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martes, 22 de octubre de 2019

El sacerdote homosexual James Alison interpreta los "textos paliza"


Un sacerdote abiertamente homosexual asegura que el Papa le dio “el poder de las llaves”

INFOVATICANA


Carlos Esteban | 27 septiembre, 2019

Naturalmente, uno no está obligado a creer lo que un tipo vaya diciendo por ahí que le dijo el Papa, igual que no teníamos que creer que Francisco le dijera a Eugenio Scalfari que el infierno no existe o que le asegurara al homosexual chileno Juan Carlos Cruz que “Dios te ha hecho así”.

En ese sentido, no es obligatorio creer el relato que cuenta el sacerdote abierta y activamente homosexual James Alison en Religión Digital, según el cual y en vista de su situación irregular, el mismo pontífice le telefoneó para transmitirle el siguiente mensaje: “Quiero que camines con plena libertad interior, siguiendo en el espíritu de Jesús. Y te doy el poder de las llaves, ¿me entiendes? Te doy el poder de las llaves”.

Imaginamos que con esto se refiere al poder de atar y desatar y, al parecer, Alison sigue administrando los sacramentos. También, por supuesto, aboga por la licitud de las relaciones homosexuales al mismo tiempo, reclutando ahora el apoyo tácito de Su Santidad: “¿qué tal un Jubileo de la honestidad para el clero, inaugurado con amnistía para todos los que tengan una doble vida en tanto en cuanto que no sea ni abusiva ni criminal? ¿Que la formación clerical buscara, como eje principal, la capacidad de rendir cuentas de quien es honesto consigo mismo, y que lo practiquen primero los formadores? ¿Que el armario ya ni forma, ni refuerza, el armario? ¿Que a los obispos se les dé cinco años para aprender a superar su incapacidad para discernir y negociar con gente que tiene vidas reales, ministerios reales a favor de la gente real con quienes se han comprometido?”.

El artículo contiene un vídeo en el que Alison reinterpreta algunas de las más conocidas condenas bíblicas de la sodomía, que llama “textos paliza”.

No nos cabe la menor duda de que se pueden encontrar formas de interpretar cualquier texto bíblico de forma que no diga lo que parece decir. Es una de las razones por la que, en cuanto Lutero proclamó el dogma de ‘Sola Scriptura’ y aseguró que cualquier fiel puede interpretar por sí mismo y sin la guía de magisterio alguno las Escrituras empezaron a proliferar las confesiones incompatibles.

Lo extraño es oírlo o leerlo de un sacerdote católico, que debe saber que en la Iglesia tenemos una interpretación autorizada, y que en este caso es clara e indisputada desde el principio.

Alison termina su artículo haciéndose preguntas sobre el futuro de la Iglesia, de un estilo que refleja a la perfección el tipo de mensaje que acostumbramos a leer en los ‘apóstoles de la renovación’, empezando por los responsables de este portal de información religiosa. “¿Cómo será el ministerio en la Iglesia que nace?”, se pregunta Alison. Y en esa expresión, “Iglesia que nace”, está la clave de todo.

Porque la Iglesia lleva dos mil años sobre la tierra, y es la Iglesia de Cristo, la Esposa de Cristo, la portadora del mensaje salvífico que no pasará cuando hayan pasado cielo y tierra. Si lo que esperan los ‘renovadores’ de las reformas en curso o en fase de ideación es una iglesia que nace ahora, sencillamente no es la Iglesia, sino, curiosamente, un grupo cismático.

Es algo que resulta evidente para cualquiera, pero ellos mismos parecen no darse cuenta. Si la Iglesia de hoy proclama doctrinas que contradigan la doctrina de siempre, la conclusión es que esa Iglesia no tiene la verdad, sino una opinión, por maravillosamente razonable que resulte.

No se trata de que yo sea conservador o progresistas, de que tal doctrina me guste o me disguste, me parezca incómoda o incomprensible, o que case estupendamente con mi visión particular de las cosas. Aunque mañana abolieran la doctrina que más pueda aborrecer y que acepte más a disgusto, mi reacción no sería, no podría ser, descorchar el champagne, sino concluir que la Iglesia no es fuente de verdad, sino un club mejor o peor intencionado, más o menos sabio y erudito, que cambia cuando cambian los tiempos, al compás de las modas ideológicas del mundo, aunque coincidan plenamente con mis mayores anhelos. Y, por tanto, que no hay salvación en ella, en cuyo caso podría decir de ella lo mismo que decía Flannery O’Connor de la Eucaristía si resultaba ser solo un símbolo: ¡al diablo con ella!

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