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domingo, 18 de diciembre de 2016

Las tetas de las dos Ritas

La cruz de las dos Ritas
Público
Aníbal Malvar
17 diciembre, 2016

Rita Maestre y Rita Barberá han sufrido mucho la pena del telediario, pero con cosas distintas y con penas distintas. Buscaba esta mañana yo en El Mundo la absolución de la concejala podemita madrileña en portada. No sé si os acordáis. El Juzgado Penal número 6 de Madrid la condenó el pasado 18 de marzo a una multa de 4.320 euros por enseñar las tetas o el sujetador en la capilla católica de la pública y laica Universidad Complutense en 2011. También le pareció delito al togado que apareciera “portando imágenes del papa con una cruz esvástica y en presencia de varios estudiantes que se encontraban orando”. ¿Todavía existen estudiantes que oran? ¿O serán orates?

El caso es que aquella condena de marzo salió anunciada en portada y esta absolución de diciembre la he tenido que rastrear hasta la sección de Madrid. Era más importante destacar en primera página unas declaraciones de Pablo Iglesias inspiradas seguramente por algún ideólogo errejonista con ganas de gustar, y por un subidón estupefaciente por inhalación irresponsable de incienso: “En navidad pongo el árbol, el belén y canto villancicos”.
–Pues mira que eres gilipollas–, que diría Lenin.
–Oui –que confirmaría Baudelaire.

Enseñar las tetas o la polla o un hombro en una capilla pública, o un cartel del papa con una esvástica, me parecen gestos menos ofensivos que esta carta enviada por la máxima autoridad católica de Alemania a Adolf Hitler el 18 de agosto de 1933, tras la firma del concordato entre el Vaticano y el Gobierno nazi: “El episcopado de todas las diócesis alemanas, como es mostrado por sus declaraciones al público, se muestra gustoso en expresar su sincera disposición para cooperar con su mejor habilidad con el nuevo gobierno, el cual ha proclamado como su meta promover la educación cristiana, emprender guerra contra el ateísmo y la inmoralidad, fortalecer el espíritu de sacrificio para el bien común y proteger los derechos de la Iglesia”.

El Vaticano apoyó explícitamente a Hitler, a Mussolini, a Franco y (ya en pequeñito) a Aznar, por lo tanto no me parece irrespetuoso enseñar tetas y esvásticas en una iglesia, sino necesario.

Respetar las creencias de unos fulanos y fulanas que creen en esta gente me parece contraético, inmoral, ignorante y sucio. Por cierto, ¿no existen casos de pederastia en la iglesia española? No salen en los periódicos. Será que los niños, con los pantalones cortos, van provocando.

Voy a ponerme pedante, ya que es invierno y mis ansias actuales de ir a enseñar la polla a una iglesia desmerecerían a causa de las bajas temperaturas.

Uno de los primeros logros de la Restauración borbónica de 1874 fue suprimir la libertad de cátedra. Echaron de nuestras universidades a los mejores pensadores de la época porque sus pensamientos, ideas, tesis o investigaciones “atentaban contra los dogmas de fe”. O sea, que si decías que era prácticamente imposible que un palomo preñara a una jovencita te echaban del colegio, de la cátedra, de la intelectualidad.

Para entender bien lo que significó esto, hay que recordar que el Vaticano no perdonó a Galileo por heliocentrista hasta 1992. Ayer, o sea. Lo contaba muy bien entonces Francisco Umbral en la frase inaugural de un poderoso artículo, precisamente, en El Mundo: “A uno le parece que la iglesia se ha precipitado esperando trescientos y muchos años para perdonar a Galileo”.

Aunque hace años que no tengo tele, pues cuando vagueo en casa prefiero sintonizar el aleph borgiano, el otro día me tropecé con una entrevista a Joaquim Bosch, de la asociación Jueces para la Democracia. Contaba el progresista togado que, todos los días, de camino de casa al trabajo o viceversa, se encuentra un escudo de exaltación franquista en la fachada –nunca mejor dicho– de una iglesia. Como las iglesias son entidades privadas que no pagan IBI, nuestro eminente togado tiene que convivir con el símbolo franquista a pesar de la irrisoria Ley de Memoria Histórica.

Para ABC, que dedica editorial al asunto esta mañana, “la sentencia que absuelve a la concejal madrileña Rita Maestre […] es un ejemplo de ejercicio oportunista y cómodo de la función judicial”. Para el torcuatiano diario, lo grave es que los manifestantes “bien pudieron elegir otro lugar de la capilla, pero su propósito de herir los sentimientos de los católicos les llevó a donde, junto con el sagrario, más daño iban a hacer”. No voy a hacer ningún chiste para ridiculizar este párrafo, pues el chiste me lo han dado hecho.

La Razón relega la absolución de la Audiencia Nacional a una columna en página par. Es pena que no haya editorializado el asunto, pues nos íbamos a reír un rato. A El País tampoco le parece noticia relevante, y esconde a la ciudadana podemita del destape en un agujerito inferior de página par, bajo Errejón y el anuncio de un vino.

La pena del telediario, que era tan oprobiosa para la fallecida Rita Barberá, no lo fue para la vivísima Rita Maestre. Nadie se quejó de su cerco mediático, y hoy, que ha sido absuelta, la dejan a la mujer tan tranquila. Sin una portada. Sin un gran titular. Si he de purgar mis pecados con una lovely Rita, prefiero ir a misa con Rita Maestre y no con Rita Barberá. Como los lectores sois gente despistada, quiero advertiros del énfasis de las dos palabras que cierran este artículo, pues resumen la historia de España: qué cruz.


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