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domingo, 25 de diciembre de 2016

El infierno (Hemeroteca)

El infierno
Luis Viadel
El infierno era el lugar donde íbamos aparar todos aquellos que cometíamos actos impuros, es decir de la cintura para abajo, según las enseñanzas en los colegios del nacionalcatolicismo cuando en este país un férrea dictadura de un general superlativo y ególatra pactó con el Vaticano su victoria de una guerra civil convirtiéndola en Cruzada.

En mi adolescencia pude leer “El infierno”. Un libro que logra resumir en sus 250 páginas toda la esencia de lo humano, y Henri Barbusse sabe explicarla sin ninguna afectación y con total sencillez a través de una historia en apariencia banal. Un joven provinciano llega a París para trabajar, hospedándose en la habitación de una pensión. Pronto descubrirá que existe un agujero por el que puede contemplar la habitación vecina, tarea a la que se dedicará desde entonces, hasta convertirse aquello que observa en su obsesión.
El mirón contempla sin ser visto a clientes solitarios, amantes adolescentes, parejas adúlteras… Con un lenguaje directo y preciso, que encierra un hondo aliento poético, Henri Barbusse construye una novela inimitable, en la que se dan cita todas las obsesiones del hombre: el amor, el engaño, la sexualidad, la religión, la muerte…

Publicada por primera vez en 1908, El Infierno conserva la frescura y fuerza imperecederas de los grandes relatos y convierte al lector en un espectador privilegiado de los sentimientos humanos más profundos.

Novela prohibida durante muchos años, incluida en el índice del Vaticano como obra perniciosa  que ningún católico debe leer.
Ahora me llega esta otra noticia de un inteligente alumno que en examen  consigue decir, nada más y nada menos, que esto:

La siguiente pregunta fue hecha en un examen trimestral de química en la Universidad Complutense de Madrid. La respuesta de uno de los estudiantes fue tan 'profunda' que el profesor quiso compartirla con sus colegas, vía Internet; razón por la cual podemos todos disfrutar de ella. Pregunta:
 ¿Es el Infierno exotérmico (desprende calor) o endotérmico (lo absorbe)?
La mayoría de estudiantes escribieron sus comentarios sobre la Ley de Boyle (el gas se enfría cuando se expande y se calienta cuando se comprime).
Un estudiante, sin embargo, escribió lo siguiente:
'En primer lugar, necesitamos saber en qué medida la masa total del Infierno varía con el tiempo. Para ello hemos de saber a qué ritmo entran las almas en el Infierno y a qué ritmo salen. Tengo sin embargo entendido que, una vez dentro del Infierno, las almas ya no salen de él. Por lo tanto, no se producen salidas. En cuanto a cuántas almas entran, veamos lo que dicen las diferentes religiones: la mayoría de ellas declaran que si no perteneces a ellas, irás al Infierno. Dado que hay más de una religión que así se expresa y dado que la gente no pertenece a más de una, podemos concluir que todas las almas van al Infierno.
Con las tasas de nacimientos y muertes existentes, podemos deducir que el número de almas en el Infierno crece de forma exponencial.
Veamos ahora cómo varía el volumen del Infierno: según la Ley de Boyle, para que la temperatura y la presión del Infierno se mantengan estables, el volumen debe expandirse en proporción a la entrada de almas. Hay dos posibilidades:
1. Si el Infierno se expande a una velocidad menor que la de entrada de almas, la temperatura y la presión en el Infierno se incrementarán hasta que éste se desintegre.
2. Si el Infierno se expande a una velocidad mayor que la de la entrada de almas, la temperatura y la presión disminuirán hasta que el Infierno se congele. ¿Qué posibilidad es la verdadera? Si aceptamos lo que me dijo Ana en mi primer año de carrera ('hará frío en el Infierno antes de que me acueste contigo'), y teniendo en cuenta que me acosté con ella ayer noche, la posibilidad número 2 es la verdadera y por tanto daremos como cierto que el Infierno es exotérmico y que ya está congelado. El corolario de esta teoría es que, dado que el Infierno ya está congelado, ya no acepta más almas y está, por tanto, extinguido dejando al Cielo como única prueba de la existencia de un ser divino, lo que explica por qué, anoche, Ana no paraba de gritar '¡Oh, Dios mío!'.

Dicho estudiante fue el único que sacó sobresaliente. 

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