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24/09/2019
Que en España empieza a amanecer
No deja de tener un punto cómico que la familia de
Francisco Franco haya criticado la exhumación del dictador.
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No deja de tener un punto cómico que la
familia de Francisco Franco se haya lamentado de la decisión
del Supremo de exhumar los restos del dictador para ser trasladados a El Pardo.
Es de reírse por no llorar ver la prodigiosa conversión al respeto y a los
derechos individuales de aquellos que siguen justificando, tantas décadas
después, un régimen que se regía por una única ley —su ley— y sólo otorgaba
derechos a los que defendían a los golpistas. Al resto o los encarcelaba o
mataba.
La inquietud de estos familiares ante la
decisión del Supremo no deja de ser comprensible: hablamos de personas que
históricamente se han acostumbrado a hacer lo que les ha dado la gana y a
torcer la ley en su propio beneficio amparados en un régimen que se nutría de
la violencia y el terror. La cosa es que ahora vivimos en democracia y contamos
con tribunales que dictaminan no en función de sus intereses o gustos, sino
según lo que marca una ley que afecta a todos por igual. Y que hay que acatar,
por mucho que les cueste entenderlo.
“Se
están vulnerando los derechos de la familia”, lamentan con
lágrimas de cocodrilo los representantes de la familia Franco. Claro que, bien
visto, no hay mayor vulneración de un derecho que el que se produce cuando te
asesinan, algo en lo que Franco era experto cum laude. Que estos familiares se lamenten, que
lloren hasta el desgarro y que critiquen el sistema democrático actual, pero
que lo hagan en la intimidad. Y al resto que nos dejen en paz.
Aún no han entendido
que hace ya muchos años se dejó de hacer lo que ellos y su sangriento dictador
imponían
Porque
incluso muchos demócratas no estamos de acuerdo del todo con la sentencia del
Supremo. Está bien, por supuesto, que se exhume el cuerpo del dictador y salga,
de una maldita vez, del monumento al genocidio que es el Valle de los Caídos.
Pero que los trasladen a El Pardo y los españoles tengamos que seguir sufragando la tumba,
es algo que, sinceramente, no nos puede dejar satisfechos.
Acatamos
porque somos demócratas. Algo que, a mucha honra, nos diferencia de los
familiares de Franco y de todos aquellos que hoy lanzan mensajes airados en las
redes sociales criticando la exhumación como si les doliera el alma. Porque
realmente les duele en el alma.
Pobres: aún no han entendido que hace
ya muchos años se dejó de hacer lo que
ellos y su sangriento dictador imponían. Bienvenidos a la democracia, señores.
Por fin en España empieza a amanecer.
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