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sábado, 12 de octubre de 2019

El Valle del Levantado


El MANIFIESTO.com

Un justo

Sertorio 10 de octubre de 2019




Cuando Dios planeó destruir Sodoma, tal y como nos cuenta el Génesis, Abraham le suplicó al Señor que no destruyese la ciudad si en ella había diez justos. Ni siquiera logró sumar un número tan corto. Hoy, en este país que es digno heredero de Sodoma y Gomorra, Dios podrá encontrar un justo, un hombre sereno, tranquilo, estudioso y honesto, sin más ambición que la de servir a su Dios y sin más interés que el hacer que su ley y la de los hombres se cumpla.

Como, sin duda, el lector adivinará, me refiero al padre Santiago Cantera, eximio medievalista, experto en San Bernardo, y del que guardo como un tesoro un trabajo que redactó sobre la devotio moderna cuando los dos éramos estudiantes. Ya ahí, en aquel joven erudito, se adivinaba el inmenso talento de historiador y humanista que sólo necesitaba de futuros trabajos para admirarnos a todos. Porque Santiago Cantera ha aprendido su oficio de fraile erudito y humilde, de siervo de Cristo, en los ejemplos de santo Tomás Beckett frente a Enrique II, de Ambrosio de Milán frente a Teodosio, y de León Magno, el papa que frenó a Atila. Cantera es bien consciente de que lo que se juega la Iglesia en este enfrentamiento con las potestades seculares no es simplemente la exhumación de un viejo caudillo, sino la libertad de la Iglesia frente al poder temporal, su independencia o su sumisión frente al César. Con la exhumación de Franco, el poder laico pretende imponer al poder eclesial su vengativa arbitrariedad, su "ley" transitoria, efímera, sumisa al capricho de las masas y de la propaganda. Frente a este poder en apariencia omnímodo, sustentado por una plebe estúpida y manipulada, se planta una pequeña comunidad de monjes que no puede ceder a las exigencias de un gobierno tiránico (de la tiranía del número, la peor de las imaginables) sin sacrificar los valores esenciales de la Iglesia como institución sagrada, fundada por Dios y Cuerpo Místico de Cristo. Entregar contra todo fuero y derecho el cuerpo de Francisco Franco a la vindicta de sus enemigos, es autorizar por la propia Iglesia la profanación de una res sacra.


Son los valores supremos de la civilización cristiana los que amenazan los profanadores del sepulcro de Franco, el jefe que salvó a la Iglesia española de su exterminio físico, del genocidio de creyentes que perpetró el Frente Popular. Francisco Franco fue bendecido por los papas, hecho caballero de la Orden de Cristo y su guerra contra la anarquía y el odio a Dios socialanarquista fue considerada como Cruzada por los obispos españoles, sin que el papa presentara la menor objeción.

Que la Iglesia entregue los restos del que fue su defensor, su restaurador, su benefactor y su fiel devoto a la vil revancha de la hez de la nación, revela por qué las parroquias están vacías, por qué no hay vocaciones y por qué la mayor parte de los españoles pensamos que la jerarquía eclesiástica está formada por saduceos y poltrones, sin la menor vocación de servir a la verdad y de ejercer el deber de todo bien nacido: ser agradecido. 


Esta Iglesia de Bergoglio, el capellán de Soros, vendida al multiculturalismo, esclava de la ONU, que se ha olvidado de defender la vida, la unidad católica de España y la herencia cristiana de Europa, ha hecho todo lo posible por arrastrarse por el fango y por escupir sobre el recuerdo de sus mártires del siglo XX, víctimas todos ellos de esa ideología que sustenta y anima la falaz Memoria llamada "Histórica". Pero ante la indignidad, la cobardía y la felonía de la Conferencia Episcopal, junta de malos rabadanes empeñados en perder a las pocas ovejas que les quedan, se alzan unos pocos frailecillos a los que se les ha puesto en el brete de defender sus principios o imitar a Caifás y a Judas. Estos ejemplares, admirables, maravillosos benedictinos han decidido hacer valer su buen derecho, pese a las amenazas y los alardes de los siervos del Anticristo, de los enemigos jurados de la religión cristiana, de aquellos que, día sí y día también, ridiculizan a los católicos y blasfeman sin límite en sus medios de comunicación. Bien tontos son los doctores y levitas de Roma si creen que por callar la verdad y humillar la cerviz el enemigo cesará en sus ataques.

Yo no sé si, como afirma el sarcasmo de Cioran, la Iglesia tiene los siglos contados. Lo que sí sé es que en la actitud valiente, digna, serena, virtuosa y heroica de Santiago Cantera y sus incomparables monjes todavía vibra la eterna fibra de la verdadera Iglesia, esa que ya no se encuentra en Roma.

Lector que lees estas páginas, no dejes que tan magnífica muestra de valor quede sin apoyo. Haz lo que esté en tus manos para apoyar al padre Cantera y hacer que el mal y la vileza no prevalezcan.

 Amén.



El Valle de los Caídos a partir del 25 de octubre se llamará El Valle del Levantado


eldiario.es

Los privilegios de los monjes del Valle: 340.000 euros por rezar, gastos pagados y al amparo de una fundación opaca y franquista

La veintena de benedictinos que viven en el Valle de los Caídos tienen pagados con dinero público la ropa, la comida, el teléfono, la "lavandera", los libros, el material de misa o las excursiones. El Estado también repara los edificios
Reciben anualmente 340.000 euros por "mantener el culto" o "seguir la evolución del pensamiento social", gracias a un decreto de Franco de 1957 que sigue en vigor
El prior, que ha anunciado que no va a acatar la sentencia de la exhumación de Franco, se niega a presentar un presupuesto de ingresos y gastos al Gobierno, que le ha suspendido la subvención hasta que haga las cuentas


9/10/19



Los monjes del Valle de los Caídos cobran del Estado por dar misa, hacer ejercicios espirituales o "seguir el pensamiento social". Son 340.000 euros anuales que les llegan por transferencia de Patrimonio Nacional cada año y que los religiosos utilizan para comprar comida, pagar el teléfono, contratar a la "limpiadora" y la "lavandera", hacer excursiones con los niños de la escolanía, comprar velas para las misas o renovar los hábitos benedictinos cuando se desgastan. Así lo dejó atado el dictador Francisco Franco en un decreto de 1957 que sigue vigente en democracia y que convertía a los monjes de la "Gloriosa Orden de San Benito" en los gestores del conjunto monumental franquista a través de un instrumento franquista y opaco: la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.

Según los deseos del dictador, debían irse a vivir al Valle de Cuelgamuros al menos veinte monjes y tenían que cumplir unos fines: "mantener el culto en todo su esplendor", "dirigir la escolanía", "recopilar la doctrina de los pontífices" y "rogar a dios por las almas de los muertos en la Cruzada Nacional". A cambio de hacer estas labores, eran sostenidos por fondos públicos, una situación que se ha alargado hasta 2018. En ese año, y en plena batalla por la exhumación de Franco, el Gobierno de Pedro Sánchez congeló la transferencia anual de 340.000 euros porque el prior se ha negado a presentar un presupuesto de ingresos y gastos ajustado. De hecho, el Tribunal de Cuentas ya alertó en un duro informe en 2016 de que no existía rendición de cuentas y detectó todo tipo de deficiencias contables en las cuentas de los monjes. En 2017, y con Rajoy todavía en la Moncloa, Patrimonio Nacional (que es el patrono de la Fundación del Valle de la que son beneficiarios los benedictinos) asumió parte de esas recomendaciones y acordó que en 2018 se presentara un presupuesto completo, algo que, después de 60 años recibiendo dinero público, los religiosos no han hecho.

eldiario.es tuvo acceso a través del Portal de Transparencia a algunos de esos gastos que se han hecho sin control y con confusiones contables. El concepto en el que más dinero público gastaron los monjes benedictinos, que no tienen salario puesto que han hecho voto de pobreza, es en comer. Son 405.000 euros en el periodo 2014-2017.


En qué se gastan los 340.000€ anuales del Valle de los Caídos


Presupuesto destinado por la Abadía Benedictina del Valle de los Caídos y la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos a cada partida de gasto entre 2014 y 2017

Gastos de personal (nóminas, facturas de asesoría)

89.821€

Alimentación

76.834€

Combustibles

75.600€

Mantenimiento (reparaciones, ascensor, caldera, desinfección)

42.760€

Gastos educativos (profesorado, libros, transporte, uniformes, material de oficina)

28.744€

Energía eléctrica

12.884€

Comunicaciones

10.863€

Gastos de culto (velas, cera)

2.534€


En el capítulo de "gastos educativos" hay excursiones que han organizado los religiosos para los niños cantores: "Visitas al Zoo y Aquarium de Madrid, al Centro de Naturaleza Ambiental Cañada Real y al Monasterio de Piedra". Todo a cargo del Estado. También han invertido el dinero público en folios "DIN A4 80 mgr", fotocopias o "lote de orlas". En cuanto a los gastos de culto, los financian igualmente las arcas públicas, de las que han salido 5.200 euros anuales para la celebración de misas, entre ellas, algunas en honor al bando franquista. Los monjes han comprado para la liturgia "lamparillas de cera, botellas de cera líquida y velones" con ese dinero.

Pero no solo tienen cubierto el funcionamiento, también es el Estado el que se encarga del mantenimiento de la abadía, la basílica, la escolanía, la hospedería, la gran cruz y la explanada. Cualquier desperfecto, obra o remodelación se paga con dinero público. Se emplean unos 250.000 euros públicos anuales de media: desde el mantenimiento del funicular que no funciona (más de 100.000 euros en tres años), conservación de los brazos de la cruz (22.000 euros), reparación de cornisas de la Abadía (11.610 euros) o la enfermería para los monjes (45.000 euros).
Respecto a la fundación creada por Franco que gobierna el Valle, el informe de expertos encargado en 2011 por José Luis Rodríguez Zapatero ya evidenció que tenía apariencia de fundación pero no lo era: sus ingresos provienen del Estado y gestiona bienes del Estado, de modo que debería ser un Real Patronato, no una fundación público-privada, que propicia mayor opacidad. También recomendaba renegociar el convenio con la Iglesia respecto a los monjes benedictinos por "anacrónico", ya que debería distinguir y separar las labores de culto de las civiles.

Han pasado ocho años desde ese informe y sesenta desde la llegada de la orden benedictina al Valle de los Caídos sin que haya habido cambios en el estatus de los monjes, que amenazan ahora con desacatar la sentencia de la exhumación de Franco y ponen en apuros la relación de España, la Iglesia española y el Vaticano.



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