La violencia nunca está justificada
El independentismo catalán es mayoritariamente pacífico. Pero algunos de
sus líderes se equivocan al contemporizar con los disturbios, minimizar lo que
está ocurriendo en Barcelona o alentar teorías de la conspiración
19/10/2019
eldiario.es
La
desobediencia civil no es lanzar adoquines a la policía. Tampoco incendiar
contenedores, quemar coches o intentar acertar a un helicóptero en pleno vuelo
con artefactos pirotécnicos, a ver si lo hacen caer. El derecho a la
manifestación, a la protesta y a la libre expresión no ampara estos actos
vandálicos en Barcelona. La violencia no está justificada, por noble que sea el
ideal.
El movimiento independentista
es pacífico de forma más que mayoritaria. Las marchas de este viernes en
Barcelona movilizaron a medio millón de personas. Los disturbios de
la noche, a unos centenares. Cuatrocientos, según el Ministerio del Interior.
Por las imágenes que hemos visto, probablemente más. Pero en cualquier caso una
exigua minoría, un porcentaje muy pequeño dentro del masivo movimiento
independentista. Y que se mezcla con grupos violentos antisistema y jóvenes en
busca de adrenalina, como explica este excelente reportaje de Pol
Pareja en eldiario.es.
El independentismo catalán no
es violento. Pero algunos de sus líderes se equivocan de pleno al contemporizar
con estos disturbios y sus protagonistas, minimizar lo que está ocurriendo
estas noches en Barcelona o alentar teorías de la
conspiración, donde se culpa a "infiltrados policiales" de
estos disturbios.
El primer perjudicado por estos actos vandálicos no es
el Estado español, sino el propio movimiento independentista. La respuesta de
los presos fue ejemplar: condenando la violencia y
desmarcándose de ella desde el primer día. También la de los
principales portavoces de ERC. Una actitud que contrasta con la del president
de la Generalitat, Quim Torra, que no ha podido gestionar peor esta situación.
La violencia no solo es un camino moralmente
equivocado: porque el fin no justifica los medios. También es contraproducente
e ineficaz. Si España fue capaz de soportar décadas de terrorismo etarra,
¿alguien en su sano juicio cree que Catalunya va a estar más cerca de la
independencia con esta violencia callejera? No va a pasar.
Porque no es novedoso que un grupo de violentos con
técnicas de guerrilla urbana monten disturbios de este tipo en el centro de una
ciudad. Son imágenes espectaculares que ocurren en medio mundo, también en los
países más democráticos, y cuya incidencia en la política real es muy inferior
a su espectacularidad en televisión.
Porque hablamos de disturbios muy vistosos y
fotogénicos. No de una ciudad en llamas ni de una revolución. Y por mucho que
insista la derecha en aplicar medidas de excepción, estos hechos no justifican
ni un 155, ni una intervención del Gobierno en las competencias autonómicas a
través de la ley de seguridad ciudadana ni el estado de alarma. Menos aún
cuando, por primera vez, no hay duda de que las distintas fuerzas policiales
están colaborando entre sí, también los Mossos.
Lo que está sucediendo estos noches en Barcelona no es
muy distinto a lo que ocurrió durante décadas en las principales ciudades del
País Vasco –entonces no había móviles con cámaras de vídeo, ni redes sociales,
ni los actuales despliegues de televisión–. Y si ante la 'kale borroka' no se
aplicó ningún precepto constitucional de excepción, ¿cómo justificar que ahora
se haga así? Los discursos inflamados de algunos políticos –como Cayetana
Álvarez de Toledo, tachando de "golpista" la huelga independentista,
o Albert Rivera, comparando a Barcelona con Alepo o Bagdad– se entienden mejor
por un motivo: que falta menos de un mes para votar.
Es probable que, en los próximos días, estos
disturbios decaigan. Y en el camino no habrán logrado mucho más que manchar la
causa que supuestamente defienden, deteriorar la imagen de la ciudad de
Barcelona y polarizar aún más el debate político español.
Los disturbios de estos días también ponen en
evidencia a aquellos que tacharon de violentos, hace dos años, a los líderes
civiles del independentismo catalán. A quienes acusaron de golpismo y rebelión
a Jordi Sánchez y Jordi Cuixart por tres coches dañados de la Guarcia Civil.
Eran los Jordis quienes, al terminar cada manifestación, se ocupaban de mandar
a todos a sus casas y evitar disturbios así. Y hoy no parece que haya nadie al
frente del independentismo con su autoridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario