Contra-milagro
31/10/19
El HuffPost
Pepe Vera
Hasta
ahora varios sectores políticos de este país se oponían a la salida del
dictador del Valle de los Caídos.
Lo que negaba la derecha, la izquierda era incapaz ni siquiera de plantear.
Mover a Franco parecía
inalcanzable, imposible, por lo que el propio hecho se podría calificar de “milagro histórico”.
Nunca
se debió enterrar al verdugo junto a las víctimas. Pero, en ese momento, Juan Carlos I era
capaz de firmar cualquier cosa para subir al poder. Ya lo había hecho antes
jurando los Principios del Movimiento y la lealtad al Jefe
del Estado, es decir al dictador, al Nacional Catolicismo.
De esta manera Juan Carlos I de Borbón era
declarado sucesor, no electo, del genocida Francisco Franco.
En 1975, a
modo de rey, Juan Carlos I pasaba a ser el jefe del Estado
español. El nuevo rey tomaba el poder por asignación directa e indiscutible del
dictador. En este acto celebrado en las Cortes el Rey nombró al Generalísimo y
a Dios, al primero agradeció y al segundo le pidió ayuda.
Mover a Franco parecía
inalcanzable, imposible, por lo que el propio hecho se podría calificar de
“milagro histórico”.
Pero la ayuda no sería divina sino
terrenal. Dios tendrá mejores cosas que hacer, seguro. Así que será la Iglesia
española, siempre al lado de dictaduras y monarquías, la que apoye al rey como
hizo antes con el dictador.
Para la
Iglesia española la exhumación de Franco no ha sido un
milagro, más bien ha sido un “contra-milagro”. La institución de la
iglesia siempre al lado de la represión franquista, cómplice histórica de
corruptos, nada democrática y donde la mujer es menos que el hombre.
A veces los pies de Dios no llegan a
tocar el suelo. Es en ese espacio, entre lo divino y lo terrenal, donde existe
esa iglesia despreciable.
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