Pregúntales
por los soldados abandonados (Ana Pastor)
29-11-15
Público
Luis
Gonzalo Segura (Exteniente)
Sé
que los soldados no importan a nadie o a casi nadie, no si están vivos al
menos. He visto una y otra vez los pomposos reportajes que les dedica la
televisión, las sentidas tertulias
en las radios o las lacrimógenos textos escritos, pero siempre con los
cadáveres aún calientes.
Han muerto de todas las formas posibles y fueron
noticia por ello, un entretenimiento más, como el tiempo o los deportes.
Cayeron sus aviones o helicópteros, casi siempre por negligencias e
incompetencia de sus superiores, y fueron noticia, explotaron sus minas por
estar en mal estado y fueron noticia, recibieron fuego enemigo y solo muertos
fueron noticia. Muchas veces recibieron más atenciones fallecidos que vivos,
muchas veces sintieron que les hubiera ido mejor morir que quedar tullido,
mejor haber sido el compañero que fallecía que el superviviente.
Vieron morir a muchas personas: ancianos, mujeres,
niños, hombres, compañeros. Las guerras, aunque la Espe no tenga ni puñetera idea de lo que
son ni de cuando empiezan y cuando acaban, tienen esas cosas. También mataron
personas y sintieron el dolor provocado, olieron la carne quemada, tocaron los
cuerpos inertes, como vacíos, y vieron pedazos de personas, no personas,
pedazos de ellas. En muchas ocasiones de compañeros suyos y en otras de los
enemigos y en otras de los que no eran ni una cosa ni otra pero estaban allí,
como ellos. Vivieron la miseria, la pobreza y la destrucción que los demás solo
vemos en las películas o leemos en los libros, y algunos ni eso, algunos solo
en los videojuegos.
Pasaron meses fuera de casa y, muchos, al volver ya no
tenían familia. La milicia también tiene estas cosas. Muchas misiones, muchas
guardias, muchas continuadas, muchas noches en el campo, muchos cumpleaños y
muchas navidades uniformado, mucha comida en malas condiciones, muchas órdenes
despóticas y pocos derechos y menos conciliación familiar. Muchos divorcios,
vidas truncadas, hijos que no reconocen a sus padres. Esa también es la
milicia, y la guerra.
Este verano, uno de ellos, de los que estuvo en la
guerra, se ahorcó. Así de sencillo. Con mujer e hijos. Rodeo su cuello con una
cuerda y dejó caer su peso retorciéndose de agonía y
desesperación y, finalmente, cuando ya no podía luchar más, murió. No
era el primero, ni el último. Otros usaron pastillas, otros se lanzaron al
vacío… Hacía más de diez años que había estado en la guerra pero no
pudo más, no pudo ni trabajar, ni vivir, ni ser padre, ni ser marido, ni tan
siquiera caminar. No pudo ser ni hacer nada. La guerra también se lo llevó pero
sin duelos, sin cámaras, sin fotógrafos, sin altos mandos ni reyes repartiendo
abrazos para mejorar su imagen en las encuestas o ganar votos, sin nada.
Ni siquiera gozó, como muchos otros compañeros, de esa miserable hipocresía.
Solo el vacío de todos y el recuerdo de sus compañeros, y de muchos ni eso,
porque los que quedaron le apreciaban, pero mejor olvidar cuando la muerte
acecha y el siguiente puedes ser tú.
Yo
soy el primero que he criticado con dureza a las Fuerzas Armadas y todo cuanto
en ella he entendido que no funcionaba (y lo seguiré haciendo), y lo he hecho
de forma incondicional, apostándolo todo y perdiendo. Recuerdo cuando le
conté todo lo que sabía a un periodista de uno de los dos grandes medios
escritos de difusión nacional, de esos que son ejemplo de periodismo moderno y
como me dijo que volviese cuando me hubiesen arrestado, que si no había algo
llamativo no era noticia, que poco funcionase en las Fuerzas Armadas
no era para tanto. Igual que un soldado no es noticia si no le acompaña la
muerte y el uniforme, porque tienen que ser ambos. Entonces comprendí que tenía
que ser carnaza, que para que la historia se contase tendría que pasar por el
encierro, por la huelga de hambre, por el despido, por las calumnias y por
todo, por ser payaso de circo, porque se contase mi derrota o por ser escupido
o insultado. Hace no mucho un periodista propuso hacerme un reportaje en la
oficina del desempleo o en un despacho pidiendo trabajo, cuando muchos medios
no informan sobre lo que denuncié o cancelan entrevistas o reportajes. Querían
otra vez el circo a cambio de contar la historia, la historia que no es mía,
que es de todos, a cambio de la mía propia, la que sí es mía, la payasada en la
que vivo. La derrota.
Bien, pues si en el próximo 7D haces la pregunta todo habrá tenido un
sentido y habrá valido la pena. A veces, un proyecto vital pasa por momentos
críticos y este es uno de ellos. Lo cierto es que una vez he conocido los
medios de comunicación no he dudado en decir lo que pienso, y lo que pienso es
que existe muy poca independencia y el que es independiente termina siendo
despedido, por normal general. Lo que pienso es que existen muchos asalariados
cuyo código ético es el mismo que el de la cúpula militar: la nómina a fin de
mes. Pero hay algunas excepciones, algunos periodistas que pueden permitirse el
lujo de desafiar al poder y plantarle cara (y seguir cobrando), algunos no
tienen que elegir entre ética y comer a fin de mes. Tú eres una de ellos y
por eso te admiro.
No te pido que preguntes por mí, ni mucho menos. No lo
haría porque esto nunca tuvo que ver conmigo, ni fue importante. Lo que te pido
es que preguntes por ellos, por los soldados, por los que solo son noticia
cuando mueren y les hacen esos fantásticos entierros llenos de banderas, por
los que se suicidan en la oscuridad de la demencia y la depresión. No te pido
que preguntes por la justicia militar, ni por los derechos de los militares, ni
por la libertad de expresión, ni por lo injusto que es el sistema. Ni tan
siquiera pido tanto. Te ruego que preguntes por algo mucho más humano, te pido
que preguntes a los cuatro partidos políticos si van a seguir manteniendo los
contratos laborales que permiten abandonar a nuestros militares al cumplir los
45 años de edad y si van a terminar con la precariedad laboral en las Fuerzas
Armadas.
Esa es la pregunta, la gran pregunta. En este año y
medio he visto a exmilitares mendigando, desempleados en circunstancias
pésimas, en tratamiento psicológico, en condiciones de abandono. Algunos han
llorado junto a mí sumidos en la profunda desesperación de saber que con 45
años no serán capaces de encontrar otro trabajo y menos en unas condiciones
físicas y/o mentales bastante precarias en las que han quedado después de
(hasta) 27 años de servicio. A otros muchos no les he podido atender porque
llega un momento en el que para mí es imposible tener tiempo para todos o
responder todos los mensajes. Algunos me han llamado al borde del suicidio,
desesperados. Es inimaginable el nudo la garganta que se forma cuando alguien
te dice que quiere morir, que desea terminar con su vida.
Muchos,
sobre todo los oficiales, piensan que se lo merecen, que deberían haber
estudiado más o que ya sabían lo que había, yo no. Yo sé que los hay buenos y
no tan buenos, listos y no tan listos, altos y no tan altos, pero todos
cumplieron, todos fueron donde les mandaron, todos obedecieron y todos lo
merecen. Seguramente fueron a guerras a las que no tendrían que haber ido,
representaron intereses que no tendrían que haber representado o hicieron cosas
que no te tendrían que haber hecho. Pero fueron, cumplieron la orden.
Más de setenta mil militares de tropa (personas) y sus
familias lo merecen, merecen ser defendidos. Son los mismos que te rescatarían
si te perdieses en la montaña, los que te arroparían con una manta si quedases
atrapada en la nieve o los que te salvarían si una riada se llevase todo cuanto
te rodea. Son los mismos que hace poco se cayeron al mar en un helicóptero de
salvamento que no cumplía con lo mínimo indispensable en mantenimiento, los
mismos. Ellos no lo dudarían, lo harían, arriesgarían su vida por ti.
Cumplirían la orden.
El 7D,
tú puedes cambiar su destino con una simple pregunta, puedes arroparles en la
soledad que ahora sienten, en el abandono que sufren.
Puedes hacer justicia. Pregúntales Ana, pregúntales:
¿Piensan terminar con la precariedad laboral de los militares de tropa?
PD: Si les preguntas por los 40.000 millones de euros
en armamento “que no se necesita, que se compró para escenarios que no se van a
producir y que no se podía pagar ni antes ni ahora” (Constantino Méndez,
Secretario de Estado para la Defensa, 2011) romperías con un tabú histórico. Ni
Jordi Évole preguntó a Albert Rivera o Pablo Iglesias por el tabú de la
Defensa, por lo que sucede y hay que arreglar. Quizás estoy pidiendo demasiado
pero me parece increíble que un problema de, repito, 40.000 millones de euros
no sea una pregunta obligatoria para todos los candidatos a la presidencia en
todas las tertulias y en todos los programas. Entre ese armamento hay un avión
que no vuela (A400M, en
el que fallecieron a varias personas este mismo año), un
submarino que no flota (S-80), un carro de combate que estuvo años sin
disparar (Pizarro) y otro carro de combate (Leopard) que el
día que consigamos que el avión vuele (el mencionadoA400M) nos seguirá
sirviendo para lo mismo: ¡Para nada! (porque el avión de trasporte A400M transporta 40 toneladas de peso y el Leopard pesa 63 toneladas, total tenemos un
carro, mejor dicho 240, a 11 millones de euro cada uno, para los desfiles). Por
soñar que no quede…
Luis Gonzalo Segura es exteniente del Ejército de
Tierra y autor de las novelas “Código rojo” (2015) y “Un paso al frente”
(2014).
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