen, donde fueron recibidos por soldados "que nos bajaron del tren a culatazos y patadas". "Los alemanes calculaban que lo máximo que podía vivir un hombre allí, sin maltratarlo, era entre tres y seis meses", con una rutina que comenzaba cada día a las cuatro de la madrugada, cuando les entregaban "un cacito con una especie de sopa que nunca supimos cómo estaba hecha".
Varios son los historiadores que han dado luz en los últimos años a documentos que destierran la idea de España como país neutral durante los años la II Guerra Mundial y el nazismo. Autores como Carlos Hernández (Los últimos españoles de Mauthausen), Juan J. Alcalde (Los servicios secretos en España), José María Irujo (La lista negra) o Fernando Rueda desvelan en sus obras las conexiones ocultas que Francisco Franco mantuvo con la Gestapo (la Policía secreta nazi) y que sirvieron de conexión entre ambos regímenes para diferentes fines. Según diferentes publicaciones, recogidas por Manuel P. Villatoro en ABC, el franquismo se contabilizaron hasta media docena de servicios secretos, entra las que destacaba la creada en 1936 por el general Mola, llamada Servicio de Información de la Frontera Noroeste de España o SIFNE, la cual mantuvo contacto directo con la Gestapo con el objetivo de mantener una estrecha colaboración con la Alemania nazi. Esta colaboración se afianzó en los años posteriores con visitas de miembros de las SS y la Gestapo para asesorar a agentes del bando franquista en diferentes técnicas sobre prisiones que iban desde formas de interrogatorios y torturas a la creación de campos de internamiento para lo que, una vez acabada la Guerra Civil, el franquismo denomino "enemigo interior" de España, cualquier grupo político contrario a la dictadura militar. Para este cometido se formó la Central del Servicio de Información Bis del Ejército (CESIBE), un organismo militar con otros dos inferiores llamados Regional-Servicio de Información Bis del Ejército (RESIBE) y Destacada-Servicio de Información Bis del Ejército (DESIBE). Todos, con un único objetivo sin límite de coste económico y humano: la seguridad de Franco. El enemigo: comunistas, anarquistas, socialistas, masones, etc. La Gestapo colaboró con ellos hasta el final de la II Guerra Mundial y miles de detenidos, dentro y fuera de España, fueron enviados a campos alemanes. "Preguntaban a Franco qué hacían con nosotros" El recientemente fallecido Ramiro Santisteban, superviviente del campo de concentración nazi de Mauthausen y presidente de la Federación Española de Deportados e Internados Políticos (FEDIP), ha servido en el pasado para dar testimonio en primera persona de lo ocurrido en diferentes coloquios y encuentros con los medios. Subrayó en 2005 que en el origen de la deportación de los españoles el "principal responsable" fue el Gobierno franquista. "Los alemanes, cuando encontraron a miles de españoles prisioneros, preguntaron al Gobierno de Franco, y particularmente al señor (Ramón) Serrano Suñer, qué hacían con nosotros y, viendo que nunca le dieron contestación, nos llevaron a los campos de concentración", contó entonces Santisteban. "Llevábamos un triángulo azul con la S que indicaba nuestra nacionalidad y que significaba que éramos apátridas", porque "los alemanes, en el momento en que el Gobierno español no quiso saber nada, nos consideraron apátridas", explicó. Tras ser hecho prisionero de guerra por las tropas alemanas, pasó por varios campos de concentración, entre ellos el de Nuremberg, donde tuvo su "primera entrevista con los señores de la Gestapo, que nos cachearon como a bandidos o criminales y nos encerraron en tres barracas aislados de los demás con un régimen especial de comidas". "Era lo mínimo para tenernos en pie, de noche una cena de un trozo de pan, otro de salchichón y té a voluntad. Como teníamos hambre, llenábamos el estómago de té, al levantarnos nos caíamos como trapos y en la enfermería nos ponían inyecciones para remontarnos un poco", recordaba hace años Santisteban. Después de tres días y dos noches en un tren de mercancías, el 6 de agosto de 1940 llegó junto a su padre y un hermano a Mauthausen, donde fueron recibidos por soldados "que nos bajaron del tren a culatazos y patadas". "Los alemanes calculaban que lo máximo que podía vivir un hombre allí, sin maltratarlo, era entre tres y seis meses", con una rutina que comenzaba cada día a las cuatro de la madrugada, cuando les entregaban "un cacito con una especie de sopa que nunca supimos cómo estaba hecha".
Santisteban trabajó en la cantera, "con
186 escalones que subíamos con una piedra al hombro cada uno o con los
muertos", a finales de 1941 algunos españoles consiguieron "puestos
privilegiados" como enfermeros o barberos, y en 1942 mejoró su situación
personal al ser destinado a una cantera civil. La estancia de este
superviviente español en Mauthausen se prolongó durante cinco años hasta el
final de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Cobijo a los nazis tras su derrota
El apoyo "tácito y absoluto" prestado por el gobierno de Francisco
Franco, por empresarios e instituciones como la Iglesia o la Cruz Roja a los
espías y otros colaboradores del régimen de Hitler pese a la presión aliada
para repatriarlos tras su derrota de 1945, se narra en el libro La lista negra,
del periodista José María Irujo. El autor investigó durante cinco años en los
archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid, "a veces con
demasiados obstáculos", según comentó entonces, y en el Banco de España, y
recogió testimonios en entrevistas personales con algunas de esas personas aún
vivas o con sus familiares, amigos, vecinos y otras fuentes, para reconstruir
unos importantes hechos de nuestra historia reciente más silenciada. Siguiendo
los pasos de un personaje "apasionante" como lo describe Irujo, el
austríaco y católico Reinhard Spitzy, capitán de las SS, diplomático y miembro
de la inteligencia militar alemana (Abwehr) que llegó a Madrid en 1942, con
apenas 30 años, el autor cuenta las andanzas de decenas de aquellos espías
nazis que vivieron con lujo y ostentación en la mísera España de la posguerra,
algunos implicados en las más brutales matanzas de la historia europea. Las
listas negras de los aliados después de la guerra llegaron a incluir a más de
750 alemanes residentes en España acusados de colaborar con el régimen nazi,
pero la documentación de Irujo revela que no se entregaron más de 200, la
mayoría agentes de segunda o tercera fila. Cuando el periodista encontró en los
archivos del palacio de Santa Cruz otra lista de acusados con 104 nombres (la
última fechada en 1947), empezó a investigar en serio estos hechos.
La lista
incluía los lugares donde vivía cada uno de ellos y sus funciones para la
Gestapo, las SS o la Abwehr. "Curioso, porque muchos seguían viviendo en
sus mismos domicilios o lo hacían sus hijos, al haber fallecido ellos",
dijo en 2003 Irujo, que encontró en el ministerio cartas curiosas de Carrero
Blanco o recomendaciones de Carmen Polo y de varios ministros de Franco para
protegerlos. El de Agricultura en esos años, Carlos Rey, recomendó, por
ejemplo, que no se entregara a los aliados a Martin Hoffmann, uno de los
personajes de los que se habla en el libro, implicado en la trama económica,
que se agrupó en torno al 'holding' Sofindus con navieras, bancos (Deutsche
Bank), mineras y aseguradoras (Plus Ultra). El libro incluye documentación del
diplomático Emilio Navascués, la persona que se encargó de examinar las listas
negras de los aliados, y a veces hasta él mismo pedía que algunos no fueran
entregados porque habían dado servicios importantes al gobierno de Franco o
porque eran personas relevantes para la economía nacional, recordó Irujo.
España fue en los años 40 "un auténtico nido de espías, colaboradores y
agentes", que Irujo divide en distintos bloques: el de los espías
profesionales; el de los empresarios, diplomáticos, periodistas, banqueros y
directivos de grandes empresas que se vieron obligados a colaborar, y de los
criminales.
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