Visto para condena
Luciano Varela
confesó a algunos letrados (y quizás a algunas letradas) que las brillantes
defensas ponían muy difícil al tribunal dictar sentencia.
Doctora en
Filología Románica
ElHuffPost
26/06/2019
Ahora que ha finalizado la vista oral del
proceso al independentismo, lo que pone más los pelos de punta es que, apenas
pronunciado por parte del presidente el «visto para sentencia», un juez del
tribunal, Luciano Varela, confesó a algunos letrados (y quizás a algunas
letradas) que las brillantes defensas que habían realizado de presas y presos
ponían muy difícil al tribunal dictar sentencia. Una vez más el fuera de plano.
La pregunta pertinente e inmediata es:
¿desde cuándo hacer una cosa bien puede dificultar algo? Parece un gran contrasentido.
La secuencia lógica y sin elipsis (¡que
importante que es el fuera de plano también en la lengua!) de lo expresada por
Varela sería ésta: «El tribunal tiene muy difícil dictar sentencia (contra
ustedes / contra sus defendidas y defendidos) porque lo han hecho muy bien».
Es decir, se declaró juez y parte.
Vayamos por partes. Visto desde fuera
parece que quien lo puso muy difícil al tribunal fueron las acusaciones. Unas
acusaciones que, por ejemplo, no sabían responder ni de dónde ni de cuándo eran
los vídeos que esgrimían como argumento y prueba. Ignorancia propiciada por la
reluctancia de Manuel Marchena a hacer las cosas tal como Dios manda y negarse
reiteradamente a cotejar cada testimonio con el vídeo correspondiente. Era
fácil, ¿verdad? Es posible que las acusaciones hubieran retirado un montón de
testigos y, por tanto, el juicio habría sido mucho más ágil y ajustado a lo que
ocurrió, además de más corto.
Acusaciones hermanadas por la confusión
con el propio Tribunal Supremo, puesto que en la prevaricación cometida por el TS contra Oriol Junqueras al negarle el derecho a recoger el acta
de eurodiputado en la sede de la JEC en Madrid, confunde Estrasburgo con
Bruselas; si no fuera dramático sería cómico que sea el TS quien impida a
Junqueras acatar la Constitución.
Luciano Varela confesó a algunos
letrados (y quizás a algunas letradas) que las brillantes defensas ponían muy
difícil al tribunal dictar sentencia.
Unas acusaciones, en general, del todo políticas e
ideologizadas que no especificaban ningún fundamento legal, ninguna ley
concreta. Curiosamente, sin ver la viga en el ojo propio, se acusa a las
defensas de incurrir en este proceder.
A raíz del elogio de Varela, hubo una complacencia, en
cierto modo servil, propia de cuando se pasa la mano por el lomo a alguien
inferior. En mi opinión, una complacencia penosa.
No sé si se dan cuenta de que Varela delata con este,
digamos, elogio que el tribunal tenía (¿tiene) en la cabeza una sentencia
condenatoria, ya se verá hasta qué punto severísima y «ejemplar». Estaba
confesando a las defensas que si lo hubieran hecho mal, facilitaban el camino
para pergeñar una terrible sentencia y punto; ningún problema ni escrúpulos
para dictarla.
Unas buenas defensas llenas de sustancia y que citan
con todo detalle leyes y normativas internacionales no podían sino allanar el
trabajo del tribunal, se lo daban masticado. Hacerlo bien siempre va a favor de
hacerlo bien.
A menos de que se quiera condenar a presas y presos de
manera infamante e injusta, a toda costa, caiga quien caiga, haya pasado lo que
haya pasado.
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